WEYLER EN CUBA
La Guerra de independencia de Cuba (1895-1898), como se ha dicho, definitiva a pesar del esfuerzo de los españoles adictos y de los mandos militares en la isla, se extiende rápidamente desde Oriente hasta la provincia de Pinar del Río, en acción combinada de fuerzas insurrectas cubanas que asombraron al mundo de la época en el mismo año 1895. La opinión pública fue hábilmente movilizada a través de la prensa, único y eficaz medio de comunicación de masas y
que constituía un factor influyente, quedando amenazada, por último, la propia Habana sede suprema de la administración civil y militar españolas, en estado de alerta desde finales de dicho año y dos meses antes de la llegada del nuevo Capitán General: Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife[1].
Con táctica netamente militar intenta cambiar, por todos los medios, el signo adverso de los acontecimientos, aplicando nuevos métodos, considerados bárbaros, contra los insurrectos y elementos no adictos a la causa española que llegaban a su punto culminante en el bando de reconcentración firmado, pero que tiene efecto mucho después de su toma de posesión, el 21 de octubre del mismo año, al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y yanquis, orden que disponía: «... todos los habitantes en los campos o fuera de las líneas de fortificación —se refería ya a la creada por él desde Mariel a Majana— y de poblados, se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas. Será considerado rebelde y juzgado como tal, todo individuo que transcurrido dicho plazo se encuentre en despoblado...». Como apunta el profesor cubano José Cantón Navarro[2], la citada orden motivó que «miles de cubanos tuvieran que abandonar sus hogares, fincas y demás propiedades —salvo los animales domésticos y enseres personales— y se trasladarían hasta los lugares designados por el bando. Los concentrados, sin medios de vida vagaban por los portales, parques y calles de las poblaciones, durmiendo a la intemperie y subsistiendo de la caridad pública», puesto que el ejército español poco o muy poco hacen por ellos, sólo vigilarlos.
Esta política de concentración en múltiples campos independientes, donde se fusilaba bajo mínimo pretexto a aquellos de sospechosa conducta de no afección —mujeres, niños, e incluso hijos de ilustres militares españoles, que resultaran sospechosos—, produjo la crítica de la prensa yanqui con el consiguiente daño a España y a su política colonial, al quedar afectados por dichas medidas la población campesina formada principal mente por ancianos, mujeres y niños al hallarse muchos de los adultos huidos o en el bando insurreccional ya nominado Ejército Liberador de Cuba y en abierta guerra contra el Ejército Español en la isla.
La situación de guerra desesperada en que desembocó, dio lugar a excesivos gastos a la hacienda española que llegado el momento devaluó la peseta cuando su cotización en el mercado internacional aún era superior a la del mismo dólar norteamericano.
La tópica frase «España pondrá en Cuba el último hombre y gastará la última peseta», no la pronunció solamente Cánovas del Castillo, también la usó, para sus intereses azucareros en la isla, Romero Robledo, político conservador vinculado por matrimonio a la familia cubana de los Zulueta propietario de varios ingenios azucareros, que repitió insistentemente: antes de transigir daremos la última gota de nuestra sangre y gastaremos el último escudo de nuestros bolsillos. Asimismo, al juicio de la guerra, en 1895, el entonces líder de la oposición liberal, Práxedes Mateo Sagasta con apasionamiento inusitado previno ante el parlamento que el gobierno español estaba dispuesto a invertir el último hombre y la última peseta para aplastar la rebelión cubana. Más tarde, a la vista de las circunstancias en Cuba y en el mismo territorio español, modificó totalmente aquella premisa, puesto que llegado el momento de reflexión, ante la proximidad de la derrota que se intuía en aquel verano de 1898, aparece en un artículo editorial de El Nacional, respecto a aquella defensa a ultranza para conservar Cuba, lo siguiente: cueste lo que cueste se transforma en pérdida de los fundamentos integristas preconizados, para acercarse más al sentido lógico y de racionalidad.., con una deuda que alcanza los 3.000 millones de pesetas, una inevitable guerra con los EEUU y todo perdido, y con la autonomía radical (en Cuba) que es igual a la independencia, que además los cubanos terminaron por no acatar, lo que supone la anarquía, y se pregunta ¿es que nadie ha pensado en una anexión pactada y beneficiosa para España o la venta en firme proyectada, pero no posible que garantice las propiedades de los peninsulares y nos redima de la deuda?
Todo este buen deseo se esfumó puesto que el escenario cambia de forma radical con en el estallido de la guerra hispano-americana, que provocada por los intereses yanquis, conduce irreversiblemente a la derrota..
GUERRA TOTAL A LA DESESPERADA: MACEO Y GÓMEZ
Waleriano Weyler y Nicolau[3], Marqués de Tenerife desembarca en el Puerto de La Habana, el día 10 de febrero de 1896, confirmado en el mando.
Asumirá amplios poderes de actuación, tanto civiles como militares, y es recibido con multitudinaria manifestación de apoyo en el mismo puerto y por las calles hasta el Palacio de Capitanía. Las principales peripecias de carácter oficial, desde su propuesta en España hasta su toma de posesión en Cuba, aparecen recogidos con carácter exhaustivo en los periódicos de la época nacionales, entre ellos Diario de Tenerife (Canarias)[4] y muchos extranjeros.
Como ya habían previsto los principales jefes cubanos en la ya considerada guerra como tal, generales Maceo y Gómez, la llegada del notorio general español inicia una fase nueva en la estrategia española. Weyler sentía total desprecio por la mucha “benevolencia” usada por Martínez Campos, que dio lugar a la llamada “invasión del oeste” y a las correrías de los principales jefes insurrectos cubanos en las mismas puertas de La Habana desde las provincias limítrofes, antes de la llegada y toma de posesión del General. Su primer comunicado a Madrid reflejaba claramente la gravedad de la situación, del que entresacamos:
«Cuando tomé el mando de esta Isla, Maceo estaba todavía en Pinar del Río —parece discrepar con otras fuentes— concretamente en Sabana del Mar, y el 11 en el molino de azúcar Laborí, cerca de Artemisa. Máximo Gómez, desde Oriente, se dirigía hacia Guayabal, a sólo 32 kilómetros de La Habana, por el Oeste, desde el molino Jamaica. Estaba acampado cerca del molino Portugalete, famoso por ser propiedad de Manuel Calvo, financiero que en la guerra anterior, había sido representante de los voluntarios, y por estar muy próximo a la capital.., donde reinaba el terror: mi predecesor, Martínez Campos, había tomado medidas contra un ataque enemigo... en Correos y en los principales edificios públicos, con equipos de «voluntarios» y de bomberos, y cada noche este admirable cuerpo vigilaba el sector externo de la ciudad, para impedir un ataque... La comida sólo podía llegar desde el campo a condición de «pagar a los rebeldes el impuesto que ellos pidieran... Al día siguiente de mi llegada, ellos, impidieron el aprovisionamiento de leche. Debería añadir que en la propia capital había conspiraciones, que entraban y salían municiones de diferentes tipos, y que... se había desvanecido todo respeto por la autoridad, y en todas partes se murmuraba contra España, en todas partes críticas y quejas... Nuestras distintas columnas, constituidas por contingentes aislados procedentes de cuerpos diferentes, y dirigidas por oficiales que no conocía, estaban deprimidas y no recibían alimentos de un modo regular. Había tal anarquía que, cuando los oficiales por un puesto militar, dejaban allí a algunos hombres y cogían otros nuevos. Las tropas tenían que abarcar un número enorme de granjas y pueblos... o sea que cuando un contingente era atacado, por los rebeldes, no contaba con ningún refuerzo positivo, y así se veían obligados a contemplar como ardían los cañaverales ante sus mismos ojos. Finalmente, la facilidad con que podían formarse guerrillas y fuerzas de voluntarios, para el bando español, “concediéronse” (sic) el grado de capitán o de comandante a cual quiera que lo pidiera, producía... una gran falta de unidad en el mando, desistiendo muchos de ellos al cabo de poco, y lo que es más grave pasándose al enemigo con armas y municiones... Y cómo en el cuartel general no se tenía un conocimiento suficiente de todo esto, se comprenderá que el trabajo que me aguardaba era difícil e ímprobo[5]”
Para agravar más aún la situación, la política yanqui-norteamericana “incentivaba”, más claramente ahora, la ayuda a los rebeldes en armas, dinero e iniciativas. Las fuerzas del General Máximo Gómez, a quien Weyler conoció[6] personalmente en Santo Domingo en 1865 durante una acción bélica conjunta, hacían gala de su capacidad militar en las mismas puertas de La Habana, burlando a las columnas enemigas que el nuevo mando envió en su persecución, con marchas y contramarchas, casi paralelas, que “despistaban” a los españoles. Maceo, el otro gran líder cubano de la guerra, que también luchó en la anterior contienda, “Guerra de los Diez años”, llevaba a cabo planes de estudiada estrategia militar para desacreditar a Weyler ante la gran expectación creada con su llegada y sobre todo influir en los periódicos de la época, que trataban en sus primeras páginas la cuestión cubana, sabido como era que el nuevo general venía a “pacificar” la isla a “sangre y fuego”. Evitar que V. Weyler se pudiera vanagloriar de posibles éxitos militares para ahogar la rebelión convertida en abierta guerra para toda la isla de Cuba, constituía el plan estratégico ideado por el General de color, llama do por ello “El Titán de Bronce”.
El cubano José Miró Argenter su compañero infatigable, protector y lugarteniente a más de cronista en la campaña de Maceo, claramente explica en sus memorias la forma en que llevó a cabo el citado plan, puesto en marcha desde antes de la llegada del nuevo y temido Capitán General.
Consistía en: Primero: lidiar contra todas las columnas españolas que guardaban la comarca central del Pinar del Río; segundo: abrirse paso a mandoble allí donde encontraran resistencia sólida, y tercero: encaminarse a la Provincia de La Habana, donde pensaban unirse a las columnas de Gómez, y hacer coincidir su presencia con las fechas de toma de posesión de Weyler en el mando del ejército español en Cuba.
Siguiendo la magnífica descripción militar que de este momento de la guerra aparece en el Libro Fuerzas Armadas, Cuba, 1972, extraemos aquello que más concierne a nuestro protagonista: El marqués de Tenerife y su vinculación bélica en la Mayor de las Antillas.
Para poner en práctica el plan ideado contra Weyler, Maceo encamina sus fuerzas hasta el Paso Real de San Diego de la provincia pinareña, en enero del mismo año 1896, entablando combate con la fuerte columna española de más de 2.000 hombres al mando del general García Navarro, quien, siguiendo órdenes superiores, las últimas de Martínez Campos, se retiró precipitadamente hacia La Habana, sin presentar batalla a los insurrectos, a donde habrían de reconcentrarse las tropas hasta la llegada del nuevo general en jefe.
Maceo le persiguió, siento interceptado por las columnas del general Luque, y con una carga a «machete», famosa, y pérdidas para ambas partes, logró proseguir la marcha. Conquistada fácilmente la población de Candelaria, cuyos defensores, los llamados “voluntarios”, se unieron a las fuerzas de Maceo en mayoría, tal vez para salvar la vida, continuó el avance hasta La Habana, en cuyas proximidades esperaría hasta el día doce de febrero, fecha anunciada para la llegada de Weyler, que viajaba en barco desde España.
Maceo ansiaba mostrar al mundo, y especialmente a la prensa, que resultaría fácil aparecer con sus fuerzas en las mismas puertas de la capital en el preciso momento en que llegara el legendario general. Contaba con unos dos mil hombres el día 17 de enero, situados a sólo cinco leguas de su extrarradio. A los efectos de acallar las manifestaciones de júbilo prodigadas por los citados voluntarios ante la llegada de Weyler, determinó atacar el poblado de Jaruco, fácilmente conquistado con la incautación de valioso material de guerra en fusiles, municiones y otros.
(Continuará)
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[1] Carlos Estefanía, director de una publicación cubana en Suecia Cuba Nuestra ha dicho: A principio de los años noventa el enfoque de la historia fue revisado en Cuba. Por primera vez se habló de españoles como corajudos soldados que enfrentaron al poderoso ejército norteamericano; así lo recordamos en las palabras con las que el historiador Eusebio Leal Spengler presentó un documental sobre el Contra Almirante Cervera y el hundimiento, frente a Santiago de Cuba, de la Escuadra de Operaciones de Las Antillas bajo su mando.
La llegada en 1996 del Partido Popular al poder en España y sus críticas a La Habana significó una inversión en esta tendencia. Muestra viva la dio Librínsula, publicación de Biblioteca Nacional. En su edición correspondiente al Año 1, No.47, viernes, 26 de noviembre del 2004, apareció un artículo titulado San Valeriano Weyler, donde se ataca duramente la Ponencia sobre “Weyler y la Guerra de Cuba”, enviada por el historiador canario Miguel Leal Cruz a la III Conferencia Internacional de Historia, celebrada en La Habana en 1998, y se trata de vincular su contenido con la ideología del Partido Popular, lo cual no era cierto. Hemos decidido dar a conocer en esta edición de Cuba Nuestra, la controvertida ponencia, no porque tengamos el menor interés de reivindicar a Weyler, cuyos crímenes contra la población civil cubana consideramos injustificables, sino por lo importante que es conocer como nos ve el otro, en este caso un español, y por las enseñanzas que aún podemos extraer de la tragedia desencadenada en Cuba hace 110 años por el general español, cuando puso en práctica las medidas recomendadas por su predecesor, Arsenio Martínez Campo; la de concentrar a los campesinos en ciudades y poblados , a fin de que no pudieran respaldar a los independentistas. Sólo podremos valorar en su justa medida el trabajo investigatorio de Miguel Leal que ahora presentamos, contraponiendo su ponencia a obras de claro hispanocentrismo, como Weyler: Nuestro Hombre en La Habana, de Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada; es aquí donde encontramos la auténtica apología del espadón y donde la irreverencia ante sus muertos llega a limites inconcebibles, mientras se alaba su eficacia como estratega militar.
Y es este concepto weyleriano de “eficacia” sobre el que se construyen en general las guerras, paridoras eternas de “Weylers”. Ocurre que todo ejército, no sólo el de la España colonial, lleva Weylers en ciernes. Weylers fueron los generales que durante la guerra Anglo-Bóers crearon en Sudáfrica inmensos campos de concentración, donde murieron miles de mujeres y niños descendientes de los primeros colonos holandeses. Weylers fueron los generales del Ejército Rojo que aplicando la contingentación (sic) y colectivización de los campesinos rusos, desataron verdaderas hambrunas. Weylers concibieron los campos de concentración nazis. Y Weylers dejaron caer bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Como Weylers son los generales aliados que en la caza de Sadam Hussein permitieron el bombardeo de objetivos civiles. Y no menos Weylers son los llamados resistentes que, en nombre del Alah, el anti sionismo o el antiimperialismo, degüellan inocentes ante las cámaras de televisión o envían hombres-bombas arrancando la vida de todos cuantos andan por las calles, tengan culpa o no esos transeúntes de lo que hagan los sionistas y los imperialistas.
Solo hay una forma de conjurar a los Weylers de cualquier naturaleza; conjurando las guerras que los desencadenan, sean “buenas” o “malas”, y esto se logra de un solo modo, enterrando bajo una montaña de razones y palabras, apenas aparezca, la intransigencia. Carlos M. Estefanía, Estocolmo (S), febrero 2006, Cuba Nuestra.
[2] Cantón Navarro, José, El Desafío del Yugo y la Estrella, La Habana, 1995, citado, desde aspectos generales.
[3] Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife nació en Palma de Mallorca, 1838 y falleció en Madrid, 1930. Capitán General de Canarias y de Filipinas. Fue designado por Cánovas del Castillo para reprimir la insurrección cubana en 1896. Posteriormente fue Ministro de la Guerra de 1901 a 1905, y 1907, y Capitán General de Cataluña (segunda vez), donde reprimió duramente los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (1909), que fue motivo para su cese posterior.
Militar enérgico y valeroso cuyos destinos en los lugares más conflictivos eran a petición propia. Abandonó Santo Domingo en 1865, en cuya ciudad conoció personalmente a Máximo Gómez, el futuro contendiente en la Guerra de Cuba, alcanzando el grado de Teniente Coronel de Caballería. Después de corta estancia en la Península volvió a Cuba donde en las primeras operaciones de 1868, a las órdenes del conde de Valmaseda, alcanzó el grado de Coronel por su heroico comportamiento en la toma de Bayazo a los rebeldes.
Fundó para esta guerra una especie de «legión extranjera» aceptando a negros, blancos, cubanos y todo tipo de «elementos» de cualquier origen, que constituyó el germen de lo que sería La Legión española.
Regresó a España y luchó contra las fuerzas carlistas —a las que más tarde, destituido en Cuba, quiso capitanear—, y por ello ascendido, el 23 de enero de 1878, con sólo 39 años de edad, al empleo de Teniente General. Destinado en Canarias hasta 1883, contribuyó con su mando a la edificación de obras militares, con repercusión en lo civil. Su mando revestía dureza pero fue apreciado por muchos de sus soldados. Construyó la Capitanía General en Santa Cruz de Tenerife, frente a la Plaza que aún hoy lleva su nombre, y el Hospital Militar, sin que «al Estado le costase un duro», al menos sin excesivos costes, para lo que concedía permisos extras a los soldados canarios a cambio de “prestaciones” en las obras. Cuando cesó en el mando, algunos tinerfeños solicitaron para él el título de Marqués de Tenerife que le fue concedido.
Más tarde, hallándose en Barcelona como Capitán General y en férrea lucha contra los anarquistas, fue nombrado por Cánovas para General en Jefe del Ejército en Cuba, a cuya isla llegó en febrero de 1896 con bien estudiado plan de operaciones, que puso en práctica inmediatamente con algunas victorias en el oeste. Creyendo tener pacificada a Cuba en el verano del 96, hubo de retomar la lucha. Mas, tras la pertinaz presión yanqui-norteamericana contra su política bélica y el asesinato de Cánovas del Castillo en circunstancias aún no totalmente aclaradas, motivó su cese en el mando, agosto de 1897, siendo sustituido por el General Blanco, obediente al nuevo presidente Práxedes Mateo Sagasta.
Regresó a España pero no decayó su carrera militar, puesto que en 1909 sofocaría el levantamiento de la Semana Trágica de Barcelona, con su sola presencia, según algunos de sus biógrafos, y llegó por ascenso en el escalafón de su clase al grado de Capitán General.
Escribió Mi mando en Cuba, tratando de justificar su actuación militar, al tiempo que acallar la crítica a su gestión de la que siempre ha sido objeto. Murió próximo a los cien años de edad que explica la excelente salud de que siempre hizo gala. Su nieto Wyler y Puga analiza la vida militar de su ancestro en la isla antillana. N d A.
[4] El prestigioso periódico Diario de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, a través de telegramas al director y otras diversas fuentes, recoge la crisis cubana en sus páginas, desde la caída de Martínez Campos hasta la toma de posesión del General Weyler en el mando de la Isla, y que resumimos:
Viernes, 17 enero 1896. Telegrama de nuestros servicios particulares.
Madrid, 16 -5,30 t.- El Consejo de Ministros celebrado hoy bajo la presidencia de la reina regente, sólo duró 25 minutos. El Presidente del Gobierno, Sr. Cánovas del Castillo, llegó algo retrasado. Salió un cuarto de hora después que sus compañeros. Los ministros desmintieron al salir, como falsos los rumores que han circulado, relativos al Capitán General Sr. liI Campos. Aseguraron que el Sr. Cánovas en su discurso de siempre, sólo se ocupó de la cuestión de Cuba. El ministro de la Guerra Sr. Azcárraga puso a la flama de la regenta vatios decretos de recompensas por méritos contraídos en la campaña de Cuba.
Después del Consejo, conferenciaron y almorzaron juntos los ministros de Estado y de Hacienda Sres. Duque de Tetuán y Navarro Reverter. Está siendo muy comentado, y en distintos sentidos, el consejo de hoy. Todos, sin embargo, convienen en atribuirle importancia. Los ministros se muestran sumamente reservados. Algunos parecen malhumorados.
Madrid, 16 -6 t.- Continúa habiendo gran animación política. En todos los círculos se considera que tendrá gran importancia el Consejo de Ministros que dice se celebrará mañana.
Supónese inminente el planteamiento de la crisis, con motivo del estado de la cuestión en Cuba. En las operaciones de hoy, en la bolsa se han acentuado la baja de todos los valores públicos.
Madrid, 16 -8,40 n.- Nuestro primer telegrama de esta tarde se trasmitió suprimiéndose el párrafo en que el Capitán General, Sr. Martínez Campos, comunica que las partidas —de insurrectos— que se hallaban en el Departamento de Oriente han engrosado la invasión en la parte occidental de la Isla. Con tal motivo alteró la distribución de las tropas, reuniendo 15.000 soldados que operaban en occidente.
Madrid, 16 -9 n.- Se asegura que el gobierno está decidido a acordar el relevo del Capitán General de la Isla de Cuba, Sr. Martínez Campos, aceptándolo la reina regente. En el caso de que los ministros Duque de Tetuán y Navarro Reverter, que continúan defendiéndole, se opusieran a aquel acuerdo, sur la crisis total. En los círculos políticos todos están animadísimos. En ellos nadie duda que se acordará el relevo del General.
Madrid, 16 -9,100.- Se ha recibido un telegrama particular de La Habana, participando que los insurrectos habían atacado nuevamente la población de Bejucal. La columna que manda el general Linares los derrotó completamente, causándoles muchas bajas.
Madrid, 16 -11,20 n.- El periódico El Heraldo de Madrid ha recibido un telegrama, diciendo que el Gobierno ha accedido al regreso para la Península al Capitán General Sr. Martínez Campos, por su falta de salud, el malogro de sus operaciones y la confesión de sus errores. El Sr. Cánovas del Castillo ha desmentido semejantes noticias.
Madrid, 17 -2,15 m.- De Partes telegrafían las siguientes noticias: «Ha causado gran impresión el telegrama publicado por Le Temps sobre la actitud de los voluntarios españoles de La Habana contra el Capitán General de Cuba Sr. Martínez Campos». Madrid, 17 -2,30 m.- Se lee que habiéndose enterado el General Luque de la presencia de insurrectos en dirección a Migostura, tras la lucha abandonaron los rebeldes cien caballos. Es de hacer constar que en la Provincia de La Habana, y proximidades de la capital, la actitud de rodeo y evasión de las fuerzas insurrectas, mandadas por el mismo Maceo, con relativos y efectivos triunfos, a más del efecto psicológico, fue principal causa de la crisis, que favoreció la destitución del Capitán General.
Madrid. 17 -3,25 m.- El Teniente General Sr. don Camilo Polavieja se ha presentado hoy a la reina regente.
El Sr. Cánovas del Castillo ha dicho que el cablegrama del Capitán General de Cuba, en que se comunica al Gobierno la discrepancia. El Sr. Cánovas del Castillo ha dicho que el cablegrama del Capitán General de Cuba, en que se comunica al Gobierno la discrepancia surgida entre los partidos políticos de La Habana. le obliga a plantear al Consejo de Ministros la cuestión del relevo del General Martínez Campos.
Madrid, 17 -5,45 t.- La noticia del relevo del General Martínez Campos de la Capitanía General de Cuba y dirección de la campaña, ha impresionado favorablemente a la opinión pública. El Sr. Cánovas, contestando a los periodistas que le preguntaban, ha manifestado que considera todavía algo prematuro decir nombre alguno de quien haya de sustituir al General Martínez Campos.
Madrid. 17 -7,30 t.- Acaba de terminar el Consejo de Ministros y por unanimidad ha acordado autorizar a don Arsenio Martínez Campos Capitán General de Cuba y a don José Arderius y García, Segundo Cabo de la misma, para que regresen a la Península.
Con el carácter de interinos les sustituirá, respectivamente, los Tenientes Generales don Luis Pando y don Sabas Martín. El motivo en que se funda el acuerdo, es la hostilidad manifestada al Sr. Martínez Campos por el partido de La Unión Constitucional de Cuba. Al finalizar, el Sr. Cánovas ha ido a Palacio para dar cuenta a la reina regente.
Créese (sic) que para reemplazar en propiedad al General Martínez Campos, se nombrará al General Weyler o al General Polavieja.
Madrid, 17 -11,40 n.- También esta noche han estado y están animadísimos los círcu los, principalmente los frecuentados por militares.
Coméntase el relevo del General Martínez Campos y las graves responsabilidades que tiene que afrontar el que le sustituya, por el gran avance de la insurrección cubana. Son numerosos y variadísimas las combinaciones que se hacen para los mandos militares.
Lo único que parece cierto es que el Gobierno prefiere para el del Ejército en Cuba al General Weyler. Créese que ya se le ha dirigido alguna consulta. En el caso de que vaya el General Weyler, es el Teniente General don Eulogio Despujol, Conde de Caspe, qnien probablemente le sustituya en el mando de Cataluña. Para mañana ha sido citado nueva mente el Consejo de Ministros.
Madrid, 18 -3,10 m.- Asegúrase que el General Weyler ha contestado al Gobierno que está dispuesto a ir donde se le ordene, pero que para el mando de Cuba necesita que se le revistiese de amplias facultades. De ir a Cuba, dícese que llevará consigo a otro Teniente General.
Madrid, 18 -3,30 t.- El General Martínez Campos, despechado, ha calegrafiado diciendo que él no dimitió, que se limitó a exponer al Gobierno lo ocurrido en la reunión de los jefes de los partidos políticos cubanos; que no le asustan los conflictos y que siempre los afrontó delante del enemigo; que, por eso, ha tomado el telegrama del Gobierno como una orden de destitución, y que se felicitará que la resolución tomada pueda resultar provechosa para España.
Es de hacer notar que Martínez Campos, a través de correspondencia con el Presidente del Gobierno, ya le había propuesto que fuese relevado en el mando por Weyler para contener la creciente insurrección cubana.
Madrid, 18 -6,30 t.- Dícese que el Capitán General Sr. Martínez Campos ha publicado en La Habana una alocución activa y violenta, dirigida al Ejército y a los habitantes de la isla de Cuba. Existe gran agitación en los círculos políticos.
Madrid, 18 -7,45 t- Urgente. Dimite el Duque de Tetuán, ministro de Estado, no el de Hacienda,.. Mañana se celebrará Consejo, en el que se decidirá quien ha de sustituir en la Capitanía General de Cuba, al Sr. Martínez Campos y se acordarán los demás nombramientos necesarios,
Barcelona, 18 -11,30 n.- Llamado por el Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Cánovas del Castillo, esta noche ha salido para Madrid el Comandante en Jefe de este Cuerpo de Ejército. Marqués de Tenerife. A despedirlo acudieron a la estación de ferrocarril, las autoridades y muchos amigos. El General estaba conmovido. Aseguró que aún no estaba decidido que él fuera a Cuba y que hasta ahora sólo se le ha llamado a Madrid para conferencjar con él respecto a aquella guerra. Créese que el General Weyler, regresará el martes a esta Capital.
Si llegase a ir a Cuba el General Weyler, le acompañaría el Teniente General Don Federico Ochando y Chumillas. Se anuncia que el General Weyler considera que será necesario un refuerzo de 25.000 hombres para la más pronta finalización de la insurrección cubana. Dícese también que trataría de dividir el territorio de la Isla en tres distritos mili tares. Oriente, Centro y Occidente.
Madrid, 19 -8,10 n.- Se ha firmado por la reina regente, entre Otros decretos, el de nombramiento del Teniente General don Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife, para el Gobierno y Capitanía General de la Isla de Cuba.
Madrid, 19 -11,10 n.- En el vapor correo que saldrá mañana de La Habana, debe embarcarse el General Martínez Campos. El Gobierno le reserva la presidencia del Consejo Supremo de Guerra y Mamia, vacante por el General Despujol destinado a Cataluña.
El Teniente General Weyler embarcará probablemente el 23 para la isla de Cuba. Créese que irán destinados con él para aquella isla, los Tenientes Generales don Emique Bargés y Pombo y don Francisco Javier Girón y Aragón, Marqués de Ahumada.
Madrid, 20 -11,00 m.- Telegrama de La Habana -entre otros asuntos-, que unos 150 familias salen de la isla y se dirigen a Tampa, temiendo la llegada de Weyler.
Barcelona, 21 -12 t.- De regreso de Madrid ha llegado a esta Capital, el General Weyler, Marqués de Tenerife. Se embarcará el sábado en este puerto en el vapor Santo Domingo, de la compañía Transatlántica. En Cádiz se transbordará al vapor Buenos es, de la misma empresa. Por todas las clases sociales se proyecta hacerle una cariñosa despedida.
Crónica del Diario de Tenerife, 21 enero 1896. Se lee entre otras gacetillas, «además de los telegramas dirigidos al General Weyler, Marqués de Tenerife, aparecidos en el día de ayer, firmados por el Alcalde y el Presidente del Cabildo, se han transmitido muchos más por diferentes asociaciones, sociedades y particulares de esta isla de Tenerife. No podía ser menos desde las muchas relaciones que cuenta en este pueblo agradecido el Marqués de Tenerife».
E igualmente, «La sociedad La X felicita al General Weyler ilustre hijo adoptivo de esta Capital por la confianza depositada en él en estas gravísimas circunstancias y deseándole éxito completo». Firmado: El Presidente. Rafael Hardissón».
Año X, núm. 2758, Diario de Tenerife, sábado 25 de enero de 1896.
Telegrama de nuestro servicio particular.
Barcelona, 24 -4,40 t.- Al Director del Diario.
En toda la ciudad reina gran animación para despedir mañana al general, Marqués de Tenerife y a las tropas que le acompañan... Ante los vivas de la multitud el General contestaba siempre «viva la integridad de La Patria»... El tiempo era bueno y la mar muy tranquila... Weyler marchaba a Cuba animadísimo y satisfecho».
Madrid, 28 -5,45 t.- Ha salido de Cádiz para Cuba el nuevo Capitán General de aquella isla el General Weyler. Manifestó que sólo ve dificultad para la rápida victoria en Cuba, la proximidad de la época de lluvias que podrá impedir las operaciones rápidas y en la gestión económica por la situación ruinosa que han creado los incendios en las fincas, la destrucción de ferrocarriles, la paralización del comercio y la falta de trabajo, sobre todo en las gentes de los campos.
Si a pesar de estos inconvenientes y de la extensión que han tomado los insurrectos, no lograse vencer y extinguirla dentro de dos años, se consideraría fracasado.
Madrid, 28 -10,25 o.- Se menciona la persecución, a instancias del representante español en Washington, por cinco buques de guerra al vapor Halding, que zarpó de Filadelfia para Cuba al frente de Calixto García, llevando anuas y municiones para los insurrectos... El citado buque se hundió posteriormente, ignorándose causas, sin embargo el día 30 la comisión norteamericana de Negocios Extranjeros, en el Congreso, se reúne para que se gestione ante el gobierno español y se conceda a los separatistas de Cuba los derechos y la condición de beligerantes. Y con un solo voto particular se propone se solicite de España que reconozca la independencia de Cuba... Más tarde esta propuesta alcanzaría mayoría en el Congreso.
Madrid, 2 de febrero 1898 -11 n.- Ha llegado a La Coruña el vapor correo de Cuba en el que regresa el General Martínez Campos. Ocasionará disturbios su presencia en Madrid.
Madrid, 6 -11,15 n.- En el Ministerio de la Guerra dicen que ningún dato oficial hay que autorice la creencia de que varios de los generales que están en Cuba, regresarán, cuando llegue allí el General Weyler (ahora en alta mar).
Madrid, 8 -5.45 t.- Hay noticias de haber llegado a Puerto Rico el vapor que conduce al General Weyler y a los demás generales que le acompañan. Se dice que hasta que Weyler, después de posesionarse del mando en Cuba comunique sus impresiones, no planteará el Sr. Cánovas la cuestión de disolución de las actuales Cortes.
Madrid, 10 -11,00 o.- Se sabe del gran recibimiento que se prepara al General Weyler en La Habana y se insiste en hablar del regreso de varios generales a la llegada de Weyler.
Madrid, 11 -3 t.- El General Weyler llega a La Habana... Numerosos vaporcitos y botes rodean al transatlántico, cruzándose patriotas vivas... El General dijo que no quería que se le hiciesen honores militares.
Al desembarcar y en el trayecto hasta el Palacio de la Capitanía, en la Plaza de Armas, fue constantemente aclamado por la inmensa muchedumbre que lo invadía todo. En el acto tomó posesión y recibió a numerosas comisiones y personas entre ellas a los jefes de los Partidos y a los Cónsules. El General ha dicho que en las actuales circunstancias por que atraviesa la isla, sólo era admisible la política española, y que no había más diferencia que «españoles y anti españoles». Era una clara advertencia que cumpliría más tarde con “tibios” y traidores.
Los telegramas de La Habana indican la creencia de que el General Weyler se proponía salir personalmente a las operaciones tan pronto como se enterara de la situación de las distintas fuerzas de nuestro Ejército.
Madrid, 11 -5,45 t.- El General Ochando ha sido propuesto por Weyler para Jefe del Estado Mayor del Ejército en Cuba.
Barcelona, 12 -5,50 t.- El vapor San Francisco ha embarcado hoy para Cuba un batallón de 1.000 plazas del Regimiento Otumba y 200 mozos rezagados... (estrategia prevista para su política en Cuba).
Madrid, 14 -5,30 m.- El senador por La Habana Sr. don Ramón Herrera, Conde de La Mortera, Jefe del Partido Reformista de la Isla de Cuba, que se encuentra en esta Corte, ha manifestado a varios periodistas.., y rogando que lo hicieran público.., que es inexacto que los reformistas cubanos opinen, como han dicho algunos diarios, en favor de la posibilidad de efectuar unas elecciones generales en Cuba..., ante las circunstancias dolorosas y excepcionales por que atraviesa la isla.., prácticamente, con todas las provincias en estado de guerra..
Los datos hemerográficos y comentarios que anteceden han sido extraídos del periódico Diario de Tenerife, citado, Biblioteca de Guajara, Universidad de La Laguna, Comunidad Autónoma de Canarias, España. N del A.
[5] Armiñan Pérez, Luis: Weyler, Ed. Gran Capitán, Madrid, 1940, y que igualmente apunta en las memorias que Weyler y Puga recoge en el libro En los archivos de mi abuelo. Madrid, 1946, referidas a su abuelo.
[6] Gómez, Máximo. Nació en Baní —República Dominicana—en el año 1836 y falleció en La Habana en 1905. Comandante de la reserva dominicana, que el Gobierno español trasladó a Cuba en 1865. Se unió a los rebeldes cubanos incorporándose a la guerra de «Yara» con grado de sargento mambí, finalizando en la misma como Jefe máximo del ejército cubano en 1878. Intervino en todos los intentos de insurrección habidos, posteriores contra España, hasta 1895. Año en este que asumió, a requerimiento del ideólogo cubano José Martí, el mando de los insurgentes levantados en armas en Baire el 24 de febrero. Dirigió la guerra en calidad de Generalísimo del Ejército Libertador, planteando la «invasión de Cuba» junto a Maceo, desafiando el poderío militar español representado por más de 200.000 hombres, en el momento cumbre de rivalidad contra Weyler, al que había conocido y junto al que lució en Santo Domingo, en el bando español como se dijo.
Imprimió una disciplina austera al ejército mambí y logró, tras variadas peripecias que le favorecieron —ayuda USA, muerte de Cánovas, voladura del Maine, entre otras fatídicas circunstancias.— la independencia de Cuba como territorio español en 1898, bajo dominio ahora norteamericano. Llegó a Presidente de la joven república, en 1901, a pesar de su origen extranjero.
Informados los españoles que las fuerzas de Maceo y Gómez, se habían reunido en la Finca El Boniato, lanzaron contra ellos cuatro fuertes columnas, concentradas en La Habana, obligando a las fuerzas mambisas a retirarse, decidiendo sus jefes desplazarlas hasta la provincia de Matanzas limítrofe, a la espera de las decisiones que tomará Weyler. Efectiva mente, el nuevo Capitán General, a su llegada, procedió a la reorganización del ejército español en Cuba, tal como había previsto. Creó tres cuerpos y un buen servicio de información y espionaje, sin olvidar la fundamental naturaleza defensiva usada como estrategia militar española a lo largo de la guerra cubana, así como la división de la isla en tres zonas.
Su meta fundamental era asediar a las fuerzas de los insurrectos en las provincias occidentales, especialmente Pinar del Río, para aplastarlas contra la línea de las trochas, sobre todo en la que él creará entre Mariel y Majana. Proceso que repetirá contra la de Morón-Júcaro, mandada construir por Martínez Campos y así controlar y derrotar a las fuerzas mambí entre ambas trochas, y finalmente, confinados los insurrectos en el extremo oriental, serían finalmente derrotados por el ejército español mayoritario y mejor dotado que el revolucionario cubano. Mientras tanto, la política de reconcentración ideada, continuaría funcionando para privar a los rebeldes del apoyo de los campesinos, “yanquis”, así como por la falta de información a lo que se sumaba la miseria creada entre ellos, lo que harían disminuir el deseo del pueblo cubano[7] por resistir.
Estos magníficos augurios de Weyler, estuvieron a punto de confirmarse en el verano del siguiente año, 1897, de no haber surgido el acontecimiento político, que sin duda marcó y cambió radicalmente el devenir de la guerra y su resultado político final: el asesinato del presidente del Gobierno español Cánovas del Castillo, en San Sebastián, el 8 de agosto de dicho año en circunstancias extrañas y que influiría en el curso de la guerra.
Con aquel objeto preconcebido Weyler, una vez comprobado “in situ” lo grave de la situación, publicó una serie de bandos que afectaban prácticamente a todos los aspectos del quehacer cotidiano de los habitantes de Cuba, especialmente el de la reconcentración, definitiva a fines del año, ya ideada por Martínez Campos y que nunca puso en práctica, y al que dedicamos un apartado sobre las consecuencias y resultados de esta política de desplazamientos humanos masivos. El 19 de febrero, dos días después de la firma de tales bandos, sus principales enemigos en la contienda los generales cubanos Antonio Maceo y Máximo Gómez, se entrevistaron en Soto para discutir las órdenes dictadas por Weyler, llegando a la conclusión que tales medidas, que afectarían mayoritariamente al pueblo cubano más pobre y miserable, serian a la larga beneficiosas a la causa, al comprender los mismos cubanos que el enemigo común a batir era el ejército español y su administración en la isla. Si bien no fue esta predicción la que cambiaría el curso de la guerra, sino el asesinato del presidente español Cánovas del Castillo y destitución del General.
Ambos acordaron que a partir de aquel momento evitarían los encuentros con las tropas que Weyler formaba en las cercanías de La Habana; en su virtud modificaban la táctica a seguir y los lugares en que operarían, de tal forma que Gómez actuaba en las provincias centrales de la isla y Maceo continuaría la guerra en la región occidental. El día 23 de febrero, El Titán de Bronce ya estaba operando en el valle del Guamacaro de la zona de Matanzas, y en el molino La Perla celebraron el primer aniversario de esta Revolución con una fiesta.
La desaparición del general de color en la Provincia de La Habana produjo el consiguiente rumor sobre su muerte, táctica que los españoles ya habían usado, pero la acción protagonizada por él mismo en el lugar conocido por La Perla, el 25 de febrero, hizo ver que no era cierto.
El 10 de marzo, Maceo y Gómez se encontrarían de nuevo, esta vez en el lugar conocido como El Galeón, última en que ambos próceres de la independencia cubana se unieran, toda vez que Maceo moriría más tarde en lo que parece fue una emboscada. Ratificaron sus anteriores acuerdos sobre la guerra a seguir y Maceo se dirigió a Pinar del Río, atravesando la provincia de La Habana con gran burla (sic) para las tropas españolas, y al propio Weyler que había prometido pacificar la provincia de Pinar del Río, como primera medida de carácter militar.
Pero el general español, no aceptó tal afrenta con ligereza, y decidió encerrar a Maceo al construir la nueva trocha, que tenía ideada desde su salida de España, modernizada, y equipada con luz eléctrica, a través de la estrecha cintura de la isla que va de Mariel a Majana, situada en el limite provincial entre La Habana y Pinar del Río; en su afán de vencer a Maceo concentró gran número de tropas con olvido para otros puntos claves y estratégicos de la isla en guerra general. Las acciones continuaban con singular ferocidad. Desde la región central, Máximo Gómez enviaba una circular, el 15 de abril, desde su cuartel general ambulante, declarando las órdenes a seguir en torno a la zafra del azúcar: “Los propietarios de los molinos que continúen moliendo.., serán ahorcados inmediatamente. Sólo es necesario identificarlos”. La función desempeñada por la «tea bendita», como la llamó el apóstol de la independencia cubana José Martí, muerto en combate en la localidad de Dos Ríos al inicio de la guerra, continuaba por sembrados, campos y haciendas, al objeto de hacer ver a cubanos y no cubanos que la guerra era total y definitiva. Maceo esquivaba en la provincia pinareña la batalla campal como táctica a seguir ya acordada, si bien a veces se enfrentaba irremediablemente, obligado a librar encuentros esporádicos contra el acoso de los españoles, cual fue el caso de la batalla de Cacarajícara, el 30 de abril. Allí perdió 200 hombres y más tarde 39 en Las Lajas, consecuencia del sistema defensivo y ofensivo ideado por Weyler desde la nueva trocha. Máximo Gómez desde su cuartel oriental, igualmente permanecía a la expectativa sin deseo de enfrentamientos directos, pero no por ello inactivo, puesto que la táctica de “tierra quemada” asombraba al mundo por su incidencia negativa para la subsistencia y para la infraestructura económica, ya casi totalmente destruida.
A mediados de 1896, Cuba presentaba un aspecto desolador con las haciendas azucareras inactivas. La mayoría de la población masculina se había unido a los rebeldes o a las fuerzas españolas de guerrillas para no morirse de hambre. Sin medidas sanitarias la viruela se extendía por todas partes, a la que se unía las fiebres típicas del verano en esta región tropical, anidando fácilmente con el hambre y la miseria.
Weyler luchaba contra todo tipo de adversidades además de otra seria dificultad en el interior mismo de La Habana por falta de verdadera adhesión a la causa española. Él mismo, dejó escrito: Muchos gérmenes de separatismo, que conspiran para ayudar a los rebeldes por todos los me dios. Las fábricas de tabacos son sus centros oficiales, pues allí, los lectores leen libros y artículos separatistas, junto con noticias, falsas o exageradas, del transcurso de la guerra, fomentando así entre los trabajadores el odio hacia España... Los sábados, después de recibir su paga semanal, se hace una colecta a favor de los rebeldes. Todo esto, dada la destrucción de las plantaciones de tabaco, sobre todo en Pinar del Río... y los empleados en paro, influidos por la propaganda, van, de un modo natural, a sumarse a las filas de la insurrección.
El duelo de Weyler y Maceo continuaba en el otoño, sin que las fuertes lluvias de aquel año lo impidiera (sic), según F. Foner. El general de color permanecía en las montañas de Pinar del Río, sin atreverse, o por que no lo consideraba conveniente, a romper la línea fortificada de Mariel-Majana. Valeriano Weyler, el 21 de octubre, dictó una de las primeras órdenes de “concentración”, para la región que controlaba Maceo que rezaba: “toda la población de Pinar del Río que viviera fuera de las fortificaciones de las ciudades habría de trasladarse en un plazo de ocho días. A partir de entonces se consideraría rebelde a todo el que se encontrase fuera de una ciudad fortificada y se le trataría como tal. Los que tuvieran ganado habrían de llevarlo a la ciudad más próxima”. Dos semanas más tarde el propio Weyler comenzaba “la cacería” del que fue su más feroz enemigo en la guerra cubana: José Antonio de la Caridad Maceo y Grajal[8], general mambí de Santiago, tez oscura, al que los cubanos llamaron y llamarán siempre “El Titán de Bronce”, biografiado con variedad de detalles por el historiador cubano José L. Franco en Apuntes para una historia de su vida, 3 tomos, La Habana 1973. De él dice: “El general Maceo representa el sentimiento de lucha, el espíritu de sacrificio, la generosidad humana, la nobleza, el orgullo nacional y la intransigencia revolucionaria, en un siglo de combates”.
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Foner, Philip S.: La guerra hispano-cubano-norteamericana, 1895-1898 y el nacimiento del imperialismo norteamericano, Madrid, 1975, aludiendo a la obra que dejó escrita el mismo General Weyler: Mi mando en Cuba. Madrid, 1910, vol. II, p. 538- 540, y que su nieto Weyler y Puga comenta.
[8]Antonio María de la Caridad Maceo y Grajal, nació en Santiago en 1845 y murió combatiendo en San Pedro. Punta Brava, La Habana, en diciembre de 1896. De ascendencia africana como tantos cubanos, se incorporó a la guerra de Yara, en 1868, con toda su familia luchando durante los diez años que duró hasta el pacto de Zanjón, que no acató, protestando ante el mismo Martínez Campos en Baraguá antes de marchar al exilio. Asumió la dirección de la nueva y definitiva guerra de 1895 junto a Máximo Gómez y José Martí, liderando la campaña denominada como la Invasión del oeste, desde oriente y que culminó en Mantaña la parte más occidental de la isla, provincia de Pinar del Río. Requerido por Máximo Gómez desde Camagüey, tras un recorrido suicida por territorio que dominaba Weyler, murió combatiendo cuando fue sorprendido, en diciembre de 1896, próximo a La Habana centro neurálgico de la administración española, cuando intentaba atacar la localidad de Marianao.
Su padre, Marcos, era de origen venezolano y también había muerto en combate duran te la toma de Santa Cruz del Sur, en septiembre de 1873.
Las medidas tomadas por Weyler, no amilanaban a los mambises de Maceo, que habían recibido material de guerra —expedición de Leyte Vidal— y se hallaban dispuestos para combatir en una gran batalla contra las fuerzas españolas venidas a su encuentro desde la trocha de Mariel. El 14 de octubre, sólo unas días antes de las “duras” instrucciones de Weyler, un corresponsal escribía: “En el presente, estando mejor organizados y bien abastecidos con armas y municiones —se refiere a los rebeldes bajo las órdenes de Maceo que han alterado sus tácticas, casi estáticas hasta aquel momento— y están ofreciendo resistencia a las tropas españolas. En los últimos días han tenido lugar cinco choques bastante serios... la crudeza con la que ambos bandos combaten, es una indicación de que la guerra ha entrado en una fase nueva y más activa”.
Estas circunstancias, contribuirían sin duda a la decisión tomada por el General Weyler para dictar órdenes de carácter más represivo al objeto de “controlar la situación adversa”.
El primer combate de Maceo, tras recibir los nuevos suministros, tuvo lugar el 23 de septiembre en la localidad de Montezuelo. Los españoles se retiraron del campo de batalla con 68 bajas, pero fue en el decisivo combate de Ceja del Negro, el primero de octubre en el que los españoles, a pesar de la superioridad numérica, sufrieron una importante derrota, puesto que sus columnas fueron barridas por la eficaz artillería de Maceo —nuevos cañones de construcción norteamericana traídos a Cuba por filibusteros yanquis, como se apuntó—. No obstante, la victoria de Maceo le supuso doscientas y más bajas, la mitad de sus efectivos en aquel momento, con que se mantuvo frente a los continuos ataques del ejército español, más organizado y mayor en número; si bien su optimismo y espíritu de victoria no decaía, y de lo que siempre hizo gala el general mambí[9] hasta su heroica muerte más tarde…
El 29 de octubre recibió órdenes de Máximo Gómez, pidiéndole que atravesara urgentemente las trochas y regresara a Camagüey en su ayuda. No era la primera vez que el general en jefe del ejército rebelde le hiciera tal petición, que siempre logró sortear por entrañar claro peligro. Esta vez la cosa era más seria, debido a las graves disensiones en la cúpula política del gobierno revolucionario cubano a la cabeza de Cisneros Bethencourt, otro isleño, con el que Gómez discrepaba militarmente y por su forma de ser: individualista y egocéntrica; también por que el signo de la guerra cambiaba, favorable para el ejército español consecuencia de la nueva táctica empleada por Weyler en el mando.
Como bien apunta Philip Foner, citado: No había nada nuevo, en estas incongruencias del mando civil y militar cubanos. Durante muchos meses ciertos miembros del gobierno civil habían llegado a irritarse extremada mente por su propia falta de importancia a causa de la fuerte individualidad de Gómez; éste insistía obstinadamente en vigorizar la política que consideraba esencial para la victoria. Cada vez estaban más reticentes sobre la forma en que Gómez sumariamente desechaba sus planes para obtener dinero, haciendo excepciones para su política de destrucción... su política terca de destruir toda la riqueza. Hubo momentos de verdadera división entre los líderes revolucionarios. Sin embargo, el general en jefe dominó la disputa y sus oponentes renunciaron, obedeciéndole.
Máximo Gómez, al solicitar la comparecencia de Maceo, era plenamente consciente de la importancia que para la causa llevaba a cabo el general de color en la zona del oeste de la isla —pero también el peligro que implicaba cruzar las líneas españolas—. Como el mismo Gómez señaló a Estrada Palma, el hecho de que los españoles tuvieran que concentrar tantas fuerzas contra Maceo les había debilitado en muchos otros lugares estratégicos, dando lugar a que se reorganizaran y se hallaran a punto operaciones militares en Guantánamo, Santiago o Camagüey. También Maceo había llevado a cabo una organización militar eficaz “con hombres bien entrena dos” y en su tomo “el mito de la invulnerabilidad del sistema de la trocha que creara Weyler”.
A la vista de estas circunstancias, queda claramente descubierta la existencia de una gran crisis que ponía en peligro la misma Revolución, que tan firme parecía unos meses antes, circunstancia que no es ajena a la táctica militar de Weyler. Maceo, que se dispuso a acatar la orden cuyo cumplimiento le costaría la vida, conociendo al viejo general dominicano, intuyó la gravedad de la situación y que tal requerimiento fue decidido sólo después de un cuidadoso análisis por Máximo Gómez.
Antonio Maceo, dispuesto a cumplimentar el llamamiento de su superior, comenzó la marcha hacia sofisticada trocha de Mariel, que obligatoriamente habría de sortear. Era esta la línea preferida de Weyler transformada en un formidable obstáculo militar, equipada con luces eléctricas, torreones con vigilancia y guardada por cerca de 15.000 soldados españoles; no era, sin embargo, un obstáculo insalvable, puesto que el 18 de agosto, el asistente negro de Maceo, Quintín Banderas, sigilosamente la había atravesado con cien hombres, aspecto éste que animó a Maceo, sin duda. La historiografía cubana aporta todo lujo de detalles en torno a estos sus “heroes”, la mayoría muertos en combate.
El 9 de noviembre el líder de color en su avance se encontró con las columnas de vanguardia de Weyler que logró sortear con habilidad y esfuerzo, con pérdida de un tercio del contingente que le acompañaba. Al día siguiente quedó rodeado por el grueso de la fuerza española —18 batallones de infantería y 6 batallones de artillería, un total de 6.000 hombres— al mando directo del propio general contra el que Maceo, sólo podía enfrentar unos 150 hombres al haber perdido otros tantos en choques habidos con el enemigo, como así apuntan fuentes cubanas.
El 11 de noviembre, después de burlar el acoso, Maceo se encontró ante la línea fortificada, totalmente contrariado, puesto que marchaba con retraso a lo previsto y al comprobar la verdadera fuerza de la trocha, que le impediría cruzarla con facilidad, se propuso permanecer oculto con sus hombres de máxima confianza, a la espera de información que le llegaría el 25 del mismo mes. Conocida la información optó por rodear la trocha por el mar a la altura de Mariel, en barco, con diecisiete hombres escogidos. En la noche del 4 de diciembre consiguieron pasarla, burlando la guarnición española y la cañonera costera -por la neblina existente-, y se refugia en La Merced, un trapiche abandonado, hasta contactar con unidades rebeldes de la provincia de La Habana, previamente avisadas del plan que había sido puesto en marcha en la localidad de San Pedro. Dicho plan consistía en atacar la población de Marianao, muy próxima a La Habana, y una vez que se obtuviera éxito en la acción, podría significar, a decir de Maceo, la inmediata destitución del general en jefe español, Valeriano Weyler y Nicolau, por el Gobierno desde Madrid…
Sin embargo, es necesario recordar aquí el conocido tópico extraído del refranero español que dice: El hombre propone y Dios dispone, a lo que habríamos de añadir, que es éste otro oscuro acontecimiento que la Historia guarda todavía en sus demasiados secretos o en muchas incógnitas indescifrables[10]; a decir de historiadores cubanos la pérdida del valeroso general, empecinado en liberar a Cuba e independizarla de España[11], texto que lo expresa, a partir del momento que Maceo cruzó la trocha por Mariel, de la forma siguiente: Provisto de caballo, cedidos, por las fuerzas -insurrectas- de la provincia de La Habana al mando de Sánchez Figueroa -coronel jefe de la brigada del sur que había acudido a la localidad de San Pedro de Hernández, Punta Brava-, se dirigió con 72 hombres a dicha población de San Pedro. Sorprendidos por numerosas fuerzas al mando del Coronel español Cirujeda, entablándose (sic) un combate que Maceo estimaba ganado por sus hombres -realmente disponía de pocas fuerzas-. Pero allí moriría cruzado a balazos, el héroe epónimo de la Nación, el revolucionario más consecuente y decidido de nuestras gestas libertadoras. Junto a él también caía -crueldades del destino-, el hijo del General en Jefe, Pancho Gómez Toro, que acompañaba a Maceo para reunirse con su padre a requerimiento de éste. Añade dicho texto que con esta muerte perdía la revolución del 95 al hombre capaz de librar el Ayacucho cubano, antes de que el imperialismo norteamericano, al que Maceo defenestraba por temor a las apetencias ya desatadas sobre Cuba, desencadenara la intervención armada en el Caribe, y con la seguridad que al igual que en «la protesta de Baraguá”, el 15 de marzo de 1878, ante Martínez Campos -existe el convencimiento de que Maceo, jamás hubiera aceptado la afrentosa Enmienda Platt. El profesor cubano don José Cantón Navarro, en su libro Cuba: El desafío del Yugo y la Estrella, ya citado, sobre la muerte del líder negro, en la página 68, indica: Al morir el Titán de Bronce presentaba en su cuerpo 26 cicatrices de arma de fuego. Había peleado en más de 900 combates y le rodeaba una leyenda de invulnerabilidad, por lo que fue muy difícil para las tropas mambisas aceptar la realidad de su caída. Cuba perdía con él, no sólo a un jefe militar y guerrero extraordinario, sino también a un líder de pensamiento revolucionario radical y de una lealtad extrema a la causa independentista, a la unidad de las fuerzas patrióticas por las que murió y del pueblo en general, así como a los ideales anti-imperialistas, latinoamericanistas e internacionalistas que guiaron su vida. Clásica postura revolucionaria, obtenida, posiblemente, del biógrafo del líder: José L Franco.
Otras fuentes de investigación histórica, profundizan y añaden datos sobre este hecho de gran repercusión en la prensa[12] y en el mundo de la época España lo celebró como triunfo militar e incluso en Canarias, en cuya capital, Santa Cruz de Tenerife sede de La Capitanía General, a cuyo frente estuvo Weyler desde 1878 a 1883, hubo “todo tipo” de celebraciones. Al difundirse por esta capital la muerte de Antonio Maceo, el capitán general, un navarro de bigote felpudo y traza avinagrada, a decir de Raúl Roa, p. 214, ya citado, organiza un ostentoso Te deum y una demostración pública de júbilo. Refiere que muchos isleños permanecen ausentes de estos actos, al igual que ocurriera con la caída y muerte de Agramonte, ya que se sienten canarios y no españoles. Los peninsulares que desfilan al frente del desordenado cortejo portan la efigie del general Weyler. Llenan el aire con insultos, bravatas y groserías. Algunos manifestantes, ebrios de alcohol y de sevicia, proponen a gritos asaltar las casas de Ramón Roa[13], el cubano desterrado a Canarias por orden de Martínez Campos, y de su amiga Aurelia Castillo González. Ramón Roa, dice su nieto, les espero revólver en mano en la azotea de su casa santacrucera, en compañía del amigo isleño, su protector Manuel Rallo, que había desempolvado su escopeta de caza. Los provocadores sólo se atreven a merodear por las inmediaciones. Días después aparece embarrada de inmundicias la puerta del Cabildo Insular, y es a partir de aquel momento cuando la Guardia Civil española (la Policía) perseguiría a Roa a todas partes.
Es lógico, que este singular acontecimiento, desde cualquier perspectiva, produjera en los cenáculos políticos, la prensa y la opinión pública de la época, el consiguiente «revuelo» en cuanto a las opiniones vertidas sobre el hecho y sus consecuencias para la insurrección cubana derivada a plena guerra, que podría derivar más aún a favor de España.
Los corresponsales tergiversaban las noticias a conveniencia de sus líneas de acción periodísticas. En la prensa neoyorquina, la que más de cerca seguía los acontecimientos, se dijo que Maceo había sido asesinado a traición o que le habían invitado a parlamentar y en el acto le habían matado. El Congreso norteamericano se reunió más de lo normal, y sus acuerdos oscilaban desde resoluciones pro-beligerancia como la de Cameron o actitudes más racionales como las del propio presidente Cleveland, tratan do de frenar la oleada bélica, aunque, el día en que murió Maceo, fue obligado a admitir en su mensaje al Congreso el siguiente texto: “Habiéndose manifestado la incapacidad de España —todo lo contrario en aquel momento— para habérselas con la insurrección cubana... nuestro deber para con la soberanía de España será reemplazado por deberes más altos que difícilmente podemos vacilar en reconocer y cumplir”, refiriéndose a la declaración clara de beligerancia, en la que intervendría Norteamérica con ayuda material y humana. Sin embargo añadió: “Si España ofreciera a Cuba una verdadera autonomía (una disposición autonomista) que, manteniendo la soberanía de España, satisfaciera (sic) todas las demandas racionales de los súbditos españoles, no habría un verdadero motivo que impidiera la pacificación de la isla”.
Como era de suponer esta propuesta de Cleveland, no satisfizo a los que realmente deseaban “la guerra y sus consecuencias”, proponiendo el senador Cameron el reconocimiento a la “República Cubana”, que fue aprobada bajo la influencia que la prensa impuso en la versión dada a la muerte de Maceo, “como un crimen más cometido por los españoles en América”, influyendo igualmente, entre los congresistas y opinión en general, las caricaturas grotescas que desde La Habana enviaban al periódico The World, sus dos empleados de confianza Remington y Harding, expresamente enviados para tal fin por el expresado rotativo considerado, a través de la línea editorial[14] seguida por su director Hearst, incitador de la guerra, el más independiente del momento y más anti-español de la prensa norteamericana, a quien España debería recordar la misma política defensiva para “la masacre” de indios en las reservas asignadas en aquellos territorios que fueron españoles. Es conocido que después de la victoria de las denominadas Trece colonias inglesas en el este norteamericano, sobre los ejércitos de la madre patria, sin perjuicio de la presencia anterior de holandeses, los propios indios autóctonos o los españoles al sur, comenzaron la feroz expansión hacia el Oeste y a costa de territorios en Florida que España y Francia han de ceder así como amplios territorios de indios deportados por la Ley de Traslados de Jackson, queda así consolidado un amplio territorio hasta la frontera de Méjico recién independizado de la Corona española, que la política “yanqui” de carácter imperial, hará suyos.
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[9] Estas noticias eran recogidas por cablegrama en toda España enviados desde La Habana y editadas en diferentes periódicos. Se destaca El Diario de Tenerife, ampliamente consultado para esta exposición de hechos.
[10] Nos referimos al hecho valeroso protagonizado por Maceo, en cumplimiento de órdenes superiores, cruzando una línea militar tenida por inexpugnable, sin hombres, sin información, y conociendo que al otro lado le esperaba su mayor enemigo, que tenía como orden del día permanente la caza y captura del general rebelde que más le incomodó en la contienda cubana a la que fue enviado desde España con un único fin: ganarla haciendo uso de su conocida efectividad en el campo militar.
[11] Fuerzas Armadas de Cuba, La Habana, 1972, ya citado. En la p. 436, de forma breve y escueta, se analiza este lamentable hecho para la historia de la Isla. Tal vez de forma chauvinista…que todo país da a sus héroes.
[12] Efectivamente la táctica empleada ahora por España en la guerra, con la intermediación valiosa de Weyler, comenzaba a dar resultados, y sin lugar a dudas la muerte de Maceo fue una importante victoria de los españoles, como antes fue la de Martí, Agramonte o el mismo hermano del líder, que podrían cambiar el curso de la guerra.
Sobre la muerte, gloriosa sin discusión, del general de color, y de las circunstancias en las que tuvo lugar existen numerosas versiones, algunas de ellas verdaderamente epopéyicas.
Foner, describe el hecho de la siguiente forma, tomando referencias del historiador cubano José L. Franco; El valiente y osado Maceo, una vez sorteado la trocha de Weyler por Mariel, y entablado contacto con las fuerzas rebeldes de La Habana —San Pedro—, decidió perseguir y aniquilar a los españoles, instalados en las proximidades y viendo un grupo de infantería enemigo, tras una alambrada a su izquierda, Maceo ordenó cargar a los cuarenta y ocho hombres que estaban alrededor de él. Los jinetes cubanos se vieron detenidos por la valla, y los soldados españoles de a pie concentraron fuego pesado de rifle contra ellos. Maceo ordenó al comandante Juan Manuel Sánchez, cortar la alambrada y envió al general de brigada Pedro Díaz con un pequeño grupo hacia la derecha en un movimiento de flanco. Después de dar estas órdenes, Maceo se inclinó hacia Miró, su ayudante y cronista, y gritó “esto va bien”. Estas fueron sus palabras puesto que una bala le dio en la cara. Dejando caer el machete, el caudillo cayó pesadamente de su silla mientras que al mismo tiempo unos doce hombres de la escolta del comandante Sánchez caían también bajo las balas españolas. Con el fuego enemigo en aumento, algunos de los rebeldes trataron de ayudar a Maceo y otros intentar detener a los españoles. El coronel Nodarse intentó colocar a Maceo, aún vivo, en un caballo y sacarlo de la escena de la batalla, pero mientras dos hombres alzaban a Maceo herido para colocarlo sobre un caballo, el caudillo recibió otra herida de bala, esta vez en el pecho. El jinete que trataba de sujetar a Maceo también fue desmontado por un disparo. El teniente Francisco Gómez Toro, el joven hijo del general en jefe de la contienda Máximo Gómez, acudió en ayuda de Nodarse para trasladar a Maceo cogido por brazos y piernas. Al ser herido el teniente Gómez, el coronel le ordenó que marchara del lugar, negándose, siendo herido de nuevo con mayor gravedad y yendo a caer sobre el cuerpo del general Maceo, exánime. El coronel Nodarse herido logró, no obstante, escapar de los españoles que se acercaban.
Añade el mismo autor que “el cuerpo del Titán de Bronce fue abandonado al enemigo. Los españoles quitaron las ropas y otras cosas de valor del cuerpo de Maceo y de otros rebeldes muertos, Evidentemente no reconocieron que aquel era el cuerpo del fabuloso y legendario líder mambí, porque, de saberlo, hubieran aprovechado la oportunidad de mostrar su cuerpo en La Habana. Los españoles supieron ya tarde que uno de los cuerpos de los rebeldes muertos, y los cubanos, después de hacer huir a las tropas enemigas recobraron los cuerpos. El de Maceo fue llevado a una casa abandonada en las proximidades. A las 3 de la tarde de la mañana del 8 de diciembre de aquel año, el héroe negro de la independencia cubana, en las dos principales guerras, era enterrado, junto con Panchito Gómez Toro, en un lugar llamado Cacahual, en Santiago de las Vegas”.
Días más tarde, el periodista destacado en La Habana, escribía el 14 de diciembre: “Weyler de forma accidental ganó la larga batalla entablada con Maceo. La muerte accidental del líder, a las puertas de La Habana... es sin duda un gran éxito para nuestro general... No se puede negar que este acontecimiento producía un fuerte impacto en la causa revolucionaria, por ser (Maceo) el líder más popular y conocido por su gran influencia entre los cubanos”. A partir de este momento, la guerra contra España la capitaneará totalmente el otro gran líder y viejo general dominicano que luchó junto a Weyler en Santo Domingo contra los haitianos (1864-65), Máximo Gómez, cuyo protagonismo continuará una vez liberada Cuba en 1899, de España, no de los EEUU.
[13] Raúl Roa, Memorias, que fue miembro de la política cubana, en la biografía escrita para conmemorar el centenario de la Guerra, en alusión a su abuelo, lo define “como un mambí de pluma y espada”. Nació rico, peleó por la independencia de Cuba y murió pobre. Es el prototipo del hombre que define el año 1868, pero que en 1895 es desterrado a Santa Cruz de Tenerife por el gobierno español en Cuba, ciudad donde vivió perseguido hasta la paz de París que dio término a la guerra, regresando a Cuba pobre y enfermo, con el alma agradecida a los muchos tinerfeños que le ayudaron en horas muy amargas. Memorias, La Habana, 1998 p. 212 y 213.
[14] La influencia de la prensa en los grandes acontecimientos políticos es notable a partir del siglo XIX. William Randolph Hearst, es considerado el prototipo que puso en práctica dicho máxima durante el expansionismo de su gran país en dicho período decimonónico y especialmente contra España durante la Guerra de Cuba y más tarde en las dos contienda mundiales y posterior periodo de la “guerra fría”. Apreciamos la ambigüedad informativa y nefasto estilo periodístico de este magnate de la prensa que fue el más feroz enemigo de España en la América anglosajona durante la contienda cubana, cuyo enconamiento en parte se le achaca, incluso su presunta relación con la voladura del acorazado Maine en el puerto de la Habana el 15 de febrero de 1898 que sentenció el contencioso.
Continuó en su afán de crear la gran América y su “destino manifiesto” con uso de lo que se llamó “bastón duro” para que su país fuera el líder mundial indiscutible, que, tras la política de buena vecindad de F D Roosevelt, aún mantiene en la actualidad. N d A
Fuerzas militares españolas en Cuba
Tras la muerte de Maceo, el general Weyler muy optimista al considerar pacificada la parte oeste de la isla, puso en práctica su plan preconcebido cual era asediar las fuerzas de Máximo Gómez, que se hallaban estacionadas en la parte central y oriental. Incluso antes de la muerte del líder negro, Weyler creyendo próxima y definitiva la pacificación occidental, dictó una orden el 19 de diciembre, por la que pensaba poner en ejecución la táctica ya planeada de invasión de oriente, de la que entresacamos: ... Mi propósito es que, durante mi estancia en Pinar del Río, no quede un lugar o una montaña sin haber sido atravesada por la correspondiente columna —se refiere a las provincias de Habana y Matanzas, con la intención de operar rápidamente a su regreso de la zona de Pinar del Río—, y que se haya acampado en los sitios real mente sospechosos... Era su objetivo peinar la zona con el propósito de evitar obstáculos en su próxima salida hacia Santa Clara y Camagüey.
En cambio, Máximo Gómez, había recibido la noticia de la muerte de Maceo junto a su propio hijo Francisco, que como se dijo pretendían reunirse con él y a su requerimiento, hallándose en Oriente; creyendo que ambos habían sido asesinados e informado por la prensa de Hearst y a instigación, se dispuso a moviliza sus fuerzas para atacar a los españoles. Con ferocidad y fuerte resentimiento dirigió gran cantidad de cubanos hacia la trocha de Morón-Júcaro, para internarse en Matanzas, cambiando su táctica, estática hasta aquel momento. Efectuará fuertes destrucciones económicas, quema de cañaverales, y pasará a la de la acción directa. Aspecto este que favorecía los planes de Weyler. Pero desde su posición privilegiada en Oriente, controlado eficazmente por el general Calixto García, y desde el cuartel general de Gómez en Camagüey —casi la mitad de la isla estaba controlada en este momento a excepción de las ciudades—, el general cubano llevó a cabo la llamada Campaña de la Reforma entre Las Villas y Camagüey, ocupación que se efectuó con tanta contundencia que las numerosas tropas del general español no pudieron tomar aquel pequeño territorio defendido por un pequeño número de soldados cubanos, a decir del propio General Gómez, pero no el periódico El Diario de Tenerife, citado.
En Oriente, Calixto García obtiene a principios del verano el éxito en la toma de la Ciudad de Victoria de Las Tunas y Guisa, importantes centros de abastecimientos y operaciones del ejército español, ciudades en las que los rebeldes cubanos lograron un importante botín en material de guerra e incluso numerosos prisioneros (comprobado en gran mayoría “isleños).
Máximo Gómez, a principios de junio, siguiendo con su nueva táctica de ataque a los españoles, se desplaza hasta Jinamaguayú en la provincia de Camagüey, desde donde prepara y obtiene la victoria de Saratoga, contra una columna española que le buscaba. Generalizada la batalla, en la tarde-noche del día 9, con fuerte acoso de la artillería española, Gómez dispone que se acose al enemigo durante toda la noche a través de guerrillas, mientras otras cortaban la alambrada que impedía el ataque directo contra las columnas españolas, único modo de cargar a machete. Sin embargo, Gómez ordena la retirada refugiándose en el batey de la finca Saratoga, donde son acorralados durante más de treinta horas, esperando refuerzos, pero sorprendentemente los españoles emprenden la retirada[15] a requerimiento de la Superioridad por el camino real que va a la ciudad de Puerto Príncipe (Camagüey).
Las circunstancias de la guerra hispano-cubana, no marchaban lo bien que deseaban los insurrectos y cubanos favorables a la independencia. Los contundentes éxitos de las fuerzas de Weyler —en número, formación, armamento y disciplina, muy superior— marcaban el curso de los acontecimientos hacia el triunfo en estos momentos, junio, julio y agosto de 1897.
A tal respecto Hugth Thomas apunta que... El optimismo español había crecido... A principios de verano el único cabecilla rebelde destaca do que quedaba en el oeste de Cuba, Quintín Banderas, se hallaba rodea do. Máximo Gómez, en Santa Clara, no tenía muchos seguidores... y sola mente la región de Oriente, fuera de las ciudades, era lo que quedaba a Weyler por someter..., por aquellas fechas[16]. Sin embargo, añade, “el costo de la guerra en hombres y dinero.., y conocido el peligro, siempre latente, de intervención de los EEUU, era motivo para la incertidumbre, aun teniendo en cuenta los claros éxitos militares españoles en Cuba...”, y también en Filipinas.
La carta que el presidente de la junta cubana en Nueva York, Estrada Palma, escribió el 17 de junio al General Calixto García, en contesta a otra suya en que pedía “ayuda” para la guerra contra España, es sumamente esclarecedora: “Comprendo..., le decía, su difícil situación. La verdad es que las fuerzas de Oriente y Camagüey son las únicas que se han movilizado en su totalidad, tanto en esta guerra como en la pasada —de 1868 a 1878—. Recordará Vd. que el general Rolov (padre) tuvo la idea de cruzar desde Las Villas hasta Camagüey para armarse y disponer allí un convoy de municiones. Desde luego, los hombres sin armas no pueden ahora cruzar la trocha.., de no ser así esa habría sido la manera racional de incrementar las fuerzas de las Villas... Ahora estoy haciendo una especial petición de fondos a los emigrados. Tengo poca confianza en el resultado por que, en realidad, aquellos a quienes les ayuda algún valor patriótico tienen unos recursos financieros cada vez más pequeños, y los ricos, con pocas excepciones, son sordos a la voz del deber. Muchos de ellos, sin duda, verían con gusto un nuevo sometimiento de Cuba a España...”.
General Arsenio Martínez Campos
La única ayuda efectiva para la revolución cubana en estos momentos, era la prensa yanqui-americana y las continuas protestas del Secretario de Estado, Sherman, ante el gobierno español por los métodos de Weyler, a la que España contestó indicando “que si bien la guerra era dura, también había sido la civil americana, y se refería, a la invasión de los generales Hunter y Sheridan por el Shenandoah, a las actividades del general Sherman en Georgia, y a otros puntos oscuros de la historia de los EEUU”. El mismo general Sherman, ya anciano, había defendido la política militar de Weyler, justificándola ante la táctica destructora de Máximo Gómez y de sus fuerzas mambisas que le recordaba la presunta actuación “criminal” de las tribus indias americanas.
Al comienzo de julio, este general, impotente, se encamina hacia provincia de Oriente, donde tuvo que mantener la disciplina, decaída desde algún tiempo, acompañado de la conducta ambigua de numerosos comerciantes, poniendo orden y remedio, y procediendo a la destrucción de bienes económicos, que por pertenecer a familias extranjeras, en principio afines a la Revolución, no habían sido destruidos con anterioridad. Regresó nuevamente a Camagüey, después del fatídico mes de agosto para la causa española por el asesinato del presidente del Consejo de Ministros Cánovas del Castillo, día 8 en circunstancias históricas no suficientemente investigadas, para atacar y poner sitio al pueblo de Cascorro en el momento en que el general en jefe Valeriano Weyler, se hallaba ya bajo “la espada de Damocles” para su destitución y relevo, en octubre del mismo año. No lo fue por motivos militares exclusivamente, sino netamente políticos y de presión yanqui-americana. Es digno de mencionar el entendimiento entre el anarquista italiano Angiolillo con elementos cubanos antiespañoles y que tras una previsible entrevista en Londres días antes de cometido el asesinato del político conservador español, hacen que la teoría tome forma. Hoy nadie duda la relación entre el asesinato de Cánovas y la guerra.
A partir de estos momentos, siguiendo los hechos, España perdería la contienda de Cuba a pesar de las medidas de buena voluntad que siguieron a la destitución de nuestro protagonista.
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[15] Fuerzas Armadas Cubanas, La Habana, 1971 p. 449, 450 y s.
[16] Hugth, Thomas: Cuba la lucha por la libertad. Vol. 1, México, 1973, p. 455.
A MODO DE CONCLUSIÓN:
No es fácil ahondar en la personalidad de este militar español a la vieja usanza. Si bien, como se han abordado aspectos de él mismo en virtud de alguna investigación al efecto (publicada), procuraremos “un retrato” lo más objetivo posible, siempre teniendo en cuenta la fecha y circunstancias en que le tocó vivir (y actuar).
Como se dijo en otro momento, la nueva Ley de Defensa, puesta en vigor por el gobierno socialista (hoy se aplica con rigor) para regular la participación o envío de unidades de nuestras Fuerzas Armadas en intervenciones en el exterior (que se conoce por parentesco con estos profesionales), nos retrotrae a otros eventos pasados y a sus responsables políticos o militares, que causaron nefastos perjuicios a España: Guerra de Cuba (Reconcentración), Marruecos (Annual)…
Los que creen conocer la Historia (con mayúscula), consecuencia de profunda ordenación y estudio a la par que objetividad, les resulta difícil definir la actuación de determinados personajes, ya inmersos o que forman parta de ella por su destacado protagonismo en alguno de sus entramados. Nos referimos, en concreto, a este militar que con grado de general ha quedado vinculado a Canarias y en particular a la Isla de Tenerife, por destinos en esta región (a él se debe la creación del edificio de Capitanía y aledaños), premiado con un marquesado que lleva el título y nombre de dicha isla concedido a propuesta de los más destacados representantes locales e institucionales, en aquel momento. Era apreciado igualmente por otros profesionales subordinados e incluso por los soldados (a los que concedía permisos semanales por prestaciones extras al Ejército)
Sobre su polémica intervención en la campaña cubana se contraponen diversos criterios que la misma la historia en sus pronunciamientos universitarios ha definido lo más objetivamente posible (es deber de todo historiador). Se ha dicho que Weyler fue ante todo un militar de su época y, por ello, consecuente y efectivo como tal, de que hizo gala en todos los actos profesionales en los que participó (no es lo mismo una actuación en el siglo XIX que en el XXI, al menos en España). Así parece probado tanto como subordinado o con el mando supremo que ostentará en la definitiva guerra cubana alentada por intereses ajenos a España desde una potencia emergente: Estados Unidos.
Distinto puede resultar su carácter y personalidad, que es propia de cada ser humano considerado individualmente, por la fama de “duro” que como tal aún se le recuerda. Militar de profesión en el más amplio sentido en que esta actividad era considerada en su tiempo, por la concepción que se tenía de la guerra y las circunstancias que la acompañaban durante un siglo de variadas intervenciones propias en África y América a más de las habidas en territorio español. O las que tuvieron lugar en el ancho mundo como las napoleónicas, franco-prusiana, yanqui-confederada o hispano-cubano-norteamericana, entre otras que vendrán más tarde…
El concepto honor militar y valor militar eran comunes en la época y tenido en alta estima dentro del régimen clasista implícito a aquella casta que, con ordenamiento propio, disponían estos profesionales de la guerra. El permanente antagonismo entre políticos y militares fue otra constante del siglo XIX, decisivo a la hora de imprimir carácter a este estamento privilegiado. Actuaba, a veces, con plenos poderes y decisiones, en clara desobediencia y enfrentamiento con la autoridad política. Se llevaba a cabo en variadas ocasiones a través de los acuñados “pronunciamientos” tan en boga en España. Acción ésta que resultará, en su concepto y en su plasmación, extensiva a los países del área iberoamericana que por cultura común dieron nombre global a esta conducta, para convertirla en tópico universal por otros ejércitos en la asunción del poder civil: “los pronunciamientos militares” (al igual que el de “guerrilla”)
Pero ¿Qué ocurría en Cuba, tras el enconamiento de la guerra a partir de 1895?
Los relativos éxitos del General Martínez Campos tras El Pacto de Zanjón, complicaron la situación social en aquella posesión querida y arraigada con España desde mucho antes. El mismo Martínez Campos, que ya intuye la pérdida de la isla, solicita sea sustituido en el gobierno y jefatura del ejército por otro general de prestigio que también conocía Cuba; el mismo Weyler, que asumirá las riendas del mando supremo el 12 de febrero de 1896 en breve acto de toma de posesión en la Capitanía General de La Habana, sin apenas acto protocolario alguno.
Con táctica netamente militar intenta cambiar, por todos los medios, el signo adverso de los acontecimientos al aplicar nuevos métodos, considerados bárbaros (pero ya puestos en práctica en las reservas indígenas de Norteamérica), contra los insurrectos y elementos no adictos a la causa española; llegaron a su punto culminante en el Bando de Reconcentración firmado, el 21 de octubre del mismo año, pero con efecto mucho después de su toma de posesión al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y yanquis, orden que disponía: todos los habitantes en los campos o fuera de las líneas de fortificación (se refería ya a la creada por él desde Mariel a Majana, fortificada y electrificada) y de poblados, se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas, proceder encomiable como táctica militar…
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