Permanecen las relaciones de todo tipo entre Canarias y Cuba.
El periodista de radio y Tv español de Canarias, D. Zenaido Hernández Cabrera, nos remite este magnífico artículo cultural (antropológico) -conferencia en Círculo Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife- donde se corrobora, una vez más, la fuerte vinculación entre Canarias y Cuba, cuya edición autoriza para difusión cultural entre cubanos de todo el Mundo.
Saludos
MIGUEL LEAL
CANARIAS-SPAIN
Cuba, la Semper Trubada
Zenaido Hernández Cabrera
periodista, radio y Tv.
Canarias-Spain
Por esos mares pa fuera
Navegando me perdí
Y con la luz de tus ojos
Tierra canaria veí
(popular)
“Nos echábamos del catre abajo en nada más oír el fotuto. Con la noche cerrada, el sonar del bucio daba la señal y no había tiempo que perder. A mi me tocaba encender las latas de petróleo que colgaba en los cuernos de las bestias. Apetecía un buche de café que quien mejor podía removía con gofio, con el tazón de leche para vencer la humedad de la mañana que se calaba hasta los huesos. Así uno y otro día. Yo estaba con mi padre, que era de los partidarios, y sabíamos que había que andar ligero porque luego el sol cubano no perdona, así que de esa manera principiábamos la jornada”.
Transcribo las palabras de un hijo de canario trasterrado, don Manuel Rodríguez, que al igual que su padre el palmero Feliciano Rodríguez pertenece al ingente caudal de isleños emigrantes, gente humilde que luchó sin tregua hasta doblegar el caprichoso destino y que los avatares hizo fuera a residir en el Norte, junto a su hijo y familia, como portero en un edificio en New Yersey. Le saludé en Miami, donde pasaba unos días, cuando ambos asistíamos a la boda de un familiar. Hoy lo evoco pues escuchándole me hizo valorar el tesoro que tenía más cerca: mi padre, que también desde niño viajó con el suyo, mi abuelo, en varias ocasiones a Las Villas para trabajar en el tabaco y que no pasaba un día sin que evocara sus muchos años en Cuba; y porque también me hizo reconocer lo mucho que pude aprender, sin apenas percibirlo, escuchando a mi abuela materna, que nació en el santacrucero Valle de Añazo o del Bufadero, rebautizado en María Jiménez, y que con sus padres y hermanos vio pasar su infancia entre Camajuaní y Remedios, en el desarrollo de la actividad azucarera, saltándose la juventud al tener prontamente, de vuelta a las islas, que enfrentarse junto a su marido palmero a las exigencias de criar y sacar adelante a su familia.
He percibido que muchos de los canarios que no tuvieron que cruzar el océano nacieron y se forjaron entre voces cubanas; lo hicieron aprendiendo, sin tener clara referencia de la distancia, de la experiencia habida en el peregrinar de otros por aquellas tierras, en los decires de fabuladas narraciones, de voces de amplia sonoridad atrapadas en cuentos y leyendas de un imaginario colectivo que les hacia familiar la amplitud de sublimados lugares. Así tomaron contacto antes que con otros espacios con la geografía de la Isla, desde entonces Semper Trubada en la que el canario fue llamado isleño, asumiendo sin darle mayor importancia el timbre que iba engarzado a tal diferencia y distinción, que contribuyó allí y en otros muchos lugares a desarrollar la imagen especular de su carácter, donde se supo medir con el trabajo y dar cuenta de su humanidad, de su natural humildad, y del valor absoluto de su palabra, rasgos consustanciales que constituían su intangible patrimonio y que se fueron gestando en su universo volcánico con el empuje del mestizaje y la forzada invitación que hacia la isla para que se sintiera capaz de vencer ataduras y partir al encuentro con las nuevas tierras.
Destino natural.
Si Schakespeare no dudó al citar a Inglaterra como “Esta gema preciosa incrustada en un mar de oro que le sirve de muralla”, a Cuba, la evocada perla insertada en el collar del Caribe, no cabe escatimarle los merecidos elogios, como el que recibió desde la primera mirada que diera a sus playas el Almirante en el inaugurar de un nuevo tiempo. Ya desde entonces los canarios sintieron que allí estaba uno de sus destinos naturales, percibiéndola como una prolongación de su archipiélago, o si lo prefieren comenzaron a entender que su lugar de origen venía a ser la extensión hacia el Viejo Mundo de tan fecundo suelo.
Los canarios somos islas, que en más de una ocasión deambulamos a la deriva. Nos salvó durante muchos años el verde horizonte que se antojaba generoso al otro lado del gran azul. El paso dado de manera rauda y decidida por la incipiente población llegó a inquietar seriamente a la Corona dado el temor al previsible despoblamiento, como seña al término del siglo dieciséis el regidor de Tenerife. La autoridad de ese tiempo no deja de manifestar su inquietud por la deriva que van tomando los hechos, solicitando del Rey se prohíba la emigración, que justifican señalando la indefensión en la que quedaba Canarias “frente a los navíos luteranos y otros enemigos”.
El drama humano de partir, no puede tapar el ingrato presente de aquellos que vivían en condiciones de abandono, de semiesclavitud, en su propia tierra. Cuando hace unos años los medios de comunicación daban cuenta del espeluznante episodio de los dominicanos que viajaban como polizones en el pesquero Well de bandera panameña, y que fueron salvajemente arrojados al mar sin contemplaciones en aguas internacionales, se reabrían viejas heridas en la mera evocación de un tiempo que para las gentes de nuestra tierra quedó marcado por el ejercicio de contratas y de barcos que llevaban sin mayor miramiento un cargamento humano, hacinado y sin la menor consideración, negocio puro y duro que dieron fuste y honor a comerciantes, también isleños, carentes del más mínimo sentido del deber y de la honestidad, patriarcas de renombrado alcurnia para encumbradas familias de abolengo patrio.
Pero así fue también ese caminar hacia La Habana, despensa siempre abierta cuando a Canarias llegó el azote cíclico de la crisis en cualquier eslabón del monocultivo. El Reglamento de Emigración de 1718 lo deja muy claro, estipulando lo que popularmente damos en llamar el “tributo de sangre”: que salgan cincuenta familias anuales, de cinco personas cada una, por cada tonelada exportada. Se exige además que sean personas jóvenes, en plenitud laboral, limitando la edad de los padres entre los 18 y los 40 años. Se establecen incentivos reales: por cada persona se hará entrega de un doblón de cuatro escudos de plata y se le exonerará de los gastos de pasaje, además de entregarles aperos de labranza, así como hierro y acero para construir utensilios en destino. En América recibirán tierras para solares y peonías, semillas, ganado de cría, etc, promesas que a modo de enganche quedaban muchas veces suspendidas en uno de sus lados.
A lo largo del siglo XIX y debido al pujante desarrollo económico, la emigración hacia Cuba, ya consolidada, registra un crecimiento considerable. El profesor Antonio Macías señala que en apenas 15 años, entre 1835 y 1850, parten hacia la gran isla unos 50.000 canarios. En esos años la población cubana no llegaba al millón y medio de habitantes.
Cruce de civilizaciones.
Cuba fue, como Canarias, base logística en el febril proceso de llegar al siempre más allá, en la avidez de nuevas tierras. El Puerto de Carenas, que pronto pasará a denominarse de La Habana, vive al dictado de las encomiendas, del arribo de nuevas voces que llenarán, primero pausadamente y luego con imparable empuje, la tierra de los tainos y siboneyes. La Flota de Nueva España, los Galeones de Tierra Firme, y otros muchos buques llevan la mano de obra y trasladan los frutos cosechados, en el intercambio incesante que hará crecer a la talasocracia española.
Se alimenta nuestro imaginario compartido con amplios capítulos de azarosas aventuras, que se recrean en los males que acechan en el camino, por la impericia de los nuevos mareantes, o por el asalto piratesco. Un canario, Silvestre de Balboa Troya y Quesada, deja constancia en Espejo de Paciencia, poema, en octavas reales, del secuestro del obispo de Cuba Juan de las Cabezas Altamirano, en 1604, que acaba con la muerte del pirata francés Gilberto Girón. Cuenta como los vecinos de Bayamo y Puerto Príncipe (hoy Camagüey) liberan al mitrado y dan muerte al pirata. En la obra, considerada la primera manifestación literaria cubana, se pueden apreciar que subyacen referencias al comercio, sin ocultar las claves con las que se dibuja el contrabando arraigado en la cultura marinera y que fue una referencia constante en esa época. El suceso tuvo que ser conocido por el palmeroFrancisco Díaz Pimienta, el oficial más sobresaliente y controvertido en la marina de Felipe II, periodo en el que llegan a los puertos peninsulares las más preciadas maderas cubanas que irán destinadas a confeccionar el artesonado de El Escorial.
Canarias ha de ceder el preciado cultivo del azúcar ante el auge que este experimenta en Cuba. El primer ingenio azucarero que se establece en la isla surge por iniciativa de la canaria Catalina Hernández. No solo se traslada a Cuba la caña que dio a Canarias el reconocimiento en el Viejo mundo de Islas del Azúcar sino que con ella viajan hacia allá los maestros y oficiales azucareros.
Los canarios que se establecen en Cuba pasan a formar parte de una sociedad abierta al mestizaje. Se empeñarán a la faena en la caña y luego en el tabaco, con jornadas de 16 horas, entre siembras y recogidas de cujes, trabajos en secaderos y en las escogidas, en campos ganados a golpe de machete… Son parte activa, dispuesta a mostrar su indignación ante las injusticias como sucede a partir de 1717 en las afueras de La Habana, respondiendo a los férreos dictados de la Real Factoría de Tabacos. La Insurrección de Los Vegueros la protagonizan quienes se ven sumidos en préstamos de ampulosa usura para poder continuar hipotecados en su trabajo, observando entre indignación e impotencia como otros se enriquecían: los burócratas del monopolio. El alzamiento culmina en 1723 con el fusilamiento de once vegueros, para exhibir a continuación sus cuerpos colgados en el camino del Rancho de Boyeros.
Hacia el desencuentro.
El cordón umbilical con el lugar de origen no se rompe. Se idealiza en la distancia el terreno vernáculo. Si la fortuna sonríe llegan a los puertos canarios preciados regalos, artísticas imágenes y piezas de orfebrería del barroco cubano, como La Cruz de Filigrana de Plata que el religioso Nicolás Estévez Borges envía desde La Habana a sus paisanos icodenses, obra considerada en su género la mayor del mundo, y que ejecuta el platero Jerónimo de Espellosa en su taller de la calle de Los Oficios entorno a 1665.
Los canarios con más suerte participan de manera directa en la sacarocracia, el poderío azucarero que imprime el mayor avance económico de la isla y con el que entra de manera ágil en la modernidad. Recordemos que en 1837 Cuba hace gala de contar con el cuarto ferrocarril del mundo, el de La Habana - Bejucal, casi una década antes que el Barcelona - Mataró, el primero de España. Se irá forjando con mayor rotundidad una identidad nacional que no deja de despertar la codicia y que alimenta sentimientos encontrados. Félix Varela Morales, el celebre presbítero, llega a decir que no se vivía el amor a Cuba ni a España: “sólo hay amor a las cajas de azúcar y a los sacos de café”.
El canario forma parte de la población blanca pero no entiende ni asimila la negrofobía que anida en la ramplona oligarquía, estrecho núcleo de poder que no duda en ejercer ínfulas dominadoras, como lo demuestra en años de cuero que suscitan diferentes sublevaciones. Es el tiempo que suscita novelas como Cecilia Valdés o en él que el mulato José White, el genial violinista, regresa a la Habana con el premio obtenido en el Conservatorio Nacional de París. Curiosamente Cuba podía presumir entonces de otro genial violinista, igualmente negro, Claudio Brindis, y de uno de los más notables pianistas con el mayor reconocimiento europeo, Lico Jiménez, profesor en el conservatorio de Leipzig. La isla y sus gentes vive inmersa en un periodo de contradicciones y de profundos cambios.
El cordón umbilical con España se va adelgazando y amenaza con resquebrajarse ante el pábulo y la mirada aguileña que no ocultan los vecinos de El Norte. La sacarocracia impone sus intereses, con promesas y encendido patriotismo. Casi a la par que La Gloriosa surgeLa Damajagua cubana, en clara referencia al modesto trapiche de los betlemitas. Con el levantamiento que inicia Carlos Manuel de Céspedes se vivirá en Canarias toda una sacudida, que obligará a vivir de sobresalto en sobresalto, sin entender el alcance de la errática estrategia de la tierra arrasada y la reconcentración que impone Valeriano Weyler;el destierro a Fernando Poo de criollos considerados revolucionarios independentistas, proceso que traerá incluso algunos a Canarias; el fusilamiento de los estudiantes de medicina y la respuestas cabal que frente a tan alta ignominia hará el canario Nicolás Estévanez; el avance de los mambises; la voladura del crucero norteamericano Maine; y la contienda final del 98, con la destrucción de la Escuadra de Cervera que se resuelve en 112 días. La guerra, en su largo periodo del 87 al 99 deja un saldo de muertes, desaparecidos y desertores superior a los 200.000 hombres.
Con José Martí y Dulce María Loynaz
Nos cabe el honor de sentirnos unidos a un pueblo, que vio nacer a José Julián Martí Pérez, el hijo de la tinerfeña doña Leonor Pérez Cabrera, un habanero llamado a servir a los ideales emergentes, quien entendió la hondura de la Patria con el común denominador de Humanidad. En el Ejercito Libertador, entre las tropas mambises, figuran canarios de arraigado e indiscutible amor a Cuba. El propio Martí destaca al canario Ignacio Montesinos, con quien coincide en el presidio de La Habana, valorando su búsqueda de libertad y el arrojo de su mirada sin barreras ni ataduras. Muchos canarios lucharon en el Ejercito Libertador. Sangre canaria intensifica su siembra en los campos de Cuba. Amor con amor se paga, diría Martí evocando el tributo inmenso a una causa, que el propio pichón de isleña presiente con claridad como una nueva pérdida ante la fatal actitud de los que precipitan en la sombra la contienda, para “con el crédito de mediador y de garantizador quedarse con ella”.
En el alma de la hija del general Enrique Loynaz del Castillo, autor del Himno Invasor: ¡ A la carga: a morir o vencer !, en el cuidado estilo de la esposa del periodista tinerfeño Pablo Álvarez de Cañas, anidó por siempre el suave y constante latido de la isla de origen, del territorio del isleño que entró en su casa como un tropel de golondrinas de un verano al que siempre quiso retornar partiendo de su casa de El Vedado, un tiempo que esperó como naufraga en una jaula de mármoles neoclásicos, porque ese tiempo y el soplo benefactor del paisaje canario quedó prendido entre el mirto y el laurel del recuerdo en un libro pleno, que vio la luz en 1958.
Tuve la suerte de percibir en la mirada de Dulce María, la pausa y el respeto de un sincero reconocimiento a la honda dimensión del sentir isleño. Lo aprecie por igual en el gesto deGregorio Fuentes, el patrón del buque Pilar, cuando lo saludé en Cojimar. El lanzaroteño, que se hizo cubano con apenas diez años, compartió con Ernest Hemingway aventuras inolvidables, que muchos han tratado de entrever en las páginas de El Viejo y el mar.
La isla es un tesoro para el continente, así lo entendió Bertrand Russel. En el caso canario son un cofre de hondo afán que como Martí saluda a la humanidad, entendiéndola como patria indivisible, como lugar de encuentro y sobre el que no caben injerencias, como así lo quiso ver Pedro García Cabrera. El cubano Pablo Milanes lo expresa al manifestar su amor a la isla en el inequívoco marco geográfico que le distingue frente al espacio continental:Amo esta isla, soy del caribe, jamás podré pisar tierra firme, porque me inhibe.
En el territorio común de la lengua
Muchos isleños perdieron al paso de los años el contorno fiel que delimita su lugar de origen, pero se convirtieron sin percibirlo en depositarios de la misma isla. Reymond Mac-Curdy el autor de Los Isleños de la Louisiana publicado en 1950, recordaba que su interés por ese universo lingüístico surgió a raíz del casual encuentro que tuvo con una anciana en elDelta del Mississipi a la que preguntó de donde procedía, atraído por su particular arcaísmo hispano del siglo XVIII. Ella no lo dudo al decir que procedía de Las Islas. Para aquella mujer Islas no había sino unas, perdidas en el cruce de caminos que un día emprendieron sus antepasados dejando atrás el pequeño universo atlántico para establecerse en tierras deNueva Orleáns, en la parroquia de San Bernardo, en la Terre Aux Beufs, en la Isla deDelacroix, inmersos en la amplitud de los Estados Unidos. El académico don Manuel Alvar, que entretejió una sólida amistad con los isleños de Luisiana, entre ellos con Irvan Pérez, deja constancia en su estudio: El español de los Estados Unidos: diacronía y sincronía, del tesoro que allí encontró y que estudió para dejar constancia firme de tan importante riqueza. “El español que transcribí en la Luisiana es un espléndido español, vivo, riquísimo y expresivo. Español que prodigiosamente manifiesta lo que era cuando se transplantó y que sigue siéndolo ahora (….). Se conservan prehispanismos o lusismos de las Islas, incrustados en un español de noble ejecutoria en el que se han cumplido aquellos procesos de adopción, adaptación y creación que he estudiado en la lengua de Canarias”.
De Cuba llegan oleadas de voces a la orilla canaria; retorna el español acrecentado en el universo caribeño. Manos laboriosas de uno y otro lado entretejen un tapiz de sentimientos con el que se forja una envidiable realidad compartida. Dos dimensiones diferentes se equiparan en las vivencias de cada uno de los miles de protagonistas. La historia atrapa algunos nombres, a los que no duda en encumbrar por su contribución decidida, pero la inmensa mayoría se pierden en los entresijos del tiempo sin alcanzar el particular reconocimiento. Rastreamos esos puntos de coincidencia, de préstamo e influencia continua, en el cancionero popular, en las décimas que se versean entre el campesinado de las maniguas, en las escogidas de tabaco, en las fiestas de nuestros pueblos, como también en las leyendas y en el desarrollo de una literatura de uno y otro lado, como se refleja en el caprichoso discurrir de las brujas isleñas que cruzan el azul océano para indagar acerca del paradero de su compañero, atrapado en el siempre idealizado gineceo de piel mulata, que ha recreado recientemente Elsa López en su novela Las Brujas de la Isla del Viento, con el viaje que realiza Gabina Izquierdo hasta el lecho de su esposo Manuel, que había partido hacia Cuba 27 años atrás.
Los años apuntan al nuevo tiempo para Cuba. La independencia y a su vez dependencia que se establece a partir de 1898 abre una herida profunda en la conciencia de España, y a pesar de los vítores, himnos, y alharacas no se puede ocultar el vértigo que se acrecienta entre la población cubana llamada a enfrentarse a nuevos retos y a vivir nuevos episodios de desencanto e incertidumbre. En Canarias se palpan las consecuencias, con el retorno de muchos que en alto porcentaje lo harán bajo la ingrata consideración de repatriados… A la par que crece la nacionalidad cubana se acrecienta el desconsuelo por un vínculo que se verá sujeto a nuevas consideraciones.
Sentimiento nacional y éxodo migratorio
Pasan los años en una evolución histórica que no por ser ampliamente citada y vivida deja de sorprendernos al pretender evocarla en el vano intento de atraparla en estas breves líneas. La Guerra Civil Española y el triunfo de la Revolución Cubana sobresalen en el largo periodo de la acelerada evolución que se irá experimentado a lo largo del siglo XX. El flujo migratorio se mantiene en las primeras décadas del pasado siglo, salpicado con sucesos tan dramáticos como el hundimiento del Valvanera en 1919. La emigración a Cuba va perdiendo peso si bien no se verá interrumpida definitivamente. Hoy viven en Cuba unos 3.000 canarios (nacidos en el Archipiélago), que en más del 70 % conservan la ciudadanía española, a los que anualmente el Gobierno Canario presta una particular atención, y dentro de la disparidad de cifras que se barajan en las referencias estadísticas se suele citar como válida la de un millón de descendientes de los emigrantes isleños.
Hoy Cuba, con sus más de 11 millones de habitantes en la isla, de los que 2,2 residen en La Habana, completa su realidad en la interminable suma de la sangría migratoria, unos 3 millones, pueblo disperso que es protagonista de un proceso incesante que lejos de disminuir ha aumentado en la última década
Cuba vive y desarrolla una particular experiencia, que configura hasta el presente su controvertida posición en el contexto internacional. Hablar de Cuba obliga a citar el denodado esfuerzo de sus gentes por preservar la dignidad, inmersas en el hervidero de problemas económicos y sociales. Exige a su vez valorar el entramado geopolítico en el que se ha situado y se le sitúa, obliga a mencionar el ingente caudal de cubanos dispersos por el mundo, fundamentalmente en EEUU, y evidentemente en España, segundo destino, siendo Canarias una de las referencias más sobresalientes en el cómputo siempre abierto que aglutina a la diáspora.
Cuba ha vivido sujeta al denominado socialismo de estado, experimento continuo y sometido a una permanente adaptación, con inflexiones notables como la que se produce a partir de 1990/91 con la caída de la Unión Soviética y la entrada en el denominado periodo especial, que supone la pérdida de casi 5 mil millones de dólares que cada año concedía la URSS bajo el esquema de exportaciones garantizadas - azúcar y frutos a cambio de petróleo- y que le imprime un nuevo matiz a su largamente mantenido aislamiento económico. En la pantalla internacional se aportan logros sobresalientes en educación, en sanidad, en las heroicidades deportivas… Los cubanos desarrollan el sorprendente ingenio que les lleva a dar nuevas referencias a un verbo, inventar, con el que llegan a resolver lo inimaginable en un mercado interno nada transparente. Los vaivenes del mercado del azúcar, y de los otros rublos,utilizando la terminología de la isla: el café, el cacao, el tabaco, los minerales, y sobretodo el turismo, no dan plenas garantías a la utópica autarquía que quiere marchar unida a un proceso de intercambio.
El pueblo vive en permanente agitación bélica y no ha cesado la llamada que le incita a respaldar la contribución del país en la esfera del movimiento de los autodenominados No Alineados que le lleva a una gravosa implicación que hará constante su intervención en la esfera internacional respaldando movimientos de liberación en África, América y Asia en los años 70 y 80. En el proceso se trata de inculcar nuevos bríos con la apuesta gubernamental por desarrollar producciones en avanzadas áreas, como la biotecnología. Las condiciones de vida en la Isla dan un nuevo paso hacia el desencuentro, percibiendo el frecuente retroceso. Entre los referentes cabe citar el encierro en la Embajada de Perú y la posterior salida desde Mariel, así como el Maleconazo y el movimiento de los balseros, junto a otros episodios que trascriben sin quiebro alguno el descontento creciente de una parte nada despreciable de la población. La respuesta gubernamental y las algaradas callejeras en pronta clasificación de contrarrevolución no se harán esperar en repetidas ocasiones, tratando de minimizar la hondura de la creciente inquietud y los movimientos que bajo la referencia de los derechos humanos y en la canalización activa de una renovada juventud han ido surgiendo y se recogen bajo el epígrafe de otros episodios.
Economía en permanente desequilibrio
La economía de la isla toca fondo en el periodo de 93-95, y según el emisor de los análisis, la Cuba Oficial o la Cuba Real, estará de una parte levantando el vuelo, con perspectivas positivas: el turismo se incrementa en un 12 %, el comercio exterior se eleva en un 27,9 %..., o se acrecienta en la holgura del distanciamiento crítico, registrando el pasado año un incremento en las importaciones de bienes superior al 43,8 % frente a un incremento del 2,1 % en las exportaciones. En ambientes más sosegados se reconoce definitivamente el permanente desafío cubano, con la voluntad declarada de hacer revertir esa situación, produciendo más para sustituir las importaciones y avanzar hacia la supervivencia económica, como así ha declarado el vicepresidente Ricardo Cabrisas.
Cuba exporta azúcar, tabaco, productos de la pesca, cemento, ron, productos biotecnológicos, y minerales como el níquel, que ha registrado el contagioso descenso consustancial en estos años, llegando a unos 70.400 toneladas el pasado año, con la vertiginosa caída de precios: aportó 552 millones de dólares frente a los 2.700 millones del año anterior. Conviene recordar que Cuba es la tercera reserva mundial de níquel y que en cuanto al cobalto la isla aporta el 10% de la demanda mundial. Tampoco se ha de olvidar que el país está inmerso en un amplio programa de restructuración de la industria azucarera, con la aplicación de avanzados sistemas de alta tecnología, y que se están contemplando acciones de clara orientación farmacéutica y biotecnológica.
Hacia el exterior la cruda realidad se disfraza, e inevitablemente surge, a manera de espita salvadora, un lenguaje encubridor de inconfundibles rasgos teatralizantes, con los que se quiere impresionar y ganar la complicidad que permita tender nuevos lazos en pos de un apoyo que se fundamenta en la correspondencia solidaria. No se escatiman las referencias al embargo norteamericano, la interpretación muchas veces parcial de la Ley Torricelli, y la esperanza de un nuevo tiempo con la llegada a la presidencia norteamericana de Barack Obama, el Premio Nobel de La Paz del presente año. Los movimientos de defensa de los Derechos Humanos, como las Madres de Blanco y su movilización pacifica y vindicativa, lamentablemente contestada; la manifiesta inquietud que muestra la juventud isleña con una sobresaliente creatividad; o la renovada y abierta posición al diálogo que exterioriza buena parte de la población cubana que reside en el exterior, sobre todo en EEUU, hace entrever que más temprano que tarde se tendrán que dar pasos hacia un futuro que avance en pos del ineludible encuentro, finiquitando con el distanciamiento que se ha producido a lo largo de casi medio siglo.
Un año después del relevo en familia de Fidel, con los recientes ecos del multitudinario concierto habanero Por La Paz promovido por Juanes, nos atrevemos a analizar desde Canarias el flujo de retorno, isleños y otros cubanos, que si bien se inicia en los años sesenta ha cobrado un mayor registro, de alta intensidad, desde las ultimas décadas del pasado siglo. Un fenómeno que resultaría inimaginable para nuestros padres y abuelos, los protagonistas del amplio éxodo migratorio vivido en el Archipiélago, que enlazó para siempre a una y otra orilla.
Canarias, atenta al hecho cubano
No hemos permanecido ajenos a lo que allí sucede. En estos años Canarias ha dado claras muestras de interés y de implicación en Cuba, con todos los matices que se quiera. Sería prolijo relatar los múltiples encuentros, los hermanamientos, las aportaciones y proyectos que se han ejecutando, las acciones de carácter solidario que se han ido desarrollando, hecho que no nos puede hacer obviar los deleznables episodios de clara magnitud punitiva protagonizados afortunadamente por unos pocos, que amparados en la complacencia han dado cuenta de turbias motivaciones, con comportamientos atentatorios a la dignidad del cubano y del canario.
Al comienzo de los años 80 del pasado siglo se establece en Santa Cruz de Tenerife la Asociación de Amistad Canario Cubana José Marí. Es de justicia mencionar al humanista tinerfeño Francisco González Casanova, que supo desarrollar a lo largo de su vida una ejemplar actividad, negándose a que el nexo canario-cubano palideciera y sucumbiera en el olvido, para lo que tuvo que hacer frente con especial valentía y tenacidad a los acontecimientos. Paco Casanova, distinguido en su Orotava natal, a título póstumo, como Villero de Honor, tendió puentes para el sólido reconocimiento y propició un dialogo fluido y sincero, ajeno a toda injerencia política. Su afable hizo posible el encuentro de las nuevas generaciones con personalidades de la talla de Dulce María Loynaz, de Alicia Alonso, de Nicolás Guillén, de Vilma Espín, etc. En 1986 los periodistas Martín y Carmelo Rivero y el historiador Julio Hernández relataron la magnitud de su obra en el libro Cuba en Canarias: Casanova, el amigo isleño de Fidel Castro. Siguiendo la estela de los renovados pasos renace en La Habana el afán por aglutinar a la colectividad canaria con la creación de la Asociación Canaria Leonor Pérez y el resurgir de una red de 14 delegaciones distribuidas por todo el país, dando continuidad a la sobresaliente labor que durante muchas décadas había desarrollado la Asociación Islas Canarias, que puso en pie el centro asistencial Quinta Crespo.
En estos años de particular encuentro Canarias ha desarrollado en Cuba acciones comerciales de interés, en áreas como el turismo; se ha explorado la participación en el ámbito de la pesca, de la enseñanza, de la colaboración científica, en el intercambio artístico, en el desarrollo de proyectos en parcelas como la agricultura y la ganadería... Diferentes organizaciones no gubernamentales han llevado a Cuba programas de cooperación al desarrollo en diferentes campos, y numerosos particulares se han convertido en singulares cooperantes, sorteando con habilidad los muchas veces férreos esquemas del país.
Para los canarios de hoy Cuba no es un mero espacio en la encrucijada de caminos que se entrelazan con el universal patrimonio de la lengua. Puede que el desencanto vivido por la afanosa búsqueda de un universo idealizado en la distancia para los que parten con la disciplina de los esquemas allá forzosamente asumidos, y que los síntomas de agotamiento que se perciben de cuantos aguardan el encuentro y la reorientación firme hacia el mundo de lo posible, hagan que se denote un momentáneo letargo.
Cuba fue para los canarios la isla siempre encontrada, el Samborondón trubado al que pudieron acceder con seguridad plena de que iban a ser acogidos y en él que iban a sentirse como en casa, porque aquel lugar pasaría a formar parte de su universo, primero idealizado y poco a poco inmerso en el imaginario colectivo, con sus bondades y penurias. Nuestra gente conoció y por ello valoraron siempre las ventajas de su amplitud y las múltiples posibilidades que allí el azar podía depararles.
La definición del futuro corresponde a cada pueblo, sin ingerencias externas. Se construye con el cúmulo de esfuerzos, con las tentativas y proyectos que se van desgranando en el continuo caminar. Se basa en el patrimonio atesorado al cabo de los años. Los canarios, como uno de los múltiples sumandos de la realidad cubana, cuentan con una herencia y firmeza sobresaliente, patrimonio que en el ámbito amplio del hecho cubano distingue al isleño. La tosquedad de su trabajo no empequeñece las muchas virtudes que engloba esa referencia, que afortunadamente no se ha diluido entre valles y sierras, ni ha quedado atrapada en un sumando más de la compleja realidad cubana.
Cuba merece el mejor de los futuros, como Isla que ha dado continuidad y los mejores horizontes de progreso a Canarias.
Canaarias- España. Dic. 2009
Me parece un trabajo ordenado y racional que analiza unas relaciones ancestrales entre ambos Archipiélagos atlánticos
ResponderEliminar