Por Miguel Leal Cruz
Proyecto de libro a editar por el autor.
Determinados contenidos aparecidos en el libro de reciente publicación “Los últimos de Cuba” del periodista palmero Carlos Fuentes (Editorial Idea-Quinta Columna), obliga a reconsiderar la figura de este militar español con protagonismo en Canarias y sobre todo en Cuba: Valeriano Weyler y Nicolau. El autor, recopilador de eventos canarios en la perla antillana, al hilo de lo que apunta uno de los entrevistados, añade “también lamentar que, a día de hoy, la plaza más noble de Santa Cruz de Tenerife tenga el nombre de uno de los personajes más infames que ha llevado España a Cuba, como es Valeriano Weyler, y que no haya un sitio público que reconozca la importancia que ha tenido Canarias en Cuba, y no se sepa quién es José Martí, o Ernesto Lecuona". Se considera, no obstante, que los mencionados sí son conocidos y bien, a tenor de lo escrito y divulgado sobre su protagonismo…
No es fácil ahondar en la personalidad de este militar español a la vieja usanza. Si bien, como se han abordado aspectos de él mismo en virtud de alguna investigación al efecto (publicada), procuraremos “un retrato” lo más objetivo posible, siempre teniendo en cuenta la fecha y circunstancias en que le tocó vivir (y actuar).
Como se dijo en otro momento, la nueva Ley de Defensa, puesta en vigor por el gobierno socialista (hoy se aplica con rigor) para regular la participación o envío de unidades de nuestras Fuerzas Armadas en intervenciones en el exterior (que se conoce por parentesco con estos profesionales), nos retrotrae a otros eventos pasados y a sus responsables políticos o militares, que causaron nefastos perjuicios a España: Guerra de Cuba (Reconcentración), Marruecos (Annual)…
Los que creen conocer la Historia (con mayúscula), consecuencia de profunda ordenación y estudio a la par que objetividad, les resulta difícil definir la actuación de determinados personajes, ya inmersos o que forman parta de ella por su destacado protagonismo en alguno de sus entramados. Nos referimos, en concreto, a este militar que con grado de general ha quedado vinculado a Canarias y en particular a la Isla de Tenerife, por destinos en esta región (a él se debe la creación del edificio de Capitanía y aledaños), premiado con un marquesado que lleva el título y nombre de dicha isla concedido a propuesta de los más destacados representantes locales e institucionales, en aquel momento. Era apreciado igualmente por otros profesionales subordinados e incluso por los soldados (a los que concedía permisos semanales por prestaciones extras al Ejército)
Los que creen conocer la Historia (con mayúscula), consecuencia de profunda ordenación y estudio a la par que objetividad, les resulta difícil definir la actuación de determinados personajes, ya inmersos o que forman parta de ella por su destacado protagonismo en alguno de sus entramados. Nos referimos, en concreto, a este militar que con grado de general ha quedado vinculado a Canarias y en particular a la Isla de Tenerife, por destinos en esta región (a él se debe la creación del edificio de Capitanía y aledaños), premiado con un marquesado que lleva el título y nombre de dicha isla concedido a propuesta de los más destacados representantes locales e institucionales, en aquel momento. Era apreciado igualmente por otros profesionales subordinados e incluso por los soldados (a los que concedía permisos semanales por prestaciones extras al Ejército)
Sobre su polémica intervención en la campaña cubana se contraponen diversos
criterios que la misma la historia en sus pronunciamientos universitarios ha definido lo más objetivamente posible (es deber de todo historiador). Se ha dicho que Weyler fue ante todo un militar de su época y, por ello, consecuente y efectivo como tal, de que hizo gala en todos los actos profesionales en los que participó (no es lo mismo una actuación en el siglo XIX que en el XXI, al menos en España). Así parece probado tanto como subordinado o con el mando supremo que ostentará en la definitiva guerra cubana alentada por intereses ajenos a España desde una potencia emergente: Estados Unidos.
criterios que la misma la historia en sus pronunciamientos universitarios ha definido lo más objetivamente posible (es deber de todo historiador). Se ha dicho que Weyler fue ante todo un militar de su época y, por ello, consecuente y efectivo como tal, de que hizo gala en todos los actos profesionales en los que participó (no es lo mismo una actuación en el siglo XIX que en el XXI, al menos en España). Así parece probado tanto como subordinado o con el mando supremo que ostentará en la definitiva guerra cubana alentada por intereses ajenos a España desde una potencia emergente: Estados Unidos.
Distinto puede resultar su carácter y personalidad, que es propia de cada ser humano
considerado individualmente, por la fama de “duro” que como tal aún se le recuerda. Militar de profesión en el más amplio sentido en que esta actividad era considerada en su tiempo, por la concepción que se tenía de la guerra y las circunstancias que la acompañaban durante un siglo de variadas intervenciones propias en África y América a más de las habidas en territorio español. O las que tuvieron lugar en el ancho mundo como las napoleónicas, franco-prusiana, yanqui-confederada o hispano-cubano-norteamericana, entre otras que vendrán más tarde…
El concepto honor militar y valor militar eran comunes en la época y tenido en alta estima dentro del régimen clasista implícito a aquella casta que, con ordenamiento propio, disponían estos profesionales de la guerra. El permanente antagonismo entre políticos y militares fue otra constante del siglo XIX, decisivo a la hora de imprimir carácter a este estamento privilegiado. Actuaba, a veces, con plenos poderes y decisiones, en clara desobediencia y enfrentamiento con la autoridad política. Se llevaba a cabo en variadas ocasiones a través de los acuñados “pronunciamientos” tan en boga en España. Acción ésta que resultará, en su concepto y en su plasmación, extensiva a los países del área iberoamericana que por cultura común dieron nombre global a esta conducta, para convertirla en tópico universal por otros ejércitos en la asunción del poder civil: “los pronunciamientos militares” (al igual que el de “guerrilla”)
considerado individualmente, por la fama de “duro” que como tal aún se le recuerda. Militar de profesión en el más amplio sentido en que esta actividad era considerada en su tiempo, por la concepción que se tenía de la guerra y las circunstancias que la acompañaban durante un siglo de variadas intervenciones propias en África y América a más de las habidas en territorio español. O las que tuvieron lugar en el ancho mundo como las napoleónicas, franco-prusiana, yanqui-confederada o hispano-cubano-norteamericana, entre otras que vendrán más tarde…
El concepto honor militar y valor militar eran comunes en la época y tenido en alta estima dentro del régimen clasista implícito a aquella casta que, con ordenamiento propio, disponían estos profesionales de la guerra. El permanente antagonismo entre políticos y militares fue otra constante del siglo XIX, decisivo a la hora de imprimir carácter a este estamento privilegiado. Actuaba, a veces, con plenos poderes y decisiones, en clara desobediencia y enfrentamiento con la autoridad política. Se llevaba a cabo en variadas ocasiones a través de los acuñados “pronunciamientos” tan en boga en España. Acción ésta que resultará, en su concepto y en su plasmación, extensiva a los países del área iberoamericana que por cultura común dieron nombre global a esta conducta, para convertirla en tópico universal por otros ejércitos en la asunción del poder civil: “los pronunciamientos militares” (al igual que el de “guerrilla”)
Pero ¿Qué ocurría en Cuba, tras el enconamiento de la guerra a partir de 1895?
Los relativos éxitos del General Martínez Campos tras El Pacto de Zanjón, complicaron la situación social en aquella posesión querida y arraigada con España desde mucho antes. El mismo Martínez Campos, que ya intuye la pérdida de la isla, solicita sea sustituido en el gobierno y jefatura del ejército por otro general de prestigio que también conocía Cuba; el mismo Weyler, que asumirá las riendas del mando supremo el 12 de febrero de 1896 en breve acto de toma de posesión en la Capitanía General de La Habana, sin apenas acto protocolario alguno.
Con táctica netamente militar intenta cambiar, por todos los medios, el signo adverso de los acontecimientos al aplicar nuevos métodos, considerados bárbaros (pero ya puestos en práctica en las reservas indígenas de Norteamérica), contra los insurrectos y elementos no adictos a la causa española; llegaron a su punto culminante en el Bando de Reconcentración firmado, el 21 de octubre del mismo año, pero con efecto mucho después de su toma de posesión al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y yanquis, orden que disponía: todos los habitantes en los campos o fuera de las líneas de fortificación (se refería ya a la creada por él desde Mariel a Majana, fortificada y electrificada) y de poblados, se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas, proceder encomiable como táctica militar Era previsible la sospecha que ahondar en la figura de este polémico militar decimonónico producía ampollas, entre cubanos fundamentalmente. Se recibe nota de un exilado cubano en Suecia, escritor y editor, Carlos Estefanía, director de la Web CubaNuestra, en la que alaba el artículo (y La Gaceta de Canarias, que lee en Pdf) cuando apunta que el debate aparece controvertido para españoles, “que no para cubanos”, aclara.
Con táctica netamente militar intenta cambiar, por todos los medios, el signo adverso de los acontecimientos al aplicar nuevos métodos, considerados bárbaros (pero ya puestos en práctica en las reservas indígenas de Norteamérica), contra los insurrectos y elementos no adictos a la causa española; llegaron a su punto culminante en el Bando de Reconcentración firmado, el 21 de octubre del mismo año, pero con efecto mucho después de su toma de posesión al ver clara la concomitancia entre población civil con rebeldes y yanquis, orden que disponía: todos los habitantes en los campos o fuera de las líneas de fortificación (se refería ya a la creada por él desde Mariel a Majana, fortificada y electrificada) y de poblados, se reconcentrarán en el término de ocho días en los pueblos ocupados por las tropas, proceder encomiable como táctica militar Era previsible la sospecha que ahondar en la figura de este polémico militar decimonónico producía ampollas, entre cubanos fundamentalmente. Se recibe nota de un exilado cubano en Suecia, escritor y editor, Carlos Estefanía, director de la Web CubaNuestra, en la que alaba el artículo (y La Gaceta de Canarias, que lee en Pdf) cuando apunta que el debate aparece controvertido para españoles, “que no para cubanos”, aclara.
En efecto es entre historiadores (contemporáneos) cubanos donde más abundan los detractores en torno a la figura y actuación en Cuba del General Weyler como militar profesional y su política bélica en la Isla.
Se analizan desde diversas fuentes estimaciones sobre el número de fallecidos en estas concentraciones, difícil de cuantificar toda vez que no existían registros de los muertos y sus causas. Carlos M Trelles y Govín, historiador cubano, afirma que por estas causas murieron "no menos de 300.000 ", incluyendo al parecer los residentes habituales de las ciudades, antes de la medida, y que no fueron reconcentrados como tales, y los que murieron "por incumplir la orden" y quedar a merced de las dificultades de subsistencia derivadas de la propia guerra (política de tierra quemada en ambos bandos)
La mayor parte de las fuentes de la época están de acuerdo en la cifra de 50 mil desaparecidos sólo para la provincia de La Habana. El político y abogado español Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, habla de 300 mil reconcentrados agonizantes y famélicos muriendo de hambre y de miseria alrededor de las poblaciones en las que fueron reagrupados (fuente esta creíble). Otro célebre político e intelectual de ideas progresistas, en la contienda por el poder en España a principios del pasado siglo, José Canalejas, afirmó en un contexto político "que aún antes de terminada la guerra cubana, entre los muertos caídos en el campo de batalla, por hambre, enfermedades y la reconcentración decretada por Weyler, ascendían aproximadamente a la tercera parte de la población rural de Cuba".
A este respecto, otro historiador cubano actual, José Cantón Navarro, en edición “El Yugo y La Estrella”, apunta que “la monstruosa medida no dio los resultados que España esperaba”. Si bien es cierto que aniquiló gran parte de la población civil y causó estragos entre las filas insurrectas. También obligó a miles de hombres, cubanos o vinculados a Cuba, a tomar las armas contra la metrópoli y provocar a su vez una ola de “indignación contra España en muchos países del mundo”. No obstante, no menciona la ingerencia norteamericana, y sí afirma que el curso de la guerra siguió favoreciendo a las armas cubanas, cesando la reconcentración hacia marzo de 1898 una vez sustituido Weyler, en pro de la política pacifista (del gobernador Blanco) impuesta desde Madrid por las circunstancias.
Es evidente que la estrategia bélica seguida por nuestro general en jefe, nunca puede constituir una solución ideal, al menos en el momento avanzado de la guerra en la que fue dispuesta. No hizo más que exacerbar el ánimo de aquellos que combatían con el ideal de la Cuba independiente, azuzados por propios intereses de los Estados Unidos, y a la par de los que mantenían la españolidad de la Isla.
El sufrimiento de sus familiares recluidos, reconcentrados o abandonados a su suerte, no habían hecho otra cosa que incentivar aún más el esfuerzo para expulsar a los españoles de la isla. Estos métodos expeditivos nunca han obtenido el resultado deseado y así lo hemos visto en otros momentos de la Historia: Las reservas indias en Norteamérica, años antes, o los campos de exterminio nazis, régimen sudafricano o camboyano…, después…
Esta política, netamente militar del general Weyler, haciendo uso del maquiavelismo más extremo con un objetivo y finalidad: ganar la guerra a la que los políticos españoles enviaron como general en jefe; Es claro, no obtuvo el resultado deseado por distintas circunstancias adversas. La suspensión de las labores agrícolas y el abandono de la vida en el campo, incrementó el número de adeptos que se suman a la causa cubana, a lo que añadimos la destrucción económica de todos los factores de producción que perjudicaba a ambos bandos. La desesperación, miseria, muerte y caos que sigue es "el caldo de cultivo" esperado y deseado por la caterva de periodistas yanquis afincados en la isla que servían puntualmente la noticia, claramente interesada y partidista, a sus rotativos norteamericanos, especialmente al notable The Word , y que como agencias de noticias de la época catapultaban sesgadas observaciones al mundo más desarrollado de la época, especialmente Europa y América. Es claro producen el efecto que buscaban desde el inicio: "el tópico de la crueldad española en América desde la conquista cuatro siglos antes y que tan claramente tenía, a su manera, el mundo anglosajón en la versión propia de las obras del padre Fray Bartolomé de Las Casas en su denuncia “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” ". Mas ¿qué diferencia con la practicada por ingleses…, entre otros imperios coloniales de la época? Esta es la realidad histórica y sus conexos.
La presión periodística, diplomática y política sobre Valeriano Weyler, a lo que se une el acontecimiento nefasto para la historia de la España contemporánea como fue el asesinato de Canovas del Castillo (cometido por el anarquista italiano Angiolillo que días antes había contactado en Londres con agentes cubano-yanquis…), dio totalmente al traste con el deseo de este general, encomiable desde cualquier opción lógica para un militar de la época (Napoleón en Austria, a principios del siglo, ante los 300 mil cadáveres del campo de batalla, no se inmutó) cual fue su propósito de ganar la Guerra de Cuba prácticamente perdida cuando tomó el mando de las operaciones el 12 febrero de 1896; en cuya misión (por dos años) puso el máximo empeño cumpliendo órdenes superiores como militar en jefe… Una vez que regresa de Cuba, volvió a desempeñar importantes cargos militares; actuó con energía en el levantamiento civil que tuvo lugar en Barcelona en la conocida Semana Trágica (1909) contra la guerra de África, y murió en Madrid próximo al siglo de existencia, que denota la excelente salud de que siempre hizo gala. Llegó por ascenso escalafonal al grado de Capitán General. Escribió y editó en torno a 1910 “Mi mando en Cuba”, donde trata de justificar su actuación militar en aquella Isla, al tiempo que acallar la crítica a su gestión durante su mando
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