24 de junio de 2010

WEYLER. HOMBRE O DEMONIO Cap.V

LIBRO PROYECTADO SOBRE Valeriano WEYLER

BORRADOR


TAPA PARA EL LIBRO


Tapa posterior (en fase de diseño)
Leyenda sinóptica con imagen de fondo y en recuadro, trochas, carga mambisa, incendio tea, destrucción bienes económicos.
Y Maine.


METODOLOGÍA PARA ESTA EDICIÓN A SEGUIR EN TODO EL CONTEXTO.

INTERCALAR PRENSA DE LA ÈPOCA: CONTRASTAR DOCUMENTOS.
DOCUMENTACIÓN DIPLOMÁTICA EN ESPAÑA, CUBA Y ESTADOS UNIDOS. FUENTES CUBANAS, FUENTES ESPAÑOLAS.
AÑADIR OTRAS NOTAS DE A PIE DE PÁGINA…

PERIODISMO HISTÓRICO
Periodismohistoricosl.blogspot.com

Prólogo.

José Manuel Clar Fernández

CONTENIDO PREVIO EN CAPÍTULOS
BORRADOR

A MODO DE INTRODUCCIÓN.

I.- VALERIANO WEYLER: ORIGEN, INFANCIA Y FORMACIÓN MILITAR.

II.- MISIONES EN SANTO DOMINGO Y CUBA. CAPITANÍA DE CANARIAS (18--) Y DE FILIPINAS (18--).
Campaña Santo Domingo, amistad profesional con Máximo Gómez. Asedio de Bayamo, Cuba.
SC Tfe. Construcciones militares. Edificio Capitanía, y otros aledaños. Marquesado. Relaciones sociales. Plaza…

III.- GUERRA DE CUBA (1895-98). PROTAGONISMO MÁXIMO
(aspectos ya analizados, que serán parcialmente reestructurados)
A.-ANTECEDENTES PREVIOS AL PROCESO.
B.-GUERRA DE INDEPENDENCIA CUBANA
C.-WEYLER EN CUBA, ÉXITOS PRELIMINARES
D.- GUERRA TOTAL A LA DESESPERADA: MACEO Y GÓMEZ
E.-POLÍTICA DE RECONCENTRACIÓN. TROCHAS Y POBLACIÓN RURAL

IV.-CESE DE WEYLER. PRENSA USA Y AFFAIRE MAINE

V.-PREVISIBLE FINAL BÉLICO SIN LA INJERENCIA USA.

VI.-EFECTOS DE LA PÉRDIDA DE CUBA EN CANARIAS.

VII.-WEYLER EN ESPAÑA, MINISTRO DE LA GUERRA.
Contactos con El Rey, en torno a Primo de Ribera, prensa, Javier Tussel, Secundino y Nicolás. Millán Astray.

VIII.- CAPITANÍA GRAL. DE CATALUÑA. SEMANA TRÁGICA.

IX.-ANÁLISIS POLÍTICO, DESDE PERSPECTIVA HISTÓRICA Y PERIODÍSTICA. ETAPA FINAL DE SU VIDA.

CONCLUSIÓN.

Otro capítulo decisivo.
(ahora en estructura)

V.-PREVISIBLE FINAL BÉLICO SIN LA INJERENCIA USA.

Al hilo de lo expuesto en capítulo precedente, y ya cesado Weyler, sustituido por el Gral. Blanco, y lejos aún la imprevisible intromisión bélica directa de EE.UU, desde Madrid con fecha 15 de noviembre de 1897, la Regente María Cristina, a instancia de los liberales en el poder tras el asesinato de Cánovas en San Sebastián, firmaba para Cuba varios Reales Decretos de inmediata aplicación.
Se pretendía con urgencia retomar las riendas en la política cubana, tras desesperada guerra. Disposiciones estas que hacían extensivo a los cubanos los mismos derechos que los españoles tenían en territorio nacional, y con igual efecto a los que establecían las leyes electorales. Asimismo se establecía la reformulación del proyectado gobierno autónomo en la isla, una vez que las Cortes lo aprobaran. VER PRENSA AL RESPECTO…
Este encomiable deseo de buena voluntad para contentar a los cubanos y mantener la administración en la isla, tras los recientes enfrentamientos entre disidentes y españoles, llegaría tarde como se apunta anteriormente.
Philips S. Foner, citado, analiza con meticulosidad este polémico proceso al seguir los acontecimientos desde cronología de los hechos; y a partir de la firma de los citados decretos por la Reina María Cristina, bajo directriz del gobierno de Sagasta. Dice este historiador americano que uno de los decretos del Gobierno español establecía la mecánica (sic) a seguir para el gobierno autónomo, para la isla antillana, tenía previsto un Consejo de Administración de 35 miembros, y una Cámara de Representantes, elegida por los votantes más calificados de la isla, de los que 17 del Consejo serían electos; dieciocho nombrados por el Gobernador General y todos ellos a la espera de la decisión desde Madrid con visto bueno de la Corona. Igualmente, el Parlamento cubano tendrá poder para legislar en materia de justicia, de orden público, de hacienda, obras públicas, educación, agricultura, administración civil; así como en distribución provincial, municipal y judiciaria, salud pública, crédito oficial, banca y sistema monetario en base a la peseta…
El Gobernador General, a elegir, estará al mando del ejército y la armada y, también, podrá legislar aspectos concernientes a “la colonia”; podrá suspender el Parlamento a elegir, por un periodo máximo de tres meses, e incluso podría vetar cualquier disposición o ley que afectara el “interés nacional”. Se aprecia la prudencia del Gobierno español progresista a la hora de conceder demasiados poderes a instituciones autónomas que fueran, en principio, netamente cubanas.
Desde la edición española de Foner, La guerra hispano-cubano-americana y el nacimiento del imperialismo norteamericano (1895-1902), traducida por Encina Bodegón Velasco desde el original, editada por Akal (Nota Akal, editor, Barcelona 1975) se dice: El gobierno interior retendría el derecho a determinar el “gasto soberano” de la isla. Los tratados de comercio que afectasen a Cuba serían hechos por Madrid, “con la cooperación de delegados especiales debidamente autorizados por el gobierno colonial”. El reparto de España y Cuba de la presente deuda nacional, así como la que se derivase aún de la supresión de la insurrección, sería determinada por las Cortes españolas. Cuba y España tendrían iguales poderes en el establecimiento de reducciones mutuas de aranceles. (Nota) Foner, La guerra hispano-cubano-americana y el nacimiento del imperialismo norteamericano. 1895-1902, citado, p. 151, que el autor toma de fuentes diplomáticas: United States Foreing Relations Reports, 1898, p. 616 y s.
España con su gobierno liberal intuía que si se concedía una amplia autonomía a Cuba, aceleraría de paso otro inmediato proceso de carácter emancipador, extensivo a su vez a posesiones en el Caribe, Puerto Rico, o en el Pacífico, Filipinas, Marianas, Carolinas o Palaos, sospechando también que influyera en determinadas instituciones de Islas Canarias con mismo fin. De ahí que esta incipiente proceso autonómico para Cuba fuese mal acogido por mayoría de cubanos, sino por la administración norteamericana que no cejaba en su plan de anexionar o en todo caso influir en la “Mayor de las Antillas” en pro de sus importantes intereses económicos en la misma isla desde casi 20 años antes.
Es por esto que todo este ritual “autonomista” con reformas políticas, incluso inferiores, según Foner (que igualmente recoge Hugt Thomas) NOTA, a las que disfrutaba Canadá como posesión británica, finalmente resultó tan poco aceptable para cubanos y residentes en la isla, que realmente fue inviable. Alegaban los detractores que en todos los supuestos España retenía la autoridad decisoria y ejecutiva final.
Mantiene Foner que “incluso si España hubiera sido más sincera en mantener los principios de autogobierno, éstos habrían llegado demasiado tarde y, además, insuficientes”. Lo cierto es que la autonomía no prosperaba; el partido político NOTA que la había propugnado y defendido, decaía paulatinamente y que en La Habana, en aquel momento, no llegaban a 50 los integrantes del mismo que estuvieran de acuerdo en su viabilidad. A decir de Máximo Gómez, artífice en la guerra, desde Key West, señalaba en un artículo de prensa independentista, periódico El Yara, que España acudía a los autonomistas para salvar la crisis…, porque estos no tenían apenas influencia entre la mayoría del pueblo cubano víctima de reciente y cruel guerra…
Blanco, el sucesor de Weyler en el mando por las circunstancias apuntadas ajenas a nuestro protagonista, en su conciliatoria y buena intención para con los rebeldes cubanos, invitándoles a deponer las armas y aceptar la autonomía, fracasaron estrepitosamente. La prensa norteamericana, siempre litigiosa y anti-española, llegó a publicar que el general Blanco extrajo del Banco de La Habana la cantidad de 380.000 dólares para “convencer” a loslíderes cubanos en la Provincia de Santa Clara, según George W. Auxier, que cita Foner, y a los que se ofertaba puestos de mando en el ejército español. La negativa de Máximo Gómez a aceptar cualquier fórmula que no fuese la independencia, a su vez era avalada por la administración norteamericana, también interesada en la contienda.
Gómez, que como queda dicho fue compañero de armas de Weyler en Santo Domingo, año 186--, llega a decir que entre este y Blanco es difícil determinar cual de los dos era más indigno. Comentarios de despecho hacia la táctica militar de Weyler a la que tuvo que enfrentar con reconocido temor en el campo de batalla centro-oriental durante todo el año 1896 y principios de 1897. Consecuencia del asedio a que fue sometido por Weyler, indirectamente fue causa en la muerte de su homónimo Maceo en la localidad de San Pedro, cuando este se dirigía al auxilio de las huestes de Máximo Gómez, cuya presencia física demandó hallándose en Pinar del Río, ante el incesante acoso del general español en el otoño de 1896. NOTA MI LIBRO CANARIAS CUBA…
El enfrentamiento bélico, ideológico o político entre ambas opciones, la española con la autonomía y la cubana de abierta oposición, persistía para estas fechas, hasta el extremo que desde el bando insurreccional se publicó una orden por la que sería fusilado cualquier emisario español que intentara sobornar o aleccionar a alguno de los jefes cubanos rebeldes… Esto se plasmó en algunos hechos determinados como el sufrido por el coronel español Joaquín Ruiz, enviado por el general Blanco para poner en conocimiento de los insurrectos la concesión de la autonomía por el gobierno español; fue capturado, considerado prisionero de guerra y, más tarde ejecutado a pesar que era portador de derecho de inmunidad como enviado a parlamentar…; según datos de valija del Departamento de Estado USA, La Habana, el 8 de enero de 1898, Nacional Archives. VER PRENSA ESPAÑOLA, por nexos con otra causa...
España y su Gobierno, a pesar de que su proyecto autonómico no era aceptado en casi ningún sector de la sociedad cubana ni en sus estructuras económicas (la mayoría en manos de españoles) persistió en su ideado plan de formar un Gobierno cubano autónomo. Y aquí aparece nuevamente el quehacer y la personalidad de Valeriano Weyler.
El primer gabinete cubano autónomo, conformado y a iniciativa de Ramón Blanco, con directriz y visto bueno del gabinete Sagasta en Madrid, tomó posesión el 1 de enero de 1898 + seguir a Foner, 183, porque, al objeto de agradar a los cubanos y convencerles del peligro de una emancipación de España, para caer bajo el poder norteamericano, se excluyó a cualquier miembro del Partido Conservador cubano seguidores de la línea dura que patrocinaba Weyler con los más ultra españoles. La buena intención de Blanco fracasó seguida de disturbios callejeros al mando de destacados funcionarios españoles que recorrían La Habana al grito de “Muerte a la autonomía”, “Viva Weyler y abajo Blanco”. Pareciera una reacción desesperada ante lo inminente del previsible fracaso que pudiera conducir a mayores perjuicios a España que las propias guerras pasadas, junto al litigio larvado en este momento. Estos manifestantes ultras atacaron las oficinas de aquellos periódicos que de buena fe abogaron por la ya implantada autonomía desde enero del presente año, 1898. Asimismo se manifestaron ante las representaciones consulares, incluida la de EE.UU, que fueron responsables y admitieron esta salida de la crisis en evitación que continuara la guerra.
Desde el Ministerio de Asuntos Exteriores norteamericano, se informaba con exageración de estos hechos, puntualmente por valija diplomática de sus representantes en la capital cubana.
Estos nimios pretextos, y alegando el temor de falta de seguridad de ciudadanos USA, por el gobierno de este país fue enviado el crucero Maine al puerto de La Habana, burlando cualquier normativa diplomática, cuyo desenlace y consecuencias han sido analizadas en otro apartado de este libro, que fue causa para que la opción política de nuestro protgonista decayera, casi definitivamente.
De ahí que con el cese de Weyler, por las circunstancias ajenas a él mismo, la guerra cubana y la situación diplomática tomaba derroteros poco favorables a España y su gobierno liberal. Este militar, antes de abandonar Cuba, recordaba sus éxitos militares y logros al pacificar las cuatro provincias occidentales y tener dominado el centro de la isla; que de continuar su política bélica contra los insurgentes, mal organizados y sin un mando unificado, la soberanía española quedaría restaurada en toda Cuba.
Sin embargo, el mismo general Blanco, su sucesor institucional, reveló públicamente que “de 192.000 tropas regulares recibidas por el general Weyler, sólo quedaban 84.000” y que como resultado, la actividad militar española había quedado virtualmente suspendida”, según recoge Philips. S. Foner NOTA p.183, para añadir en una nota complementaria “el número exacto de españoles que España tenía en Cuba a finales de 1897 y comienzos de 1898 es tema de discusión. Se recuerda que al rechazar la autonomía, los generales cubanos Gómez y García declararon que sólo había en combate 70.000 soldados españoles”. El cónsul Lee, representante e informador USA en La Habana, de forma interesada para convencer a su país lo necesario de inminente intervención en Cuba, estimaba que “sólo hay posiblemente 55.000 tropas españolas listas para trabajar repartidas por toda la isla, excluyendo unos 9000 voluntarios o tropas locales que están ahora en La Habana, y añade, menos cantidad de lo que yo había pensado, según informe diplomático fechado 8 de marzo de 1898, a poco menos de un mes de la misteriosa voladura del acorazado propio Maine, surto en la bahía de la capital cubana. Estaba clara la inminente intervención de aquella potencia “emergente” que no tenía escrúpulos en la aplicación de su máxima expansionista a costa de quién o de qué bajo lema de “destino manifiesto y bastón duro”; estrategia ésta que como objetivo político aún perdura, de forma aminorada y con mayores dificultades, hoy.
Por esta larvada injerencia “yanqui” claramente a favor de los rebeldes, y a la espera de intervención directa, la situación de Cuba a lo largo de este fatídico año, daba lugar a una situación desesperada para España, su ejército y su administración. Aún dominaba en los pueblos, ciudades, zonas acuarteladas, trochas, puertos, pero no tanto en zonas rurales boscosas o de montaña en la que se guarnecían verdaderos ejércitos “mambises”, con cierta organización y cuya táctica “guerrillera”, de origen y aplicación hispana, y que tantos éxitos ha cosechado en similares e innumerables conflictos bélicos a lo largo de la historia. NOTA LECLERC. NAPOLEÓN, MI ART. Y HAITI.
El ejército español acuartelado apenas obtenía victorias destacadas, si bien hacían frente a guerrillas, escaramuzas, emboscadas y ataques desde las zonas rurales dominadas por el enemigo; máxime en los obligados desplazamientos para mantenimiento de tropas entre las áreas fortificadas. Enfrentamientos de extrema dureza con numerosos muertos y heridos por ambos bandos, y que la prensa contemporánea del momento, consultada, corrobora exhaustivamente. VER PRENSA.
A este respecto, y con las reservas de la fuente, citamos las declaraciones de Walter S. Barker, americano afincado en Cuba con intereses agrícolas, que con fecha 25 de marzo de 1898, desde Sagua La Grande y tal vez de forma interesada, entre otras cosas, dice que el status de verdadera autoridad de España ahora en Cuba, depende de una clase que le rinde una soberanía mas tentativa (sic) que real. En los pueblos y ciudades donde domina claramente las tropas españolas, estas tenían que depender de suministros procedentes de embarques en puertos seguros. Han de trasladarse con fuerte convoyes militares que enfrentan las emboscadas rebeldes hasta destino, y nunca suficientes para cubrir las necesidades de las guarniciones.
La guerra cubana, tras los acontecimientos políticos en territorio nacional que ocasionarán la destitución de Weyler, a sumar el fracaso de la pretendida autonomía en la isla, se encaminaba hacia perspectivas poco favorables para la causa española. Nuestro ejército disminuía en efectivos y eficacia, y determinados medios nacionales con cierta afinidad al gobierno Sagasta criticaban negativamente el sacrificio de nuestros soldados y la poca efectiva política del gobierno en aquella lejana isla. El periódico El Socialista de Madrid, para abril de este año, en un artículo referido a la situación de los soldados destinados en Cuba, y a modo de editorial, publicaba “de nuestro ejército, muchos de sus miembros caminan por Cuba con muletas, demasiado debilitados por el hambre para permanecer en pie solos… meros espectros cumpliendo su obligación en los campos cubanos, debilitados por la fiebre, el hambre y la sed… soldados que custodian las ciudades que son los depósitos de alimentos y que, sin embardo, están a media ración…soldados que están en los hospitales llevados allí heridos y muertos de hambre…lisiados y casi cadáveres que regresan a sus hogares apilados en nuestros convoyes trasatlánticos, verdaderas carrozas fúnebres…” (sic). Artículo este reproducido por la prensa norteamericana, interesadamente. Publicado por The People de Nueva Cork con fecha 15 de mayo de 1898. Otro argumento a sumar para convencer al pueblo estadounidense de la urgente intervención en la isla en pretendida defensa de sus ciudadanos e intereses económicos; estrategia esta usada, a posteriori, y para injerencias similares, por este emergente país en aquellos momentos (como queda reflejado en otros apartados de este libro).
Foner, citado, en su disertación personal, en parte documentada, sobre esta etapa del conflicto, refleja que “los españoles con más claridad de mente eran menos conscientes de que la guerra no tendría progreso alguno sin antes vencer al pueblo cubano. Pero esto no tenía posibilidades. La represión brutal había fracasado. La estrategia de reforzar las trochas y los campos de concentración para privar a los rebeldes de apoyo civil había fracasado. De este modo la guerra en Cuba estaba frustrando la España oficial, a los líderes militares de la escena y a los pobres soldados españoles. La acción efectiva en Cuba y el constante cambio de programas se había derivado de políticas impracticables y no existía tampoco una política con más éxito para el futuro” (sic). NOTA FONER, P. 187
En consecuencia, tras los relevantes éxitos del general Weyler, como anteriormente lo fueron con Martínez Campos, el análisis objetivo de la situación, tras clara injerencia “yanqui” en aquella isla con inestimable ayuda en armas y dinero a los insurrectos (velada al principio y de clara intromisión desde enero de 1898), conduce a reconsiderar la situación objetiva y real en la aún posesión española: económica y políticamente. Desde posición institucional, para mediados de este año, la guerra estaba frustrando a la España oficial, a los propios militares con mando y sobre todo a los desafortunados soldados. El gobierno Sagasta se veía incapaz de buscar soluciones viables en lo bélico. Era preciso cambiar de táctica, adentrarse en conversaciones diplomáticas con la intermediación necesaria de funcionarios del gobierno norteamericano.
Cesado nuestro héroe protagonista, Valeriano Weyler, es políticamente relevado del mando supremo por las razones apuntadas, la estrategia bélica poco favorable para los propios cubanos llevada a cabo por el máximo responsable revolucionario Máximo Gómez, se reanudaba con mayor virulencia. Foner, citado, añade que casi toda la producción en la isla estaba parada y todo lo que tuviera valor en toda Cuba estaba devastado. Y tomando referencias de Lawrence R. Nichols en su Historia Doméstica, NOTA Domestic History, p. 126- 127, que dice el trabajo productivo fuera de La Habana había cesado; miles de personas carecían de alimentos y ropa; la enfermedad crecía de forma alarmante y el caos dominaba por toda la isla. Esto resultaba favorable a la política USA, ya claramente injerencista en los asuntos de otra nación soberana como era España y sus intereses legales en Cuba. Desde Madrid, el embajador norteamericano Stewart L. Woodfor, con fecha 31 de marzo de dicho fatídico año, informaba al presidente William MacKinley que la mayoría de los componentes del Gobierno español eran de la opinión de que la isla devastada no merecía posteriores sacrificios. El desánimo hacía mella entre los españoles, debilitados por el continuo gasto financiero y humano; con su economía también destrozada en suelo patrio, comienzan a sospechar que para el invierno tendrían lugar los peores augurios, y con la más que previsible intervención americana resultaba imposible mantener la soberanía en la isla por más tiempo. Era el momento de iniciar la guerra diplomática.
Esta intromisión bélica de Norteamérica en Cuba, tras el ritual usado en el affaire Maine, para contar con el visto bueno del “pueblo americano”, y sin lugar a duda histórica desde razonable autoría propia, constituye el acto final y definitivo en la pérdida de la soberanía española en Cuba, tras 400 años.
A este respecto, la historiografía cubana de la primera mitad del siglo XX, y más tarde la que surge de la revolución castrista, en mayoría no acepta plenamente la premisa anterior. Los textos usados en las escuelas cubanas consideran que fue valiosa la ayuda de su vecino del norte, a lo largo de prácticamente todo el siglo XIX (en especial durante el año 1898) –UTILIZAR LA MODALIDAD LITERARIA DE PARÉNTESIS QUE USA TUSSEL- para la derrota de España y el logro, más tarde, de la independencia plena. Interpretación ésta que aparece en el libro escolar cubano, Nociones de Historia de Cuba del profesor Vidal Morales, para la primera parte del siglo precedente; en especial el capítulo alusivo a la guerra hispano-americana.
Si bien, para distinguidos autores cubanos, Cosme de la Torriente, en 1948, o Julio Morales Coello (1950) no inmersos, aún, en el proceso revolucionario que tendrá lugar a partir de enero de 1959, esta interpretación admite variados matices, que analizan con sentimiento patrio; al igual que, posteriormente, lo harán diversos editores, periodistas y otros en la Cuba revolucionaria plena.
Sin embargo, el Dr. Roig de Leuchsenring, historiador cubano, es quien con más argumentos revisa a fondo aquellas interpretaciones tradicionales, al restar protagonismo a la intervención norteamericana en Cuba; al tiempo que, con argumentación razonada, pone en duda cualquiera de los pretendidos beneficios de la no desinteresada “ayuda” para mayoría de cubanos. Desde 1912 hasta poco antes de su fallecimiento en 1964, este prolífico escritor y analista cubano publicó magníficos tratados que analizan esta relación. Es autor o responsable de más de 100 publicaciones, hasta 1950 como historiador de la ciudad de La Habana.
El Dr. Roig insistía “que la lucha por la independencia no fue una serie de guerras, sino una lucha continua de 30 años de duración; que en los
Estados Unidos nunca faltaron amigos de la libertad cubana, pero que en algún momento su Gobierno estaba opuesto a la independencia cubana; que la entrada de este país en la guerra de 1898 no fue necesaria para la independencia de Cuba, porque los patriotas cubanos tenían a España prácticamente derrotada en aquella época y que el nombre de la Guerra Hispanoamericana, que quitaba a los cubanos el reconocimiento de su contribución, debería ser cambiado…”. Se refería a un enfrentamiento secular hispano-cubano, o en todo caso debería ser considerada como Guerra hispano-cubano americana. NOTA PERSONAL, Tebeto XI.
A comienzos de 1966, durante la ya consolidada revolución castrista, este inquieto defensor de lo cubano, de “motu propio” envió a diferentes historiadores del momento, ya imbuidos en el proceso, un cuestionario en el que solicitaba la personal interpretación de los mismos a este respecto.
En una de dichas consultas aparecía la hipótesis base, y que siguiendo a Foner, en libro citado, p 190- NOTA, decía: “lo que es discusión común entre los historiadores cubanos…” es: ¿Podría Cuba haber derrotado a España en la Segunda Guerra de Independencia sin la intervención de los Estados Unidos?.
A esta observación, y por su interés en argumentar con rigor la teoría que fundamenta este capítulo: Injerencia Usa en la Guerra de Cuba en perjuicio de España; extraemos algunos argumentos de profesores revolucionarios cubanos a la pregunta del Dr. Roig. El profesor Sergi Aguirre, del Departamento de Historia de la Universidad de La Habana, escribía en respuesta: En 1898, España se enfrentaba a un gran colapso económico, de modo que ni siquiera los ministros de la Reina podían creer en la victoria…Cuba vencía en la guerra… Evidentemente no es posible conjeturar cuánto habría durado la guerra sin la intervención norteamericana, teniendo en cuenta la tenaz resolución española de “luchar hasta el último hombre y la última peseta”. En mi opinión lo importante es que la Invasión de Occidente, no obtuvo no obtuvo una respuesta española de parecida importancia. ¿por qué imaginar esta respuesta podría haberse producido en 1898 o más tarde?. No cabe duda que los Estados Unidos aceleraron el resultado final, asestando en la lucha el golpe decisivo. Pero la victoria cubana se hubiera producido a la larga incluso sin la intervención de los Estados Unido. NOTA. Según carta remitida a F.S. Foner por el propio profesor Sergi Aguirre, con fecha 6 de marzo de 1966, que cita el propio Foner en nota del citado libro, p. 200.
Aníbal Escalante, autor de Calixto García, su compañía en 1895, y él mismo, veterano de la Segunda Guerra de Independencia, escribía: Sí, hubiésemos derrotado a España sin la intervención de los Estados Unidos…Desde cualquier punto de vista se veía claramente que en 1898
España no podía conservar Cuba; que sus fuerzas se hundían, y que nosotros, mambises, éramos más fuertes todo el tiempo. Al intervenir los Estados Unidos en la guerra hispano-cubana, la victoria correspondía a los cubanos… En Oriente y en Camagüey dominábamos las zonas rurales, mientras que el ejército español conservaba sólo las ciudades. En Las Villas, nuestras tropas tenían en jaque a los españoles, y en Matanzas, Habana y Pinar del Río las unidades mambisas hostigaban constantemente al enemigo. NOTA Carta personal del Sr. Escalante al autor con fecha 16 de marzo de 1966, que cita, igualmente, en el mismo libro citado, p. 200.
Blas Roca, en 1966 como miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, reconoce que es necesario investigar más sobre el tema; pero dice estar convencido de que los revolucionarios cubanos podrían haber derrotado a España sin la intervención militar de los Estados Unidos… Ninguno de los citados alude en absoluto en dichas misivas a los incuestionables éxitos de la política bélica de Valeriano Weyler.
Mas coherente y objetivo el profesor, también cubano, Julio Le Riverend, como director adjunto de la Academia de Ciencias de Cuba, por dichas fechas, cuando declara que aunque hay mucho trabajo por hacer en los archivos cubanos y españoles para dar la definitiva respuesta a la cuestión de si el Ejército de Liberación podría haber derrotado a España sin la intervención de Estados Unidos,
Sigue

Luis de Armiñán, inter-bibliotecario, Weyler y Puga. Hugth Thomas.
Mi Mando en Cuba, del propio Weyler.
Diplomacia cubana, española y norteamericana, durante esta etapa decisiva de la guerra. Prensa comparativa para cada evento…
Ver publicaciones de los Sres. Hilario Martín y Juan Arencibia; contrastar documentalmente.
Sigue…

Datos claves en:

El 98 Y LOS AMERICANOS. ALLENDE SALAZAR, BLIBLIOTECA DIPLOMÁTICA
DIPLOMACIA EN NUESTRA HISTORIA, MARQUEZ STERLING
HORTENSIA PICHARDO.
PRENSA CANARIA:
CONTEMPORÁNEA O POSTERIOR A LOS HECHOS
El Atlante.
El Correo de Tenerife
Diario de Tenerife
La Gaceta de Tenerife, El liberal, La Opinión, El Progreso.
Otros de Gran Canaria.
Diario de Avisos

APARTADO ESPECÍFICO.
Estudio comparativo de las diferentes actitudes bélicas habidas en el mismo siglo… Comportamiento de sus principales líderes (militares o no) con mayor responsabilidad o más comprometidos…

PERIODISMO HISTORICO

2 comentarios:

  1. Hola Miguel, quiero desearte una Feliz Navidad y muchas cosas buenas para el 2011. Un abrazo

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  2. Significativo comentario pretérito (por defunción reciente de su autor)en Miami, Us.,y que fue responsable de la web Cuba Española.
    COMENTARIOS:
    José Ramón Morales24 de diciembre de 2010 14:55
    Hola Miguel, quiero desearte una Feliz Navidad y muchas cosas buenas para el 2011. Un abrazo

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