19 de febrero de 2010

WEYLER: HOMBRE O DEMONIO

CAPÍTULO IV.
GUERRA DE CUBA, TRAS RELEVO DEL GENERAL WEYLER.
Aspectos del libro “Weyler, Hombre o Demonio”
A prologar por el Tte. Coronel J.M. Clar Fernández

Curriculum del Autor:

Miguel Leal Cruz

Nació en Los Llanos de Aridane, Isla de La Palma (Canarias-España) en 1943.
Cursó estudios de Magisterio en La Escuela-Normal de la Laguna de Tenerife, Plan 1957. Ejerció como docente y director colegio mixto “Obras del Puerto”, S/C de Tenerife, entre otros.
Fue Policía Nacional desde 1970 a 2009, con categoría de Inspector-Jefe del CNP.
Licenciado en Geografía e Historia por la UNED en
1990.
Licenciado en Ciencias de la Información, sección de Periodismo, por la ULL, en 1997, y
Dr. en Ciencias de la Información, desde 2006. Programa Historia.
Adscrito a grupos de Investigación en la citada Universidad. Miembro de la RSEAPT y Col. Doctores y Licenciados, La Laguna.
Su tesis doctoral versa sobre Cuba y Canarias (1934-1962). Antecedentes y Revolución, que se halla editada en la ULL (Servicio de Publicaciones).

Es autor cientos de artículos de prensa, así como de numerosos trabajos de investigación, la mayoría expuestos en foros públicos y en medios de comunicación. Se destacan los siguientes:
Cuba, la crisis de 1921 y Canarias. Datos hemerográficos, Biblioteca de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, BIG 325.2 LEA Cuba, Gran Canaria, y Casa de Colón, 1996. Fuerteventura: Emigración obligada a Tenerife, Cabildo de Lanzarote, Arrecife,
-Nacionalismo y regionalismo canario: Antecedentes en Cuba. BIG 323.17, LEA Nacionalismo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 2002.

-Weyler en Cuba y política de reconcentración, Ponencia III Conferencia Internacional de Historia, (Actas) La Habana, 1996 y editada en TEBETO XI, Especial I Centenario del 98, Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, (Canarias-España), Archivo del Cabildo Insular, Puerto del Rosario, Las Palmas de Gran Canaria, 1998, ISSN 1134-430-X
-Franco en Canarias y la Prensa en 1950, Fondos biblioteca de la Universidad de La Laguna, Tenerife, Canarias-España), 2002. VII Jornadas L y F, Puerto Rosario, 1995
-Miguel de Unamuno y Fuerteventura. Destierro y prensa del momento, Ponencia, Cabildo de Fuerteventura, 2003 IBSN 84-96017-21-4

-Cuba y el Azúcar (siglo XX). La revolución agraria en la economía estrella. Anotaciones de prensa editada en Canarias, XVI CHCA Casa Colón, LPGC, 2004
-Lanzarote. Agua y Turismo, Ponencia, Cabildo de Lanzarote 2005
-Banco Pesquero y Sahara. Incidencia en la economía de Lanzarote y Fuerteventura hasta 1975, TEBETO XVIII, Archivo Histórico Insular, ISBN 978-84-96017-36-8
-XIII Jornadas de Estudio Fuerteventura y Lanzarote. Descolonización del Sahara, Puerto del Rosario, 2007

RSEAPT: Ed. Art. Centenario Junta de Canarias (2008) y Cuba: Tabaco y azúcar (2009)
-TEBETO XX, Cuba hace 50 años, en prensa
Responsable de la Web Periodismo Histórico, Editorial (a consolidar)
Periodismohistoricosl.blogspot.com

Entre otras publicaciones, periódicas, artículos y otros (en papel y digitales)


CAPÍTULO V.
GUERRA DE CUBA, TRAS RELEVO DEL GENERAL WEYLER.

Cesado el General Weyler en el mando por las circunstancias anotadas, la guerra cubano-hispano-americana tomaría nuevos derroteros. La política norteamericana, en momentos de clara euforia de su “destino manifiesto”, así lo determinaba en este nuevo hito de la estrategia del Gran C
oloso: La voladura del un buque de guerra propio. Tuvo lugar en la oscura y fría noche del día 15 de febrero, a las 9,45 –hora de NY.-, cuando una explosión seguida de otras, hundió el acorazado norteamericano Maine, surto en el Puerto de La Habana, en sospechosa visita de cortesía sin haber sido invitado según la normativa diplomática vigente en la época; no obstante, fue acusada España o agentes a su servicio como autores del hecho e inicio del desastre que finalizó en una guerra no deseada, y perdida por este viejo País .
Son aún ilimitadas las conjeturas e hipótesis sobre este lamentable y más que misterioso hecho que afectó especialmente a la dignidad de aquella España, todavía imperial, y en claro provecho de un país en vías de gran desarrollo, en "el que todo vale" para conseguir su imparable avance. No importaban los medios que, en atroz maquiavelismo, ya habían puesto en uso con su "madre patria" - Gran Bretaña - ni con indios americanos, al igual que a franceses, españoles y mejicanos, y otros, en su pasada reciente historia hacía el "destino manifiesto", uno de sus postulados má
ximos. Teorías sobre las que aún perduran incógnitas a las que se pueden superponer nuevas tesis para hipotéticas conclusiones a la vista de lo conocido, investigado, publicado o declarado, sobre este "más que sospechoso" asunto, en perjuicio de España. Un país con más historia, en aquel momento con aún notable poder económico.
Weyler en España con Primo de Rivera

El misántropo y sesgado periodista (que fue artífice de lo que se acuñaría en medios periodísticos futuros como prensa amarilla) y millonario, William R. Hearst, no aportó, y menos publicó, todos los datos conocidos antes de dejar sus numerosos y polémicos entramados en el inexorable viaje al "más allá". Es claro que el Gobierno de los Estados Unidos y todo el conjunto de su interesada administración, a partir de la polémica actuación del general Weyler y especialmente ante la tardía concesión de la autonomía a Cuba, pergeñaban la inminente guerra contra España; pero, para darle tinte popular al inicio se precisaba un elemento impactante, como en otros hechos similares, que aglutinara la opinión pública americana: ¿La voladura del Maine?, por medio de rocambolesco ritual, especialmente periodístico, que obnubiló las conciencias de muchos americanos en aquellos momentos, cuyo éxito como estrategia repetirá más tarde.
La opinión actual, incluida la de intelectuales de este País, es clara al respecto: "la extraña voladura del acorazado Maine, la noche del 15 de febrero de 1898 en el puerto de la Habana, fue probablemente preparada por los Estados Unidos en su desesperado propósito de participar en la guerra cubana en pro de sus muchos intereses en la isla, que la justificaran" (la prensa alemana, incluso alguna inglesa, nunca tenida en igual consideración, así lo confirmaron). Era necesario crear "un elemento justificador" que no retrasara por más tiempo la entrada de EE.UU en la guerra, cuyo "impasse" actual creaba considerables pérdidas económicas a los intereses yanquis , en Cuba y, lo que es más contradictorio, a los propios magnates españoles con intereses en la isla. Elemento justificador para que la opinión pública americana terminara por aceptar la movilización masiva de buena forma y como un "sacrificio" más para lograr aquel "destino más que manifiesto". Algunos acontecimientos con metodología similar (antes y después del Maine) lo corroboran, como se ha dicho. Es por todo ello que la prensa mundial respecto coincide con la trama central de este acontecimiento, exceptuando otros rotativos de la época ya apuntados, así como la propia opinión norteamericana (no toda), apreciara en este hecho aspectos sumamente sospechosos por controvertidos y de no de fácil explicación.
Escritores como Peggy y Samuels, también norteamericanos, en el libro, "Remembering the Maine", apuntan datos de los que entresacamos diferentes aspectos tomados de la opinión americana, en diciembre de 1987; que " algo imprevisible iba a suceder" y que "el barco iba a tener un fin violento e inesperado según predicción de adivinos y visionarios". Sigsbee, su capitán, recibió el mensaje, próximo a Florida, para dirigirse hacia el puerto de La Habana cuyo contenido exacto nunca se ha conocido, aunque él mismo escribiera un informe en 1899, con resultado aún más sospechoso, al contradecirse con otros anteriores.
Sin embargo, no recibió el que había de remitir el cónsul Lee desde la Habana bajo la consigna "dos dólares", siendo este diplomático anti español el primer sorprendido. ¿Qué contenía…?
Añaden los cronistas de los hechos que " España pide que se releve de su cargo en Cuba al cónsul general Lee que, a pesar de la solicitud, el presidente US Mac Kinley no aceptó" y describe cómo Segsbee, sin compañía de Lee, estuvo en una corrida de toros en La Habana.
Desde otras perspectiva de análisis, Clara Barton (sic) fundadora de la Cruz Roja americana se hallaba en La Habana, como auxiliar en tareas de evacuación de heridos, lamentaba aquella hecatombe en muertos y heridos, a la que no pudo dar explicación razonable. Añade que desde el puerto la gente gritaba "traen dinamita para volar barcos españoles pero les explota a ellos". "Uno de los oficiales el padre Chidwick alaba la prontitud de la ayuda humanitaria de los españoles en auxilio de los heridos y náufragos". Sin embargo, otro oficial americano llamado Wainwreigth dijo: "juro no pisaré territorio español hasta que el Maine sea vengado". El capitán del navío estaba convencido de que fue un accidente, que más tarde rectificó al insistir en explosión exterior, entre otras apreciaciones, para salvar su propia responsabilidad. Sin embargo, el cónsul Lee hablaba de un acto de "sabotaje". "Se intentó demostrar que el puerto de la Habana estaba minado" - absurdo por la cantidad de barcos españoles que entraban o salían-. Los periódicos británicos, The Times principalmente, imprimieron en primeras páginas en letras destacadas estar asombrados de las mentiras que publicaba la prensa norteamericana, punto de vista coincidente con varios periódicos en Europa, y con algunos rotativos yanquis "objetivos", en aquellos momentos críticos para España. Al respecto, apuntar que frente a esta total falta de ética profesional del Herald y Word, en irreverentes excesos, algunas voces americanas se significaron contra el típico estilo de Hearst, o contra su persona. Edwin Lawrence Gogki, director y propietario del Evening Post, fue una excepción. Días después del siniestro se atrevió a escribir "nada tan desgraciado como el comportamiento de estos diarios (se refería a los de Hearst y al Word) se ha conocido jamás en la historia del periodismo de este país, con reproducción indebida de hechos, invención deliberada de cuentos calculados para excitar al público”; añade la temeridad desenfrenada en la composición de titulares abyectos. “Es una vergüenza pública que los hombres puedan hacer tanto daño con el objeto de vender más periódicos". Sigue, “magnífica definición al estilo usado por el llamado Jingonismo o patrioterismo, que confundido con la prensa amarilla, hundieron el Maine a través de una "coartada asesina". Datos estos muy reveladores. Pero, es más: "La prensa conservadora norteamericana vio la presencia del buque escuela español Vizcaya en el puerto de Nueva York como un claro acto de que España y la administración oficial española, eran inocentes", sin embargo no se aceptó la solicitud de arbitraje internacional en el polémico asunto, según refleja con precisión el periodista español Agustín Remesal en libro editado al respecto.
El alférez Powelson de la Marina US, comisionado al respecto, mantenía que fue una mina exterior, ya que la quilla estaba afectada hacia arriba, culpando a España o a agentes a su servicio, todo ello desvirtuado posteriormente por la propia Marina norteamericana.
Los autores, Peggy y Samuels, a partir de la p. 235 se preguntan: ¿Por qué la historia debe absolver a España? Creemos que por:
1. La prensa europea estaba a favor de las tesis españolas.
2. España no quería la guerra. Estados Unidos sí.
3. La quilla doblada en V invertida, no es argumento técnico suficiente, y difícil de atribuir, la explosión interior también pudo causar este efecto, como demostró en 1975, el Almirante Ricover, padre de los submarinos nucleares de EEUU.
Se insiste en que la causa pudo proceder de explosión interior, combustión espontánea del carbón o incluso dinamita almacenada, puesto que en la armada americana existían numerosos precedentes, en los que se habían producido esta clase de combustiones, que por simpatía se extenderían a otras zonas con depósitos de municiones, produciendo explosiones similares a la que destruyó El Maine. Foner cita varios casos en buques como El New York, Oregón, Philadelphia, Boston, Cincinatti, Atlanta, y El Indiana que había sufrido siete combustiones lo cual constituía un récord y una magnífica argumentación en defensa de las tesis españolas.
4. Que de haber sido una explosión externa hubiera producido daños más importantes en los buques apareados al Maine, entre ellos el Alfonso XII y El Ciudad de Washington. Hubieran aparecido numerosos peces muertos en aguas de la bahía por la onda expansiva directa, máxime cuando en aquellos momentos los peces, incluso de gran tamaño, entraban en la bahía para devorar los desechos de la ciudad y de los buques anclados. Sobre esto tienen conocimiento los pescadores canarios y muchos sabemos que la explosión ha de ser muy próxima a los peces para que estos resulten muertos – y nos los hubo como queda dicho-.
5. A lo que podemos añadir que en la investigación de 1911, en la que apenas variaron las conclusiones oficiales norteamericanas, y posteriormente en 1975 el Almirante Rickover, las cuadernas afectadas no coincidían.- error gravísimo, hoy- con el informe de 1898, oficial y que costó una guerra perjudicial, pero sobre todo demostraba "que una fuente interna fue la causa de la explosión", la más probable el calor de un incendio en la carbonera contigua a la que produjo la primera y más fuerte y sentencia, el padre de los submarinos nucleares y norteamericano de nacionalidad " casos como el del Maine han de ser examinados e investigados por gente cualificada y competente, y sus conclusiones han de presentarse completas y honradamente a los ciudadanos " , que son los destinatarios de los hechos públicos que les afectan -todo lo contrario de la conducta seguida en aquel verano de 1898- por las urgentes apetencias expansionistas…(sic)

PEDRO LEAL CRUZ, DR. FILOLOGÍA INGLESA, PROFESOR EN LA ULL, TENERIFE, EN PONENCIA EXPUESTA EN CASA COLÓN, LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, XIV CHCA, INTERPRETA LOS HECHOS ANALIZANDO EL CONTENIDO DE LA MISMA PRENSA INGLESA, EN NORTEAMÉRICA EN TORNO A LOS HECHOS PRINCIPALMENTE.



La teoría de la mina española es por tanto absurda, por que sería el motivo deseado por EEUU para la Guerra, que España no quería ni deseaba, y que sabía perdería.
Que pudieran haber sido los propios rebeldes cubanos, teoría muy defendida en los EEUU, no deja de tener base razonable, si bien no olvidemos que los cubanos temían la intervención americana, tal vez más, que la de los propios españoles.- Recordemos la Enmienda Teller, de la que el Congreso yanqui, siempre se arrepintió.-
Consideramos de suma importancia los informes del coronel José Paglieri de la Guardia Civil española y Jefe de la Policía de La Habana, así como los Inspectores Jefes de la Policía de Información, que apuntan posibilidades internas motivadas por accidente fortuito - eran frecuentes como queda dicho-. Y podrían haber sido muchas las causas que lo pudieran producir: ignición de gases acumulados en motores eléctricos, pinturas experimentales, recalentamiento de sistemas mecánicos, combustibles líquidos, munición, dinamita, detonadores. Pero también apuntaba el Jefe de La Policía habanera otras posibles causas, como la colocación de un artefacto explosivo dentro del barco, por persona de la misma tripulación – tan variopinta – o por persona visitante, ajena a la dotación del barco. ¿Quién pudiera ser el autor? Podemos conjeturar que : a) La mina podía haber sido situada por España o agentes a su servicio en el fondeadero, antes de que el Maine entrara, b) Colocada por elementos ultras españoles incontrolados enojados por la visita del buque, c) Por rebeldes cubanos, d) Por filibusteros mercenarios americanos o periodistas- espías para precipitar el camino hacia la guerra y e) Pudo ser puesta "oficialmente" por los propios americanos, por igual argumento que en el apartado anterior, el más convincente para Paglieri.
Descifrar los hechos nos llevaría a nuevas conjeturas en la espiral de tantas argumentaciones.
De todas formas en la prensa alemana de los días siguientes al suceso, se habla de un tal Agüero y de nueve cubanos pertenecientes a la Junta Revolucionaria Cubana de Nueva York, que habían recibido instrucciones por parte de anarquistas italianos, residentes en Estados Unidos, muy interesados en la causa cubana. Incluso desde Europa la prensa publicó que los que asesinaron a Cánovas, a través de Angiolillo, tenían relación y concomitancia con pro- cubanos residentes en París y Londres, e incluso con entrevistas días antes del atentado, como se apuntaba.
Que el Vizcaya estaba a 4 días del puerto de Nueva York, en misión diplomática, y no obstante se personó en el citado puerto, demostrando con esta noble actitud la total imparcialidad de España, como queda dicho, en el misterioso y no esclarecido accidente.
Las declaraciones de un marinero herido del Maine, recogidos en El Liberal, edición de Tenerife del día 7 de marzo, 1898, p. 2 se lee " Había sonado el toque de silencio, de pronto fueron derribados por una fuerte explosión que apagó el alumbrado eléctrico del buque. Se incorporó y salió por la toldilla comprobando que las llamas procedían de la proa. Saltó al mar y al poco, otro espantoso, terrible ruido, que parecía iba a hacernos volar, y varios cuerpos que caían al agua". Todas las versiones apuntaban a una explosión en una de las calderas para generar energía eléctrica, comunicando el incendio a la Santa Bárbara del buque y a los torpedos y dinamita almacenada en todo buque de guerra. No podemos descartar una previa explosión exterior inicial y con autoría humana, que provocó la siguiente y más grave en el pañol, y ¿quién?...
Sólo cuatro días antes el buque-yate de Hearst de sospechoso nombre "Bucanero", había permanecido muy próximo al Maine- Este elemento distorsionador (sic) llegó a escribir en sus propios periódicos, que "mi lema es que mientras otros hablan mi El Journal actúa, y nunca dio razones convincentes de la presencia suya y de su yate tan próximo al barco siniestrado, al que hizo numerosas fotos antes de levantar anclas, sólo menos de cien horas antes de la voladura.
La versión americana explica su punto de vista: En los torpedos se habían efectuado limpieza la tarde anterior, pudiendo haber quedado mal colocados y en condiciones de un fácil y horroroso accidente (precedente de otro similar en el mismo puerto, el buque francés La Coubre, en 1961)
El propio comandante Sesbee en parte oficial dijo "que la opinión pública debe suspender todo juicio hasta conocer nuevos detalles".
Según los informes el comandante estaba ausente del buque, otros que estaba en su cabina escribiendo a su esposa, e incluso que resultó herido, no obstante fueron sólo dos los oficiales - uno de color - fallecidos de los 34 en total que componían la tripulación, ausentes del buque, formada además por 370 marineros, que dormían resultando un total de 300 los desaparecidos, según algunas versiones de la prensa de la época, sumando los fallecidos por secuelas
Philips Foner en su excelente estudio sobre la guerra de Cuba, citado, obra de consulta necesaria para investigadores, nos aporta más detalles para este controvertido y misterioso hecho. Unos pocos oficiales de marina rechazaban el incidente como accidental, señalando las medidas preventivas seguidas en la construcción de este tipo de buques, y por ello sugerían que un torpedo, mina, u otra máquina infernal había sido embarcada por "visitantes" en el puerto de la Habana - es cierto que muchachas jóvenes cubanas frecuentaban el buque a demanda de su tripulación, pudiera muy bien haber entrado una espía asesorada al efecto, para colocar la carga en el lugar y momento preciso-. o que fue colocada en las carboneras cuando el barco repostó en Key West, debidamente preparada para ser "puesta en funcionamiento", en el momento indicado, por agentes, de la propia tripulación, o por otros en el puerto de la Habana que tuvieran acceso.- un par de cartuchos de dinamita, eran suficientes para desencadenar la explosión posterior determinante-
Es igualmente eximente, de responsabilidad hacia España, el pronto deseo de la administración española en la Isla, para que se conocieran las verdaderas causas, demasiado “urgente”, según Remesal en su libro "La Incógnita del Maine", que se contradice con la falta de cooperación del Gobierno norteamericano, que emitió otro dictamen y por tanto conclusiones opuestas.
El tribunal, para justificar que la explosión no fue un accidente, adelantaron (sic) cuatro posibilidades, coincidentes con lo ya dicho.
La primera y la más sugerida por todas las afirmaciones oficiales de la época es que el Gobierno español colocó la mina. Para contrapesar esta suposición está el hecho perjudicial que este hecho provocaría a España en su intento para evitar la guerra, que sabía no ganaría. Si bien, añadimos, no es desechable la acción de un grupo de españoles - o individualmente- resentidos o defraudados que veían peligrar sus intereses económicos, en caso de caer Cuba en manos rebeldes, prefiriendo la presumible por mejor administración "yanqui", como "mal menor".
La segunda es que oficiales subalternos españoles cometieran el crimen a instigación de Weyler, ya sin mando. Esto sería "suicida" para sus propios autores desde todo punto de vista y falto de coherencia y racionalidad suficiente, que además se hubiera sabido antes o después.
Una tercera teoría sería la instigación de la prensa amarilla y del patrioterismo de Roosevelt, que incluso pagarían a agentes cubanos o a comandos ad hoc para el sabotaje. Esto nunca podrá ser descartado, por el excesivo interés de estos medios para que EEUU entrara en guerra con España, y en algunos momentos hablaron de "un pretexto de peso", antes de la voladura. El artículo firmado "Il Macai" en el Labour Leader británico habla de un accidente y si no "es más probable la autoría americana", con el fin preconcebido.
Y existen otras especulaciones entre ellas las que manejan periodistas e historiadores norteamericanos que han estudiado este hecho. El 15 de febrero de 1910, el Evening Bulletín de Filadelfia, en el 12 aniversario, concluye que el Maine fue volado por los insurrectos cubanos a fin de implicar a los Estados Unidos en la guerra, ya que su causa flojeaba y se perdería la independencia de Cuba, a menos que fueran implicados en ella los norteamericanos. Y es claro, como apuntan diversos historiadores que los rebeldes cubanos deseaban la intervención, pero con ciertos temores, de ahí la imposición de la Enmienda Teller a instigación de los cubanos en un momento determinado, y de la que siempre se arrepintieron los responsables de su concesión y aprobación en el Congreso USA. En contrapartida surgiría la "Enmienda Platt".
Nunca serán descartadas otras muchas hipótesis para determinar las causas verdaderas de aquella explosión preliminar que consideramos con autoría, y que todas las enciclopedias actuales no dejan de mencionar como "misteriosa" o en todo caso nunca totalmente esclarecida .
Queda claro que independiente de cuales fueran otro tipo de análisis de la propia Reina Regente o del propio gobierno liberal, un ultimátum de este "calado", de ser aceptado sólo podía tener como consecuencia la caída de la Monarquía, a más de peligrosa incidencia sobre las masas hambrientas, instigadas por elementos anarco-republicanos, en claros motines de subsistencias, que además pedían el cese de la costosa guerra, que constituía otro "tercero en discordia": el Ejército dividido y próximo al enfrentamiento civil. Hoy se hubiera utilizado otro tipo de actuaciones especialmente diplomáticas, más acorde con los intereses, más todo incidió en acordar una paz honrosa que salvara la Monarquía Española.
El Gobierno y La Reina a la cabeza, en aquellos trágicos momentos, dieron cuenta pormenorizadamente a toda la clase política de la situación creada, que naturalmente fue participado a la prensa. En las consultas llevadas a cabo se acordaron consensos que conducían a la guerra irremediable, por el partido liberal y apoyo sin límites del partido conservador. El rechazo de la apetecida compra por los Estados Unidos encendió nuevamente el optimismo propio del pueblo español y su orgullo en medio de manifestaciones populares en la península que exigían la guerra contra el "sucio cerdo yanqui", con el apoyo moral de cierta prensa española que escribía slogans de variado optimismo como "que la flota española era superior a la americana", al igual que el valor español, probado en Europa y América.
A todo esto añadimos la voluntad del clero que hizo ver esta guerra como cruzada santa- el padre Carpena en encendida oratoria en las Iglesias madrileñas, comparaba a las llevadas a cabo contra moros e infieles-, todo ello unido a una intensa y gigantesca operación demagógica, superior o igual a la llevaba a cabo, paralelamente, en los Estados Unidos, sobre el más que seguro enfrentamiento, con el colosal Tío Sam.
Lo que sigue es lo que ha venido en llamarse "El desastre del 98", tópico utilizado para la llamada "regeneración" y de paso corregir errores y paliar aquel orgullo decimonónico español. Derrotadas las dos flotas de la desvencijada escuadra española, enviadas al holocausto, en aras de aquellos acuerdos tomados con error, dejando desamparadas las costas de la propia península, Baleares y Canarias, perdidas en Cabite –1 de mayo- y Santiago –3 de julio-; desembarcadas las tropas americanas en oriente de Cuba, las semanas siguientes de aquel "calvario" fueron angustiosas para el Gobierno de Madrid. Por otra parte se apreciaba el aislamiento internacional por lo irreversible de los hechos, temiéndose otros frentes, sospechándose y así se comprobó el plan de Roosevelt para atacar las costas españolas e incluso la ocupación de Islas Canarias por una flota norteamericana, que pudo ser abortada por la rapidísima intervención diplomática de los ingleses en defensa de sus grandes intereses en estas Islas, especialmente en Tenerife y Gran Canaria. Esto llegó a asustar a Madrid más que ninguna otra circunstancia de la entramada situación del momento, puesto que perder estas maravillosas posesiones hubiera significado la "derrota total".
La rendición de Santiago de Cuba, una vez sacrificada una escuadra para blanco fácil de los poderosos cañones de la flota americana que formaba semicírculo a la salida de la bahía santiaguera (en acto claramente incomprensible, salvo que el Gobierno de Madrid deseara finalizar la contienda), dio lugar a que el Almirante Cervera rindiera lo que quedaba del desastre , siendo ésta la señal esperada y deseada por el Gobierno de Madrid, para salir de aquella difícil situación y como así estaba tenía previsto.
España decreta la suspensión de las garantías constitucionales el 14 de julio de aquel fatídico año, y se dispuso a emprender las negociaciones para la paz. No deja de ser una actitud gloriosa, a pesar de todo, cual era salvar unos símbolos y el orgullo y dignidad de antaño, ya mancillada reiteradamente por el Coloso del Norte.

CAPÍTULO VI
WEYLER EN ESPAÑA. CAPITANÍA GENERAL DE CATALUÑA. SEMANA TRÁGICA.
(SIGUE...)

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