11 de julio de 2011

LOS "ISLEÑOS": PARTE INTEGRAL DE CUBA


     PROTAGONISTAS EN SU HACER
 
“Canarios regaron con sangre sus “conucos” en Jesús del Monte”
Por Miguel Leal Cruz*
Columnista
La Nueva Cuba
Septiembre 17, 2001
 
NOTA PREVIA:
Este artículo publicado hace cinco años nos hace reflexionar, sin duda, ante la invasión inmigratoria que ahora sufren nuestro limitado territorialmente Archipiélago por gentes de variopinta procedencia (en principio camino de Europa), pero que nos hacen recordar la odisea de nuestros antepasados hacia América continental, Las Antillas y singularmente a Cuba (hoy protagonista, pero por otros motivos)

Está suficientemente constatada la presencia de habitantes de Islas Canarias en la denominada cariñosamente "la Perla Antillana": Cuba, desde el mismo momento de la conquista de la isla por los castellanos. 
Durante el siglo XVI, desde los inicios, la actividad principal de la mayoría de los canarios emigrados en Cuba era especialmente en el sector agrícola y en menor medida el ganadero. Un reducido porcentaje permanecía en las ciudades y pueblos dedicados a la venta al por menor, amén de otras actividades subsidiarias.
Pero a partir de la segunda mitad, comienza a expandirse el cultivo del tabaco en las fértiles tierras del interior de la isla, utilizando las vegas de tierra dura próximas a los ríos.
Unas eran compradas y otras arrendadas por campesinos "isleños", dando lugar a una cultura propia canaria: los vegueros, que al contrario del cultivo latifundista y esclavista de la producción tabaquera típica en el sur de los Estados Unidos, en Cuba, su explotación se llevó a cabo en régimen de pequeña propiedad, explotada en su mayoría por "isleños", como ya hemos dicho, grandes conocedores de este oficio desde antes de emigrar a la Isla antillana.

     “Tributo de sangre”

Estos "vegueros isleños" llegaban desde Canarias, muchos de ellos, a través de la fórmula acuñada en el conocido tópico denominado "tributo de sangre", hoy parcialmente desvirtuado en su concepto originario, toda vez que no constituía una emigración forzada sino una especie de captación voluntaria entre aquellos grupos que mostraban mayor predisposición para ir a Cuba (o a otras posesiones españolas en América), para lo cual se les convencía previamente de lo conveniente que resultaba para ellos y para sus familias emigrar hasta aquellas tierras vírgenes y de enorme feracidad.
En su virtud se les dotaba de auxilios económicos, incentivos para el viaje, posesiones de tierras y otros útiles necesarios para la labor agrícola.
Según los defensores de este llamado "tributo de sangre", existía en el Archipiélago la obligación de remitir anualmente determinado número de familias por toneladas de productos propios de Canarias a exportar.
Aunque el compromiso nunca se cumple de forma taxativa, el artículo 16 del Reglamento de Emigración, en 1718, estipula "que salgan cincuenta familias anuales, de cinco personas cada una, por cada tonelada objeto de exportación".
Esta emigración estaba compuesta por personas relativamente jóvenes, saludables para soportar el rigor climático del Caribe y en edad laboral, y en la que los padres de familia no deben ser mayores de 40 años ni con menos de 18. Evidentemente a veces viajarán niños y personas mayores por necesidades imperativas de unidad familiar.
La misma monarquía hispana propiciaría en 1693 la fundación de la estratégica localidad de Matanzas en la bahía de su nombre, con inmigrantes recién llegados de Canarias, como así lo indica la propia acta de fundación, muchos, al parecer, de la ciudad tinerfeña de San Cristóbal de La Laguna, que al parecer fueron invitados a tal efecto, y en cuyas comarcas próximas se expandieron y dedicaron, casi exclusivamente, al cultivo del tabaco ya arraigado, a través de otros canarios, en la provincia limítrofe de La Habana.
Aunque en el auto de fundación no especifica claramente que sus fundadores fueran en mayoría naturales de San Cristóbal de La Laguna, si se aprecia claramente un fragmento que confirma su fundación por 30 familias canarias, cuando se lee: "En la ciudad de La Habana, en primer de diciembre de mil seiscientos y noventa y tres años.... el Gobernador y Capitán General de la Ciudad e Isla de Cuba ( D. Severino de Manzaneda y Salinas)...por Real Cédula de veinte y cinco de Septiembre del pasado año..., se sirvió demandar que se poblase la Bahía y Puerto de Matanzas, con treinta familias que de su orden se remitieron de Las Islas Canarias, y con efecto de su señoría executó (sic) la dicha población ...El dignísimo Obispo de esta diócesis...bendijo el sitio donde e ha de fabricar el templo y se puso la primera piedra, celebrando la primera misa sobre ella y administrando los Santos Sacramentos, dando principio al señalamiento de solares y repartimientos de las tierras de labor para los vecinos de ella..." Para facilitar la emigración y poblamiento, la monarquía hispana dispone que "...a cada persona emigrante se le entregue un doblón de cuatro escudos de plata y se les exonere de los gastos del pasaje. A cada familia se le provee de dos azadas, dos hachas y una barra de hierro. A cada cincuenta familias se les entrega doscientas libras de hierro y cincuenta de acero para construir machetes y otros objetos necesarios. Una vez en América, se les reparten tierras para solares y peonías, semillas para labranza, ganado de vientre al objeto de incrementar la reproducción, y se les exceptúa del pago de impuestos"
Eran numerosos los grupos de canarios atraídos hacia Cuba por las posibilidades de futuro que deparaba la alta cotización que estaba experimentando el excelente tabaco cubano cuya exportación hasta las mismas Canarias o hasta otros lugares de América (o a Europa) estaba dando lugar a un intenso tráfico comercial, a veces clandestino.
Durante el transcurso del siglo XVII tiene lugar la máxima actividad de los vegueros canarios, cuyo nombre se dio exclusivamente a los "guajiros isleños", desde un primer momento, dedicados a la siempre y cosecha del tabaco, haciéndose célebre como institución netamente canaria a fines de dicho siglo, y cuyo protagonismo llegó al "máximun" en los acontecimientos ocurridos en las vegas de San Antonio del Monte, a principios del siglo XVIII, en actos considerados como el primer enfrentamiento serio entre cubanos y la Administración colonial hispana.
La gran mayoría de isleños cultivaban sus "conucos" en la misma provincia de La Habana que paulatinamente se iban extendiendo hacia las comarcas del centro de la Isla, especialmente en Camagüey y hacia la región de Pinar del Río al oeste de la isla. Al contrario del sistema latifundista-esclavista imperante en los Estados Unidos, los "vegueros" isleños desarrollaron un régimen autónomo y de pequeña propiedad. En breve se produjo fuerte choque con los negociantes y grandes propietarios procedentes de otras regiones españolas que cultivaban preferentemente la caña de azúcar.
En 1717, una Real Orden estableció el monopolio de la Corona Española sobre el tabaco que habría de venderse al Estado a un precio preestablecido. El 21 de agosto de ese mismo año los pequeños tabaqueros y vegueros, en número de varios cientos se concentraron en la población veguera de Jesús del Monte, próxima a La Habana. Los vegueros canarios y cubanos se sublevan, toman La Habana al día siguiente y obligan a los altos funcionarios a huir. Pero un nuevo Gobernador dispone restaurar el estanco monopolístico abolido que se traduce en nuevas sublevaciones que conducen a desencadenar un motín entre los días 14 y el 27 de julio de 1720 y que son nuevamente controlados, esta vez por la mediación del rico oligarca José Bayona Chacón, bajo promesa de que las demandas de los vegueros serían atendidas.
Fusilados y colgados como escarmiento
Nuevamente defraudados en sus expectativas de libertad comercial para sus labores tabaqueras y convertidos en objeto especulativo debiendo vender su producción a precio muy bajo, unos 300 vegueros de la rica zona tabaquera de Jesús del Monte deciden en febrero de 1723, destruir y boicotear sus propios sembrados en aquella zona cubana tan próxima a La Habana, sede de las autoridades españolas. El Gobernador General les amenaza con la pena capital al fracasar las nuevas negociaciones encaminadas a hallar una solución para los amotinados.
Enfrentados al Ejército en Rancho Boyeros los vegueros resultan detenidos y fusilados, (según recoge el profesor Manuel Hernández de la ULL.) y colgados sus cuerpos en los caminos próximos como escarmiento. Resultarían próximo a 50 el número de desaparecidos, consecuencia de la persecución implacable de que fueron objeto estos verdaderos rebeldes contra la dominación española y pioneros de cualquier otra revolución cubana, como así la califican algunos historiadores.
Las actas de defunción de los vegueros canarios, que obraban en los archivos de la parroquia de Jesús del Monte, parece que están depositadas bajo control de las autoridades académicas de Cuba. El cultivo y elaboración del tabaco ya tenía lugar desde principios del siglo XVII, pero su exportación se llevaba a cabo en hoja, pasando a constituirse más tarde en industria ligera para obtención de picadura y rapé, exportable a España.
Estas pequeñas industrias monopolizadas por la Corona, se hallaban instaladas, principalmente, a lo largo del río Almendares próximo a La Habana, para más tarde convertirse en auténtica industria exportadora de gran importancia para la Isla desde aquellos momentos.
Se abastecían de "labores tabaqueras", recolectadas en las vegas próximas a La Habana, especialmente de la rica zona de tierras duras de Jesús del Monte, de óptimo rendimiento. Desde allí eran trasladadas en enormes carretas tiradas por varios bueyes a través de las poco habitadas comarcas que separaban la zona de cultivo tabacalero, entre el hoy urbanizado Jesús del Monte hasta las incipientes industrias artesanales que tenía la Corona española, junto al río Almendrares, en régimen de monopolio.
En la variopinta economía canaria surgen nuevos cambios. Desde mediados del siglo XVIII y como consecuencia de la crisis vinícola que afectó la economía isleña, se produce el fuerte incremento en la emigración canario-cubana que tendrá su máximo exponente a partir del Decreto de Libre Comercio. A partir de aquí se permitirá el intercambio, sin trabas aduaneras, entre los puertos canarios con los más importantes puertos americanos, incluida La Habana.
Si bien favoreció la libertad para emigrar, no fue tanto para el intercambio comercial. Controlado e institucionalizado como monopolio, impedía la costumbre enraizada de la vulneración normativa de las disposiciones de la Casa de la Contratación, que era llevada a cabo por los armadores canarios en la ruta americana, actuando al margen de los cánones que imponía la Corona en su especial monopolio comercial en que no era ajeno el contrabando, en todas las derrotas seguidas.
La independencia de la mayoría de las colonias de España en América, entre los años 1811 y 1830, tuvo gran repercusión para nuestras islas, pues existían fuertes lazos en el orden económico, social o emigratorio. Pero también afectó las islas el ideario de los insurgentes, pues durante la etapa de emancipación y posteriormente, las islas se vieron cercadas, con cierta frecuencia, por corsarios venidos de las recién independizadas repúblicas hispanoamericanas. Esta presencia, de la que no es ajena la connivencia de algunos grupos de las propias islas identificados con la idea emancipadora, también para Canarias, generó entre algunos estamentos de la sociedad isleña cierto clima de inestabilidad y preocupación, que durará hasta bien entrado el siglo XIX.
Y nuevamente es motivo de preocupación al final de la guerra cubano-hispanoamericana en 1898. En 1817 se intentó propiciar en estas Islas un movimiento subversivo, paralelo al de América, llevado a cabo por Agustín Peraza Bethencourt desde Santo Tomás (Antillas) y del que se hizo eco en Ayuntamiento de La Laguna. Desde 1825 existió el rumor de la existencia de un convenio firmado en Colombia consistente en atacar o apoderarse militarmente de alguna de las Islas Canarias y de hecho se llevaron a cabo algunos intentos.
La emancipación de América, si bien disminuyó coyunturalmente el flujo migratorio hacia las posesiones continentales, en contrapartida la canalizó con más intensidad y más fuerte decisión hacia Cuba y otras islas del Caribe, que permanecían sujetas a la Corona de España.
Emigración en principio de forma clandestina hasta el año 1853 que por los gobernadores en Canarias se concedía total libertad de emigración, consecuencia de la Ley de Puertos Francos, antes citada, que constituyó una de las medidas más favorables para el desarrollo comercial exterior en estas Islas. Tras la decadencia de otro producto comercial canario de exportación como fue la cochinilla, por la aparición de productos químicos colorantes, surgió otra nueva crisis y consiguiente caída del mercado laboral isleño que alcanzó, esta vez, a peones y pequeños cosecheros.

     Emigración era válvula de escape

Como en otras crisis de carácter cíclico los afectados optaban por la válvula de escape que como siempre era la emigración a América, en aquellos momentos Cuba.
Al ser coincidente la demanda abundante de la Perla de las Antillas, sus campos absorbieron a gran cantidad de canarios que se instalaron, preferentemente, por la zona centro en torno a Matanzas, Las Villas hasta Camagüey y más tarde hasta Oriente.
Enlazadas estas poblaciones agrícolas por la prolongación del ferrocarril La Habana-Guines, la oferta que recibían los emigrantes era mayor, en todo tipo de trabajos. Precisamente este tramo de ferrocarril fue construido por unos 1,500 hombres de los cuales 926 eran procedentes de las Islas Canarias, falleciendo unos 165 mientras efectuaban las obras, incluidos niños.
Las causas se debían a las condiciones infrahumanas del trabajo a efectuar, bajo el fuerte clima tropical al que los canarios tardaron en adaptarse.
Cobraban unos nueve pesos lo que con la mala comida que les desnutría, las enfermedades palúdicas, ante las que los isleños no estaban inmunizados, hacían fácil mella en su salud.
Sin embargo, la Isla de Cuba continuó siendo el destino de mayor reclamo desde estos momentos hasta la primera mitad del siglo XX, que decae.
El canario hermanado con el "guajiro" cubano se dedicaba al laboreo de la tierra, con específica dedicación a los cultivos de la caña y especialmente del tabaco en el que eran especialistas, en oficio aprendido en la Isla de La Palma y Tenerife, especialmente, en famosas cosechas obtenidas en las huertas preparadas en el fondo de barrancos y junto al agua de curso libre, o extraída de las ya numerosas galerías subterráneas, cuya metodología de cultivo trasladaron a Cuba.
Destacaban en el cultivo de la caña y otras labores del campo, pero fue el laboreo del tabaco donde tuvo el gran protagonismo por su especialización y conocimiento de tal planta insigne para la industria y economía cubanas, en cuyo desarrollo contribuyó enormemente aquel inmigrante natural de Canarias, aspectos que el Dr. De Paz Sánchez, analiza exhaustivamente en uno de sus numerosos tratados sobre Cuba, referido a La Palma: "Wangüemert y Cuba".
Pero, para gozar de los privilegios de esta tierra de promisión, era necesario llegar a Cuba pasando el temible e interminable mar que tantas vidas de canarios acoge en su seno segadas a bordo bajo terribles enfermedades infecciosas o por naufragios, como el más conocido del "Valbanera".
En los principios del siglo XIX, autorizada legalmente la inmigración a Cuba, los canarios que pretendían viajar se reunían en los muelles de Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria o Santa Cruz de La Palma.
A este espectáculo que ofrecen los emigrantes, tristes, llorosos y miserables, se añade la odisea sin cuenta con lo que son tratados en la travesía "apiñados" en vapores sin las más mínimas comodidades y sin condiciones higiénicas.
A este respecto son significativas las alusiones a dicho maltrato a que eran sometidos los emigrantes, que llega a comparar con ganado, incluso mejor tratados que los plátanos que se embarcan para Inglaterra, según se lee en el periódico tinerfeño La Prensa, sección Ripios del Día, con firma de Orosita, noviembre de 1920.
En el periódico Las Canarias, Madrid 20 junio 1906, se comenta un telegrama del Delegado Interno del Gobierno en Canarias, según el cual el vapor español "Juan Forgas" había embarcado unos 600 pasajeros con destino a Cuba, unos 250 hombres y el resto mujeres y niños. La Guardia Civil había desembarcado, tras una inspección, a 30 indocumentados entre los que había varios prófugos.
En torno a este abuso sistemático consecuencia de las pésimas condiciones en que eran tratados los emigrantes a Cuba, o a otros lugares de América especialmente Santo Domingo y Puerto Rico, entresacamos algunas aspectos que el historiador gran-canario Julio Hernández García, "La Emigración de las Islas Canarias a Cuba en el siglo XIX", nos aporta en este libro denunciando a los especuladores sin escrúpulos con aquellas gentes que, en momentos críticos, pretendían escapar de las islas.
En sus páginas extrae un artículo aparecido en el periódico canario-habanero EL ECO DE CANARIAS, (3 de mayo de 1887) que bajo cabecera de antetítulo "En nuestro puesto" leemos: "... para nadie son un secreto los innumerables atropellos que se han cometido en nuestros buques mercantes. Los emigrantes canarios que, impulsados por la miseria, se han visto obligados a abandonar el suelo nativo, han encontrado siempre mejor amparo y protección en buques extranjeros que en los de nuestras islas"
Más adelante, "...En La Palma, ciertos alcaldes constituidos en insolentes “arranchadores” (sic), arrancando de sus tranquilos hogares, valiéndose de halagüeñas promesas a trabajadores honrados que jamás pensaron abandonar a sus cariñosas madres -muchas lloraban con desesperación la ausencia de sus hijos-, y que con gritos de dolor condenaban la conducta de los agentes encargados de llenar los buques para traerlos a Cuba para ser pasto del bandolerismo, de la insensata conducta de ciertos propietarios y víctimas, por fin, del rigor de este clima extraño a la naturaleza de los emigrados"

*Licenciado en Geografía e Historia y en Ciencias de la Información.
La Laguna de Tenerife (Canarias -España)
Hoy Dr. en CC de la Información

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