La prensa escrita, nos informa de todo tipo de hechos cotidianos, invariablemente políticos, económicos, sociales, culturales...
Como base histórica a partir del día siguiente de la publicación, en los últimos años ha proliferado precozmente como forma de hacer llegar la noticia inmediatamente a las masas ávidas de conocimiento “noticiable” en cualquiera de sus facetas: políticas, económicas, sociales e incluso bursátiles, o de las diferentes formas de ocio conocida, sin menospreciar la faceta deportiva.
Si bien, no podemos olvidar, que el error “noticiado” en que pueda incurrir un determinado medio, por desinformación, subjetividad u otro, o por magnificar un acontecimiento, es corregido por otros medios en pocas horas en aras de conseguir y aportar al lector la máxima verosimilitud del hecho o simplemente por competencia profesional entre las grandes agencias de la comunicación. Este deseo de llegar al lector con máxima objetividad es lo que convierte a la prensa, en general, en medios precisos para la investigación histórica de un proceso determinado como es el que se pretende para cualquier investigación que se precie de verosímil y documentada.
Sin embargo, la utilización de la misma por historiadores y para hacer historia objetiva, es realmente reciente aunque conforma una base suficiente, con procedimientos indagatorios fiables y suficientemente contrastados para que el texto resultante sea auténticamente histórico. Autoridades universitarias acuden a estos campos periodísticos y extraen un profundo aprovechamiento complementario para sus rigurosas investigaciones. Es digno de destacar el historiador español Javier Tussel, o el codirector de un proyecto más amplio, Manuel de Paz, que toman datos de la prensa escrita para aspectos de auténtica historia. Ambos toman hechos transcurridos durante los dos últimos siglos de nuestro devenir, el primero de España (Historia Contemporánea, UNED), el segundo de Hispanoamérica, especialmente, para sus numerosas obras editadas. Así mismo ha de destacarse otro historiador canario, Julio Yanes Mesa, que para su tesis doctoral, convertida en libro, Leoncio Rodríguez y “La Prensa”: una página del periodismo canario, hace exhaustivo uso de los contenidos del periódico El Día, desde sus orígenes, llamado La Prensa (ampliamente citado en esta investigación) hasta prácticamente hoy. Con esta fuente analiza todos los aspectos tanto sociales, económicos, políticos o culturales en cualquier proyecto de investigación que se pretenda. Sin embargo, tampoco podemos aceptar la exhaustiva y teórica afirmación personal del prolífico escritor, periodista y crítico literario español Enrique Jardiel Poncela, cuando expresa: “La verdadera historia está en los periódicos y no en los libros...” o la frase de otro miembro de la cultura hispana, Vargas Llosa, cuando dice que “el periodismo es la historia haciéndose”, sin descartar la visión personal del polifacético escritor Francisco Umbral, con particular interpretación. De todas formas consideramos que entre historia e información periodística existe total concordancia hasta el punto que, bien contrastadas las noticias, cualesquiera de ambas disciplinas académicas es considerada auxiliar para la otra y viceversa. En este caso se debe procurar respetar al máximo el estilo y forma que utilizaba la agencia o editorial que se trate o la del periodista o editor que dio la noticia (o artículo de opinión) contemporánea al hecho. No obstante, dichas referencias siempre habrán de aparecer entrecomilladas o en cursiva. El periodismo, como trasmisor de acontecimientos reales, es tan antiguo como la propia historia escrita. Herodoto, Tucídides y Jenofonte fueron de hecho corresponsales de guerra, en las que intervenía Grecia o describían e informaban en torno a acontecimientos de la antigua historia relacionada con países amigos o enemigos de aquel clásico país. Más tarde lo hacían los romanos en sus anales, y de hecho en todo el transcurrir histórico, en cualquier cultura o civilización, hasta nuestros días. De todas formas, tal colaboración se hace más patente en los últimos años del siglo XIX y todo el XX, que es cuando el periodismo como información se convierte en auténtica y fundamental fuente para la historia. Los corresponsales de guerra o cualquier otro representante de cada una de las grandes agencias de información, por ejemplo, contribuyen, con informaciones gráficas o textuales, eficazmente a la conformación histórica de la etapa a investigar. Se podría objetar que algunos de ellos incurran en errores interpretativos por subjetivos o por poco contrastados, incluso descaradamente sesgados.
Como base histórica a partir del día siguiente de la publicación, en los últimos años ha proliferado precozmente como forma de hacer llegar la noticia inmediatamente a las masas ávidas de conocimiento “noticiable” en cualquiera de sus facetas: políticas, económicas, sociales e incluso bursátiles, o de las diferentes formas de ocio conocida, sin menospreciar la faceta deportiva.
Si bien, no podemos olvidar, que el error “noticiado” en que pueda incurrir un determinado medio, por desinformación, subjetividad u otro, o por magnificar un acontecimiento, es corregido por otros medios en pocas horas en aras de conseguir y aportar al lector la máxima verosimilitud del hecho o simplemente por competencia profesional entre las grandes agencias de la comunicación. Este deseo de llegar al lector con máxima objetividad es lo que convierte a la prensa, en general, en medios precisos para la investigación histórica de un proceso determinado como es el que se pretende para cualquier investigación que se precie de verosímil y documentada.
Sin embargo, la utilización de la misma por historiadores y para hacer historia objetiva, es realmente reciente aunque conforma una base suficiente, con procedimientos indagatorios fiables y suficientemente contrastados para que el texto resultante sea auténticamente histórico. Autoridades universitarias acuden a estos campos periodísticos y extraen un profundo aprovechamiento complementario para sus rigurosas investigaciones. Es digno de destacar el historiador español Javier Tussel, o el codirector de un proyecto más amplio, Manuel de Paz, que toman datos de la prensa escrita para aspectos de auténtica historia. Ambos toman hechos transcurridos durante los dos últimos siglos de nuestro devenir, el primero de España (Historia Contemporánea, UNED), el segundo de Hispanoamérica, especialmente, para sus numerosas obras editadas. Así mismo ha de destacarse otro historiador canario, Julio Yanes Mesa, que para su tesis doctoral, convertida en libro, Leoncio Rodríguez y “La Prensa”: una página del periodismo canario, hace exhaustivo uso de los contenidos del periódico El Día, desde sus orígenes, llamado La Prensa (ampliamente citado en esta investigación) hasta prácticamente hoy. Con esta fuente analiza todos los aspectos tanto sociales, económicos, políticos o culturales en cualquier proyecto de investigación que se pretenda. Sin embargo, tampoco podemos aceptar la exhaustiva y teórica afirmación personal del prolífico escritor, periodista y crítico literario español Enrique Jardiel Poncela, cuando expresa: “La verdadera historia está en los periódicos y no en los libros...” o la frase de otro miembro de la cultura hispana, Vargas Llosa, cuando dice que “el periodismo es la historia haciéndose”, sin descartar la visión personal del polifacético escritor Francisco Umbral, con particular interpretación. De todas formas consideramos que entre historia e información periodística existe total concordancia hasta el punto que, bien contrastadas las noticias, cualesquiera de ambas disciplinas académicas es considerada auxiliar para la otra y viceversa. En este caso se debe procurar respetar al máximo el estilo y forma que utilizaba la agencia o editorial que se trate o la del periodista o editor que dio la noticia (o artículo de opinión) contemporánea al hecho. No obstante, dichas referencias siempre habrán de aparecer entrecomilladas o en cursiva. El periodismo, como trasmisor de acontecimientos reales, es tan antiguo como la propia historia escrita. Herodoto, Tucídides y Jenofonte fueron de hecho corresponsales de guerra, en las que intervenía Grecia o describían e informaban en torno a acontecimientos de la antigua historia relacionada con países amigos o enemigos de aquel clásico país. Más tarde lo hacían los romanos en sus anales, y de hecho en todo el transcurrir histórico, en cualquier cultura o civilización, hasta nuestros días. De todas formas, tal colaboración se hace más patente en los últimos años del siglo XIX y todo el XX, que es cuando el periodismo como información se convierte en auténtica y fundamental fuente para la historia. Los corresponsales de guerra o cualquier otro representante de cada una de las grandes agencias de información, por ejemplo, contribuyen, con informaciones gráficas o textuales, eficazmente a la conformación histórica de la etapa a investigar. Se podría objetar que algunos de ellos incurran en errores interpretativos por subjetivos o por poco contrastados, incluso descaradamente sesgados.